Joaquín Trujillo Silva
Nacido en Viña del Mar, CHILE en 1983, procede de la escuela rural Ester Silva Somarriva, en el Valle de Alicahue, y es actualmente abogado, licenciado en Ciencias jurídicas y sociales por la Universidad de Chile. Es ayudante de Historia Institucional de los siglos XVI-XVIII y trabaja como ayudante de investigación en el Centro de Estudios Públicos (CEP). Su tesis sobre Derecho y Literatura “El dios de la máquina: ensayo sobre la conjuración de la tragedia”, trata sobre el paso del pensamiento trágico al jurídico romano, y su desarrollo posterior, a través de fuentes literarias y filosóficas. Escritor, en 2002 ganó la mención de honor de los Juegos Literarios Gabriela Mistral con “Defensa última de Antígona & Electra”, y ha obtenido las becas de creación literarias del Ministerio de Educación, en 2003, y la del Ministerio de Cultura y las Artes, en 2008, como escritor novel y profesional, respectivamente; y también durante su etapa universitaria, la Beca Juan Gómez Millas y la Presidente de la República. Fue además miembro de la Comisión Organizadora del II Congreso de Teoría y Derecho Constitucional, realizado en 2005 como también del comité editorial de la extinta revista Talion entre 2003 y 2006. Actualmente dicta el curso “Derecho y Literatura” en la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile, en compañía del profesor Pedro Gandolfo. Entre sus publicaciones sobre filosofía, historia y literatura comparada cabe destacar: “La invención del parlamentarismo en Chile” en Democracia y derechos fundamentales desde la filosofía política. Santiago, Editorial Jurídica (2009); “La mejilla posterior: perdón y castigo en la literatura comparada” en Revista Derecho y Humanidades. Nº 16, Vol. 1 (2010); “Dante y Kant” en IV Congreso Estudiantil de Derecho y Teoría Constitucional. Artículos Seleccionados. Santiago, Editorial Jurídica. (En Prensa); y entre sus trabajos literarios: “Ema Fumante o la Nueva Gog derrumbada” en II Muestra Off-Dramaturgia 2003. Santiago, Ediciones del Temple (2004) y varias publicaciones en las revistas electrónicas Letras.S5.com y Poetas del cinco: Anamorfosis (Poesía 2001-2006); y las piezas teatrales El cielo contra un beso (2009) y Mariana y diaconisa (2005).
El húmedo infierno
A los mineros encerrados
Ay, el húmedo infierno
donde en vida están sepultas
las palabras, las manos y la carne,
la promesa de la voz externa,
un rumor,
y la luz invernal de los desiertos.
Una cocina en soledad revuelta
bajo los escombros de falsos cielos;
un hospital de gritos saturado
en mitad de tierra firme y retirada.
Nada se destruye, todo se hunde
en un mar tan espeso como el oro
donde sólo el oro se zambulle;
un mar tan inaudible como el grito
lanzado a los muros del sepulcro.
Óyete, esta no es la muerte que deparan
los dioses a los animales,
es la vida de los animales
en las jaulas más profundas del infierno.
JUDAS EN EL TRAPECIO
Judas, ¿con un beso entregas al hijo del hombre?
(Sn. Lucas – 22,48)
¿Quién sacrificó su carne de cordero?
¿El besador o el besado?
Ya no se escucha el rumor de Jerusalén
¿Dónde Adán fue rescatado?¿En el madero o el beso de Judas?
El hombre ha debido su incienso a otro ídolo como suele ocurrir con Aarón
modelando el becerro al pie de Moisés o como en el blues de Salomón
inclinado ante los amigos de Saba.
