miércoles, 28 de noviembre de 2012

ABEL OCHOA [8690]




Abel Ochoa nace en Guayaquil, Ecuador, en 1986. Es musicómano, diseñador, activista, sociólogo frustrado y 'peatón'. Los temas de sus poemas cruzan los umbrales del amor, el erotismo, la muerte, los dogmas y las problemáticas sociales. Escribe para gkillcity.com. Sus poemas han sido publicados en la revista internacional de poesía: "Poesía de Rosario", edición Nº 20 y varios sitios web de poesía. Próximamente lanzará su primer poemario "Versos apócrifos".
“Crónicas de una ninfómana” es su obra con mayores elogios, 2011.



BANDERA

Cuántos fiambres lacerados cobijas entre tus franjas,
cavando tumbas en deshilachadas formas,
dando alaridos por el falange que toca
tu cementerio de seda o trapos raídos.
Hastiadas de sollozar en los mapamundis,
cenizas —inmersas en símbolos ficticios—
anduvieron inquietas por supuestas endemias
de flaqueza de arcilla.
Las almas danzan al compás de los tambores,
haciendo hileras rumbo a ninguna parte
acatando el perímetro de los mojones,
que sólo son eso y más nada…
Las bocas en ti esparcieron su promesa
haciéndote una caterva de hieles,
una orgía pueril de chovinismo light,
extinto hormiguero de sudor y sangre.
Los altavoces melindrosos pululan el ambiente,
balbuceando ángeles enmarañados en balística antigua,
caimacanes siempre alcoholizados de agua bendita.
Las estrellas estampadas irradian haces de oscuridad
donde sólo los empecinados
se desangraron por un trozo de nada,
mientras los otros animales abrigan su madriguera
sin pretender ampliarla tres metros por detrás.
Te cuelgan conmemorando a los colgados
que patearon el banquito y se dejaron flamear 
por el céfiro con aroma a patria pisoteada.
Sigues somnolienta bebiendo linfa escarlata,
colgada como los murciélagos,
tiñéndote de múltiples colores.
Retazo fratricida, tu madre Tierra llora.





CRÓNICA DE UNA NINFÓMANA

Soy ninfómana, quítame las bragas.
Desdeño las auroras de mi vida.
Libia la herida de tus crueles dagas
que entraron en mi masa no ceñida.

Olvidé mi inocencia un día oscuro
en el rincón del mísero priorato,
se me acercó un hidalgo burdo e impuro
y como un vil glotón comió su plato.

Persigo al río, hoy, de madrugada,
para escapar de sueños. Voy buscando
un hombre que bautice a su criada,
me salve del beato y su atroz mando.

Soy yo desde la cita con el Diablo
que con un beso cautivó mi sexo,
ahora me entrego entera sobre establos,
catres, zaguanes; todo por tu nexo.

Siento tu fríos ojos como muerto,
tómate la pastilla; no seas pijo.
Aquí está, jardinero, es tu huerto:
pico, pala, rastrillo; todo es rijo.

Allá va la cigarra como un ángel
que humedece con pánico sus alas.
Quiero ver el crepúsculo, mi cárcel,
anhelo debutar rayas de galas.

Milena sólo pinta en acuarelas
tu retrato sumiso, noche y día.
Como un bourbon que difumina telas,
prendo la estufa, toma esta impía.





REFLEJOS

                        Mi mar es un cementerio de espejos licuados.
                        Huilo Ruales

Estamos encarnados en espejos
que se reflejan sobre las quimeras.
La ilusión se amamanta del reflejo
de abismos camaleónicos de luz.
Cuánta verdad transportan estas sombras
adaptándose a planos, al contexto,
embaucando a los ojos soberanos,
herméticos. La tierra es su secuaz.

El estanque no pinta igual tu cara,
no te regala halagos complacientes,
mas difumina tu mirada frágil
para que así no sesgue el panorama.
Ruines destellos trepan como yedras,
luchando con demás haces radiantes,
a un rostro maquillado por abriles
asediado por códices avaros.

Desde el cielo se marca la cadencia,
significantes danzan entre formas,
ismos súbitos sobre las arrugas,
bocas sueltas de huesos vociferan:
«ya viene el salvador», relega a otros.
Llora Osiris, Maradona, el parné...
Globalizaron todo. Muera el pez
o que el cielo se pinte de colores.





PRESENTE Y PASADO

Del Yahuarcocha brota mi Dios, de la luz roja
del semáforo nacen proverbios sin espada,
de la sonrisa tuya, pandemia que anda coja,
tus pupilas me miran. Muero, mi amada hada.

Soy hijo de la muerte, que cabalgó por suelo
manteño, degollando quimeras con la quena.
Me parió el sol radiante, anocheció la pena,
surgí del vademécum, la arcilla, y el trovero...

Me encanta el desengaño, cuando está en el camino,
recorre con cariño y anda sin comisario,
y el anuario vacío que se llena con tiempo,

tertulias que despegan relegando un buen vino.
En tiempos de conquistas, me quedo en el incario:
la moda y la pelota fueron un pasatiempo.





ESTE TINTERO LLORA TU PARTIDA

Este tintero llora tu partida,
rezagos de tu miel en esta boca
blasfeman corazones amorosos,
en estos callejones el olvido
se adentra solitario y se marchitan
las ilusiones huérfanas de dioses.

