sábado, 3 de noviembre de 2012

ORIXE [8381]


Orixe

Nikolas Ormaetxea - Orixe. 1888 - 1961

Nació en Orexa el 6 de diciembre de 1888, en el caserío Iriarte. Como era trillizo sus padres le trasladaron al caserío Errekalde, con cuya familia convivió durante su infancia y su juventud. "Dos madres y ninguna" manifestará con gran amargura en la obra Quito'n arrebarrekin. Siendo un muchacho de diecisiete años, en 1905, partió para estudiar en el Colegio de Jesuitas de Javier, donde después de realizar una prueba de dos años permanecerá en la Compañía durante dieciséis, hasta su expulsión en 1923. El cese de la carrera sacerdotal le creó un nuevo trauma, que al igual que el de la ausencia de la madre le resultará difícil de sobrellevar. En el poema titulado Getsemani rememorará ante el Señor aquél período de siete negros años (1916-1923): "Tú y yo sabemos de aquellos siete negros años".

Durante el tiempo que estuvo en la Compañía de Jesús, publicó algunos artículos y poesías en las revistas Jesus'en Biotzaren Deya y RIEV. También impartió un par de conferencias sobre la rima en euskara durante las Fiestas Vascas de Durango, en 1921.

Tras volver a la vida laica, transcurrió los primeros siete años (1923-1931) en Bilbao, los primeros en el despacho de Euskaltzaindia, en compañía de Azkue, y a partir de 1928 en el diario Euzkadi, como director de la página en euskara. Durante esa época publica tres libros: dos traducciones, Tormes'ko itsu-mutilla (1929) -en dialecto vizcaíno- y Mireio (1930), y Santa Kruz Apaiza (1929).
En tiempos de la República, en la cúspide del renacimiento vasco, ante la necesidad del País Vasco de contar con su propio poema nacional, se retiró a su pueblo natal para crear el poema épico Euskaldunak, por encargo de los componentes de la sociedad Euskaltzaleak. Aunque se publicará más tarde, en 1950, para cuando estalló la guerra ya lo tenía concluido y había entregado el texto original en su totalidad. Es preciso hacer esa puntualización para que dicha obra sea ubicada en su contexto histórico. También publicó un pequeño libro de poesía, denominado Barne-Muinetan (1934), de carácter místico.


Tras una permanencia de seis meses en la cárcel de San Cristóbal, al año siguiente, a la edad de 50, se vio en la obligación de partir hacia el exilio, donde transcurrió dieciséis largos años (1938-1954), difíciles y penosos, sin duda alguna, pero también quizás los más fértiles y productivos para las letras vascas. Entre los trabajos realizados en dicho época el más conocido será Urte Guziko Meza-Bezperak (1950), también realizado por encargo en el Norte del País Vasco. Cuando decimos por encargo queremos decir que se trataban de unos trabajos remunerados. No hay que olvidar que Orixe ha sido el primer liberado profesional con el que han contado las letras vascas, totalmente entregado al euskara. Cuando se despidió de Guatemala dejó escrito lo siguiente en Euzko-Gogoa: "Mi prometida más querida ha sido el euskara, y por halagarla me he vanagloriado de encontrarme a mí mismo en un estado de mayor necesidad".

Los cuatro años de América (1950-54) resultaron verdaderamente prolijos y de alto nivel tanto en las traducciones como en las obras de creación. Fue en Zaragoza de El Salvador donde escribió los interesantes artículos publicados en la revista Euzko-Gogoa -principalmente sobre filosofía y estética-, y las diferentes piezas que componen la obra de ensayo que lleva por título Quito'n arrebarekin, y también los artículos tan polémicos publicados en castellano en la revista Gernika sobre el euskara batua y Euskaltzaindia. Incluso la obra Agustiñ Gurenaren Aitorkizunak, que aunque se publicara en 1956, ya la había concluido para cuando regresó de América.
Quien fuera un enfermo crónico, regresó a casa bastante débil de salud, en 1954, pero con ansias de trabajar. Su obra más destacada de esta última época, titulada Jainkoaren billa, la concluyó mientras permanecía más tiempo acostado que levantado. Además, cuando regresó, se encontró con un mundo vasco diferente al que él esperaba. Para entonces ya había surgido una nueva generación de euskaltzales de la posguerra, habían comenzado a introducirse en el País Vasco los nuevos aires de Europa, y a darse los primeros pasos en torno al euskara batua. A causa de esos cambios profundos, Orixe se sintió como en el exilio en su propia casa, cargado de dificultades para adaptarse a la nueva situación. Por decirlo de alguna manera, se encontró desplazado. Por ello, la imagen mítica del escritor Orixe ya había empezado a desplomarse antes incluso de que la muerte se lo llevara en 1961.