A veces sucede que un martirio se recuerda más que un suicidio
Las monedas en manos de Judas y ausentes en las de Cristo
hicieron a uno dios y al otro puerco a éste cordero y a aquel daga
Desde entonces nuestro desprecio por el dinero
Desde entonces las bolsas de valores
Tú Judas Iscariote apedreado por los niños de la tierra
quemado en vísperas del domingo de resurrección
Por favor
Por un momento detengamos los proyectiles
Aclaremos un malentendido:
Tú no resucitaste
y puesto que un dios no eras
no tendrías porque haberlo sabido
Sobre esta piedra fundarás mi iglesia
mientras yo al sepulcro con dirección al paraíso voy
Pedro se disfraza de Papa
Sobre este beso fundarás mi muerte
y por el pan que tocas el elegido has sido
para besar eternamente a Cristo
hasta empaparlo de saliva del Mesías
Judas se descubre a sí mismo un Isaac
Llegó a las cortes ostentosas:
Padre he venido ante ti porque al hombre perdono
decidido estoy a salvarlo
Entonces el padre se sintió celoso
porque el gran banquete del Hades
el gran sacrificio del cordero gigante
acabaría con las cenas de mañana
mediodía, tarde y trasnoche
Padre con este beso libero al hombre de tu señorío
y le lanzo a quedarse esperando
y le obsequio un becerro crucificado
mientras esperan y me apedrean
mientras continúo en el trapecio de mi horca
al vaivén del canto en las iglesias
y la danza en todas las dicotecas de Europa
He traicionado por salvar al hombre
mi salvación de apóstol
Y es que se estaban olvidando de la profecía
Dijeron los jueces
Es que si lo tenemos ahora no es razonable matarlo
y esperar y esperar y esperar
tanto lo hemos hecho
para ahora tener que recordarlo
El hombre habló así y casi se frustra
la expansión del Big-Bang
Cuando el hombre reconoce a su profeta
hay que largarse enseguida o guiarlo al patíbulo
desde Isaías dispuesto
Yo que sé todo porque todo soy desaparezco
en la esfera de ninguna virgen
en el pan que por descuido he tocado
El mendrugo de mi carne
la carne obsequiada
No me consolará que en la cima de catedrales
la cruz cambien por la santa horca
Padre no pude sino traer a los sacerdotes y oficiales
que arrestan a mi hermano en su milagro de oreja repuesta
Padre desde mi columpio yo Judas
te digo en mi completo sacrificio
Padre tú no me abandonaste como a Cristo
porque yo te abandoné a ti.
ENTRADA FUNEBRE DE MACBETH EN PALACIO DE GOBIERNO
a propósito del asalto a la Moneda
Fue al compás del regimiento
y los enjambres de hawkers
como Macbeth llegó ante su Rey
Decía que el trigo lanzado contra su boca
y el batir de ollas día y noche
lo habían impulsado a la entrada fúnebre
Pero las brujas está vez no dijeron ni pío
porque saben que el destino no está para inminencia
Parecía un atardecer enrojecido
mas la lluvia no había venido aún
Parecía un lodazal de lágrimas
el sudor en los edificios del enemigo
y sin embargo todos los abrigos calzaban a sus dueños
Los collares de perlas furiosos también
querían ser horcas en el pescuezo de sus patronas
Fue con una sirena en ultraje continuo
como ardía el mismo palacio
donde Agamenón se socorría de su esposa
Allí Egisto era MacBeth y viceversa
Un andamio colgando de las nubes
volaba para rescatar a sus nuncios
Es una madre caprichosa: La Unión Soviética
Una balsa entumecida
por el mar lanzada a tierra se repleta
como de los náufragos de la Atlántida
Es una hermana manos en cintura: Cuba
Un corcel casi tanque de museo
disparó miles de alcobas con puertas abiertas
Es una anciana violada por su toro: Europa
Pero aquel cielo en humareda
no conoció tanto batir de palmas
en las oficinas del Santo Pentágono
Desde lejos las tres brujas
presenciaron la caída del Rey
con un puchero en sus labios y los maleficios
Pobre esta Lady MacBeth jamás arrepentida
Tendremos que llevarla ante un espejo
Pobres vasallos y cohorte de Chicago
Tendremos que privatizar sus enaguas para la Mass Media
Me impiden matar a estos susurrantes
las normas del buen gusto que ellos no respetan
Vengan ahora los cobardes sobrevivientes
acérquense por esta noche
A la habitación acompáñenme donde a MacBeth
las pesadillas visitan para tomar el té
Donde su esposa sonríe viendo
a sus hijos sacrificar sus propios hijos
frente al altar del viejo Rey
del cónsul ascendido para el ultraje
al Emperador del mausoleo
más grande y modernizado de Escocia.