Para que el firmamento no me grite
tus lisonjas, del marzo vespertino
cuando alienabas mi esqueleto frío,
me desdibujo en un espejo turbio
colmado de brebajes con lejía
que mitigan mi fúnebre velorio.

Rendido de tatuarme mariposas,
de escuchar el trinar de bufas aves,
haciendo de aprendiz de saltimbanqui
con tantas felonías que se cruzan,
ensordecido de palabras vacuas,
desciendo a la espesura de mi sombra.

Hoy fugo por las noches a una casa;
soy su hijo putativo, fluyen versos,
se hilvanan los caminos mutilados,
saludan las verijas de las viudas,
los besos clandestinos iluminan
el tintero que llora tu partida.






Un verso vagabundo en el ataúd

La vida es un suspiro pero la muerte queda
en medio de cabellos que se tiñen por guiones,
envuelta por gemidos de falsas ilusiones,
nombrando amores que costaron una moneda.

Los egoístas quieren ser eternos y el mundo
conspira con los vientres y alza el vuelo la luna,
preñando, dando vida, en ubérrimas comunas.
Espera el ataúd con un verso vagabundo...

Bebemos suavemente tu jugo de cicuta,
no somos tan herméticos, pululas la masa,
deshojas los sentidos. Seremos tus reclutas...

La muerte está más viva que nunca... Te musita
melodías de cuna al oído y en su casa
hastiada de negrura aguarda ya tu visita.





Sin cordura ni factura

Tu boca, cementerio de mis hijos,
anda noctámbula en mi desvarío.

La fulana —resuena algún jipío—
me susurra eufemismos sin cortijos.

Tus uñas me tatúan dos letijos,
serás mi cárcel dentro del hastío
de un catre estriado por el amorío.
Entro sin descifrar tus acertijos.

Nos escupimos hieles esplendentes,
mientras tiemblan los ávidos torrentes,
encarnamos en fieras sin cordura,

ardiendo en el infierno de mancebos.
Todo quedo, las lunas duran evos,
las ventanas confirman: no hay factura.





Una noche

Cubre con pinceladas de tu boca
este lienzo encarnado en el pecado,
invocando tormentas en el prado
con hechizos maléficos de coca.

Deshojando el capullo que me toca
tu verdugo alumbró el rincón crinado
y dejó la nostalgia de costado.
Tú, aferrada al oficio de masoca,

mis manos te despojan impacientes
de tus prendas, de tu alma, de tus credos
bebiendo los hedores de tu noche.

Y navego por todos tus torrentes
mordisqueando recónditos molledos
mientras nos pesca el alba, qué fantoche.





Escapando de la sombra

Se escapó del acecho de su sombra,
de las parafernalias de la vida,
—mientras el conticinio era guarida—
se tragó sus palabras en la alfombra.





Cazador de sonrisas

Se respira en el aire circunstante,
mejor sabe vestida de recato,
aunque de todas formas siempre es grato
cuando susurra y mueve mi volante

en esquinas gozosas de jolgorio,
en lobbies aburridos y despachos,
en abuelos que llevan dos pistachos,
en la banca de afuera del velorio,

en la carta después de la odisea,
en pueblos en sus fiestas patronales,
en el pan que lo trae una galea,

en todos los placeres más banales.
Bendita tradición del que jalea
a su amigo para olvidar vivales

y arrebatarlas de una vez de su alma,
y brindar hoy por la desesperanza
que se esconde al costado de la panza.
¡Alcen las velas, corazón en calma!,

no se ve todavía el acantilado,
qué impotencia remar sobre la arena
cuando ves a lo lejos la sirena
que te invoca con gritos a su lado.

Se esconde en bocas tétricas, calladas,
brotan en cuerpos que parecen yertos,
o en lunas de románticas veladas.

que engendren diez barrotes diez puertos,
que rebose su encanto en las quijadas,
que resucite consternados muertos.





Pausa

Dame una pausa, // te quiero amar
pero no puedo, // me falta el sueño
de nacer hoy, // de blasfemar
cualquier altar // con el desgreño

de mi caricia // bajo tu espalda,
mientras nos miran // dos pecadoras
con velo negro, // en minifalda,
cuando olvidaron // su vida en mora.

Quiero tu boca // en los rincones
de mis fronteras // y algo me ata
a mis angustias, // a mis guiones
a mis temores; // de a poco mata,

quemando amores, // borrando mapas
sobre las manos, // pinchando llantas
de taxis viejos, // cerrando chapas
a enamorados, // mientras las santas

se desesperan // en las esquinas...
Y las quimeras // no están en boga,
en restaurantes // no dan propina,
y en tus fiestas // no das más droga.

Siente mi cuerpo // por un momento;
tiembla en silencio, // cuenta las horas
para el reencuentro // de este lamento
de mi osamenta, // y sin demoras,

a la perpetua // luz de la nada.





Matarte

Hoy que tengo la rabia de corbata,
hoy que anhelo tu dulce descabello,
y mis manos posándose en tu cuello,
y tu rostro metido en mi zapata

Me apetecen tus tripas de medalla
y sea tu sangre mi reloj de arena.
Hoy que me adhiero a ti como gangrena.
Soy tu vil, tu granuja, tu canalla.

Restregaré tu piel con una hoguera,
sacaré de la mina tu rubí.
Proclamaré arraigo sin espera.

El pesar al final lega un merci.
Mi quinto mandamiento es que se muera
mi antojo de matar con frenesí.








No hay comentarios:

Publicar un comentario