miércoles, 24 de octubre de 2012

DORA HOFFMANN [8334]




Dora Buschiazzo de Hoffmann o Dora Hoffmann, como se la reconoce literariamente, nació en Gualeguaychú, provincia de Entre Ríos, ciudad famosa por su Carnaval, por el actual reclamo de habitantes y ecologistas ante la construcción de la “Papelera Botnia” frente a sus costas, y desde antiguo conocida como “la Ciudad de los Poetas”, por lo que aportaron: Olegario Andrade, Manuel Palacios, Mateo Dumón Quesada, Juan Antonio Machado, Luis Jeannot Sueyro, entre otros. En ese ámbito, quizás más tranquilo y recoleto en la década de los ’70, la poeta pasó sus días prácticamente aislada.
Publicó dos poemarios: “Los habitantes de la memoria” (Buenos Aires, Editorial Colombo, 1975) y “Cuaderno de viaje” (Santa Fe, Editorial Colmegna, 1977). Póstumamente, en marzo de 1981, apareció su tercer libro “La casa y otras ausencias” (Paraná, Editorial Comarca) Los dos últimos ilustrados con xilografías de la artista Eloísa Romero.
Desde el prólogo Emma Barrandeguy dice: “Aquí están sus motivos: la casa, el tren, la ventana, los espejos, el jardín, la nostalgia.... Sólo quisiera incitar a leer estos poemas con el mismo sentimiento de belleza perenne que hace que la poesía de Dora Hoffmann se proyecte más allá del acontecer provinciano hacia el lugar donde el tránsito de su melancolía la ubique junto a otros grandes poetas de nuestro país.”
Según la nota titulada “Homenaje a una poetisa” que acompaña al mencionado comentario de Nicotra, “dos libros le bastaron a Hoffmann para consumar un destino literario inusualmente maduro desde sus primeros poemas. Los años que le fueron concedidos no le permitieron recoger en vida los frutos seguros de tanta excelencia.” Poco antes de su muerte empezaba a recibir algunos premios trascendiendo apenas los límites de los medios literarios argentinos.
En 2004, la Sociedad Argentina de Escritores (SADE) Seccional Gualeguaychú ha instituido en su homenaje el Certamen Provincial de Poesía que lleva su nombre.



UN PUENTE TENDIDO: LA POESÍA DE DORA HOFFMANN

Por Cristina Berbari

La escritura poética manifiesta lo que ocurre en lo más profundo del ser, su verdad interior. Lo dice un poeta metafísico inglés: “El verso, el mapa exacto de mi desdicha.”
Además, la poesía apela a la imaginación. Lo confirma un romántico: “Por los tenebrosos rincones de mi cerebro, acurrucados y desnudos, duermen los extravagantes hijos de mi fantasía, esperando en silencio que el Arte los vista de la palabra... para salir a la superficie y convertirse en flores y frutos”.
Y ante ciertos destellos, al “comulgar” con la analogía, el poeta toma conciencia de la palabra esencial. Según Octavio Paz, a veces, por un instante duramente arrebatado al tiempo, la poesía le revela al hombre la existencia de ese alto lugar en donde, como dice el Segundo Manifiesto Surrealista: “La vida y la muerte, lo real y lo imaginado, lo pasado y lo futuro, lo comunicable y lo incomunicable,... dejarán de ser percibidos contradictoriamente”. En el momento de la creación poética, cuando se reconcilian los opuestos, la palabra del poeta se vuelve espontánea, natural, como el destello de un relámpago, y sobreviene la imperiosa necesidad de decirla, ¿o es ella la que nos dice? Posteriormente llega la etapa del trabajo, de la artesanía.
Por todo esto siento a la poesía como esa misteriosa mezcla de relámpago y sudor revelada por el poema. Y no me cabe duda que ese fue el sentir de la poeta Dora Hoffmann.
Conocí su obra por un artículo publicado en el rotograbado de “La Prensa”, el suplemento dominical del matutino porteño, con su característico color sepia en letras, fotos e ilustraciones. En esas páginas palpitaba la vida literaria de la época, cediendo un espacio más que generoso a poetas y poemas. Fue la primera noticia que tuve sobre su obra. Y resultó nutritiva, enriquecedora.
El excelente comentario lleva por título “El viaje, una metáfora” y lo firma Alejandro Nicotra, el 23 de abril de 1978 en Villa Dolores, Provincia de Córdoba, donde en la actualidad aún reside el poeta. Y tiene carácter de homenaje ya que la poeta, poco antes de su fallecimiento, había enviado al diario tres textos inéditos. Se publican junto a su foto que muestra el rostro armónico, la sonrisa soñadora como sofocada por un sentimiento oculto, y cierto halo en la mirada transparente que al mirarnos parece ver más allá. Me detengo ante unos versos, como detiene el asombro al encontrar esas palabras que hubiéramos deseado escribir:

Los grandes viajes,
los verdaderos grandes viajes,
comienzan
en nosotros.