Pero el Orixe mitificado y desmitificado vive incluso 50 años después de la publicación de Euskaldunak, su tan famoso como polémico poema. Y si no vive debería vivir, porque nos ha legado una obra amplia, rica y diversa. Como se ha solido decir, sus obras tal vez no tienen comparación entre sus contemporáneas.




A LA SOMBRA DE UN AMATE

Sombra del haya de Musulun,
recuerdo de la infancia,
era un peligro sentarse allí
cuando estabas sudado;
pero qué agradable lecho
en día de bochorno!
Ahora me es más agradable aquí
la sombra del amate.

Una mosca vuela en su centro,
¿o estará inmóvil?
En el limpio cielo un silencioso cóndor
por encima del avión.
Aquí, en los más sofocantes calores,
me olvido del clima:
este placer me concentra
aún más en mí mismo.

No oigo trinos, ni viento,
ni zumbido de abejas;
y como el camino no me ha fatigado,
tampoco mis latidos.
¿Qué oigo cuando escucho?
Sólo mi respiración.
¿Dónde encontraré habitación más solitaria
para mi descanso?

Me reconcentro en mí mismo
como fuego bajo la ceniza,
y lo cierto es que no sé
si estoy en llamas o estoy apagado.
Lo único que sé es esto:
que un ansia me transporta...
Más agradable que la de aquel haya me es
la sombra de este amate.

Traducción: Gaztelu / Koldo Izagirre






ESTREÑIMIENTO

Voy a cantar el dolor que conoces.
¿Habrá en algo dolor igual?
Uno hace una dura longaniza,
otro un hilo de agua,
un tercero, menuda suerte!
pare pare viento!

Estreñimiento de tiempo de guerra,
debilidad del poco alimento.
Aunque coma cuatro días, no se me llena
la mitad del intestino.
Si pudiera empuja que te empuja...
Es inútil es inútil intentarlo.

Voy por segunda vez al excusado
a probar mejor suerte.
Ojala nunca hubiese conocido
al alcalde de Uharte!
De San Juan de Luz a pasar el verano
me trajo me trajo a Gurs.1

Media hora en cuclillas
a ver si sale mi hijo.
Venas a reventar, ojos en sangre,
ni niña ni niño.
Pensé que me había vuelto
estéril estéril para siempre.

A la tercera pensé
que podría vencer mi estreñimiento.
Hacía tiempo que comía poco,
se me había debilitado
el redaño.
Se me ha preñado el vientre con dos criaturas,
hernia hernia doble!

Por fin he superado mi desgracia,
hago mis necesidades dos veces al día.
En cuanto me agacho sale
un hermoso lingote de oro.
La comida de Bidarrai no son migajas,
se ve se ve que tiene alimento!

Debo olvidar mis rencores,
perdóname, Señor,
pues no es tan severa la sentencia
que guardo para ciertos caballeros.
Ahora que estoy comido y vestido
«Recuerdos, recuerdos a Ibarnegaray.»2 


1 Campo de concentración en Bearne (estado francés), donde fueron recluídos los refugiados vascos.
2 Jean Ibarnegaray (1883-1956), político francés de extrema derecha, ferviente partidario de Franco. Como diputado de Maule (Mauléon) en 1937, hizo deportar a los refugiados  a un campo de concentración fuera del País Vasco, para evitar que sus fieles votantes sufriesen la influencia republicana de los vascos del sur llegados en busca de refugio. Fue ministro de Pétain en 1940. Fundador de la Federación Francesa de Pelota Vasca así como de la Federación Internacional. Era alcalde de Uharte (estrofa tercera) cuando fue internado Orixe.