Su poesía es una meditación de la existencia, una honda indagación metafísica. La que se siente extranjera en este mundo se debate en la lucha entre opuestos: luz-sombra, cima-abismo, vida-muerte. Busca su verdad y alcanza esos destellos, ese “alto lugar” en el que se reconcilian los contrarios. Con lenguaje sencillo y puro pero de gran hondura, sus versos sobresalen por la sorprendente plasticidad de las imágenes. Aunque trate diversos temas la unidad se alcanza por la sed de absoluto, por la elaboración de la infinitud en el vaivén de lo cotidiano.
“Noción y temblor” —apunta Nicotra— “pues Hoffmann tiene la rara habilidad de reunir la reflexión intelectual y la captación de lo sensible. Su pensar es, sin embargo, más que abstracto, imaginativo“. “Fragilidad y nihilismo,” —agrega— “al nombrar, premonitoriamente a la muerte, a la nada,... aunque en algunos versos se afirma, heroicamente, la voluntad de resistencia a pesar de todo.”
Cito algunos fragmentos que pertenecen a su poemario Cuaderno de viaje.

Cuando nos deslizamos
entre cielos provisorios,
no esperamos
que alguna raíz crezca bajo nuestra sombra.




Pero aún,
soy un terco ejército de huesos
una arena ordenada
un hambre circular.
Aún me alimento bajo mis párpados
y llevo a cuestas mi pedazo de existencia,
mi pan raído.




Yo soy la constructora de la noche,
la purísima nadadora del reino circular.
No tengo orillas
porque crezco en la muerte y me derramo.

¡Cómo no admirar estos versos! Por empatía, en la poesía de la entrerriana encontré un puente tendido, puente de estructura férrea y de doble mano por el que crucé y en el otro lado me reconocí al conocerla.
A su último libro pertenece el poema titulado



La ausencia

Todas las cosas plasman
su no estar,
distribuyen su huída en pasos calculados,
pulen un abismo
que poco a poco las devora
con mandíbulas sabias.
Sin saberlo
cada cosa aspira su vacío
con una boca mineral,
y el hueco que ha dejado la palabra
al caer
o el pájaro, que calla,
al instante se colma
de una forma densa, igual
pero de ausencia.

La ausencia no nos quita.
Nos añade.
En ella tocamos
lo que el cielo prepara: la respiración y el alimento de los dioses.

En este puente tendido por la poeta, no hay ausencia. Hoy y aquí, Dora Hoffmann ha sumado “presencia”.


***


Como cada mañana

SORPRENDO
la sospechosa rapidez con que las cosas
se deslizan,
mientras caen, resbalan los contornos,
y los espacios se ajustan en un mapa
de caparazones selladas por la rutina.

Y el ramo de temblor en la pared,
los fuegos repentinos del espejo
adentro del crujido
que roe el corazón de toda la noche,
se hunden en la luz
que suelta mi memoria
como cada mañana,
tocando cada cosa por su nombre
para construir la orilla,
la tierra indestructible
donde mis huesos aprenden a morir
despacio.




Nombrar

ROTO el hilo de voz que nombra y ata,
el mundo cae despacio,
y en su disolución
arrastra curvas
y esferas harapientas,
ángulos quebrados en sollozo,
huidas de pies y manos carcomidas,
ventanas desatadas en ráfagas de fuga.

Animales ciegos respiran en la pausa.

Las formas del silencio se alimentan de escombros.

De " Los habitantes de la memoria" casa impresora Francisco A. Colombo.





Los grandes viajes
los verdaderos grandes viajes
comienzan
en nosotros:
se fue la casa,
la cuchara tierna
con el sol 
y el perro.
(la tarde 
y su pequeña lluvia)
se fueron las cenizas
que esparcimos girando,
ceñidos hasta el hueso
cada vez más desnudos,
se fue lo que no fuimos.





Los viajes clausurados
los viajes sitiados
el ascua de un viaje 
inmóvil
bajo el párpado
los viajes imposibles.
Los viajes hacia adentro;
pulidos por la sangre;
los viajes en los espejos
enfrentados del sueño,
(vasallaje que solo
quiebra la muerte)
y los despedazados,
circulares
viajes por el recuerdo,
¿anticipo o memoria
del viaje verdadero?





LLEVO PUESTA MI CASA

Llevo puesta mi casa.
Ella me ciñe hasta los pies
Igual a un relámpago
O a una enredadera.
La llevo a todas partes
Como a una piel más última
O un vestido perfecto
(ese que nos quitamos para morir)

Sin embargo
Sé que cuando me vaya,
Ella quedará plantada en su sitio
De este lado del viento,
Temblorosa
Como un perro que muerde
Los lugares vacíos.
(y su callar se oirá desde mi ausencia)


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