Traducción: Koldo Izagirre





ESTRELLAS EN LA PAMPA

Oscura está la tierra, no hay luna, el cielo está estrellado.
Dos círculos perfectos, uno negro, otro azul. Yo soy el centro.
Para ver las estrellas, pues no hay montañas, basta levantar un poco la cabeza.
Cuanto más cercano el cielo, más rojas las estrellas. Llanura en calma.
Con un golpe de vista abarco miles de espacios;
giro sobre mí mismo, y en otro vistazo cierro el círculo.
Es inútil fijarse en las estrellas una a una;
el destello de todas ellas dice lo mismo: «¡Seguimos aquí!»
Hay otros mil mundos mas allá de estos espacios:
vaya a donde vaya, ¿quién puede hallar un linde?
Ni tampoco un ombligo. ¿Dónde está el borde del arcón de Dios?

Me pierdo fácilmente. ¿Para qué prolongar esta meditación?
No puedo percibir el eterno silbido de mis oídos,
y, sin embargo, el silencio de las estrellas y el sueño de los fatigados,
aunque el pecho respire pausadamente
o el corazón lata agitado, siempre lo deja oír.
Calla la mente, habla el corazón; ¿pero quién entiende
lo que dice? El sí, pues suya es la palabra sin eco.
Al fin, la llama del corazón me hace arder de pies a cabeza:
soy todo corazón; la palabra me habita, una hora, dos horas.
¡Que esta tan callada palabra se haga habla, se haga grito,
simple suspiro...! para que esta llama deje siquiera un destello.

Luego... respiro profundamente, tres alientos en uno:
el fatigado cuerpo quiere su premio, nos invita a la cama.
Me acuesto en silencio, sin despertar a los que duermen en pleno sueño,
pies, cintura y brazos a media sábana, por temor del calor.
Guardo mi mente en el regazo, pronto estaré sordo, ciego;
pero antes de dormirme, acostumbro encender en mí fuego de nueva llama.
¿Para qué necesito volver sobre sueños de estrellas y espacios?
En mi corazón, en sitio tan reducido, estás Tú entero.
Despierto, soñando, dormido, de día, de noche, mi cielo eres Tú.

Traducción: Gaztelu / Koldo Izagirre







VOLANDO

No tengo miedo, pero entro en el avión
como si la piel se me hubiese encogido hacia adentro.
Nos desprendemos de la tierra
—cielo encapotado— y comenzamos a elevarnos.

Me viene a la memoria el salmo de David:
«Gozoso estoy bajo la protección del Señor».
Por eso respiro profundamente,
desahogando por fin este encogido pecho.

Nadie entona el «Uso banintza».1 
Silenciosos, mirada hundida y cabeza inclinada,
algunas damas y caballeros parecen corderos
en venta, les puede el mal de altura.

Un niño corretea de aquí para allá,
como si estuviese en tierra; me distraigo con él.
Ahí veine otro, abandonando a su dormida madre.
Esta linda criatura ya tiene compañero.

Rebosan de salud; ni les preocupa nada
ni tienen conciencia de haber obrado mal.
Me distraen el viaje, aunque de vez en cuando
miro de soslayo por la ventanilla.

Por encima de las nubes, volamos en cielo sereno.
Aquí el sol no tiene la llama que tiene en tierra.
¿Qué nos recuerda esta alfombra de nubes
que aparece a nuestros pies? Un hierbal reseco.

A mi izquierda, un joven de apariencia robusta.
Abre la boca sin poder respirar,
como un pájaro en tiempo de bochorno.
¡Qué sosegadamente respiramos los niños y yo!

Inmensas y tupidas selvas americanas...
¿Para qué existe Larraun?2 Ahí abajo,
mientras volamos un día entero sin tocar tierra,
bandadas de miles de monos de rama en rama.

Tras haber visto ríos, montañas, mares, lagos...
comenzamos a descender.
El avión se culumpia en el regazo del aire...
y yo bajo a tierra tranquilamente con los niños.


1 Lit. «Si yo fuese paloma», canción popular.
2 Valle de pequeñas aldeas donde nació el poeta.

Traducción: Koldo Izagirre


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