A N A M O R F O S I S
Poesía 2001 - 2006
Afán de supervivencia
Contra las bóvedas de la caverna
proyectar quiso una sombra perdurable,
una herida limpia que supiera soportar
el variable tiempo de la luz y contra la cual
no pudieran los boreales incendios
del cielo y la oscuridad disolvente.
Tal vez como la oración desarmada
por sus propias palabras también concernientes
a un diario ritual oculto,
el de todo acontecimiento vacío.
Tal vez disimulara extraviarse
al interior del bosque mojado, translúcido,
invadido de estallidos luminosos,
como el de La caza de anguilas, de Corot.
También visto integrando
una marcha triunfal y triste, combatida
por el agua ardorosa policíaca,
o hasta por un ademán litúrgico
pero grosero
del púrpura cardenal que zambulléndose
en las criptas del templo, estalla de sangre
bordada en parches sobre su piel blanca.
Quiso nacer pero se interpuso otro planeta
como horóscopo exterminador, como
si un niño naciese y muriera escondido
al interior del armario entre pieles y árboles
también suaves,
incoloros a falta de sombras reversibles,
tan repleto,
final,
o como la boca
de cuyos gritos no emerge el poema
por deletreo en clave Morse.
Y el canon nazi es un albo maniquí
muerto desde el comienzo de su falso modelo.
También a través de los ríos se fuga el cielo
reflejado en ellos cuando del caudal la calma
los vuelve retratos al agua.
Aún así el cielo celeste se queda
solo al interior de sí mismo.
Fuera de allí todo color es la inmundicia
de lo más profundo del ojo, provenida.
Un castillo antiguo termina por recordarse
invadido de recuerdos corpóreos,
de irrupciones temporales ya acabadas,
cuando olvida el mundo,
más allá de los muros exteriores,
que estuvo aquí cual fortaleza y
no circunscrito en presencia e imagen.
Podría Marais recuperar la vida nueva
y repletar la madera con hebras de su sangre,
hasta encender podría la corte
tal y como la corte del Rey Sol
refulgía diaria,
única y rosada
entre las tinieblas de la vieja Europa,
pero qué tronco abrasivo
desformaría delicada
la madera viva todavía
de la viola da gamba,
perviviendo en ella,
luchando con ella y por él.
Los pájaros nocturnos blasfeman
también durante el día,
y el silencio los acoge,
pero el día es ahora la noche
del dinero que repta
sin dormir ni permitirlo
porque como matroshkas
hay una noche adentro de la otra
como hay un día por fuera del otro,
hasta el fin sin fin del principio.
Es nuestro tiempo así.
De las horas en que cadáveres de estrellas
se tragan quedamente el universo,
el universo y los días de la tierra,
el día en que Bach lloraba mientras
San Mateo volvía a nacer pasional.
Un siglo desaparecido,
por una estrella succionado.
Pero, pero, pero,
cuando la enfermedad es saludable,
como besos, las palabras, se tardan
en huir del aliento y el día de antes
sobrevive presente y acorrala.
Consigue su luz de otros diluvios.
La mente se desmiente mas fallece
siempreviva dolorosa ella crece,
en reposo es aclarada por disturbios.
Inusual, prosigue una dúctil peste,
y el reducto de una alcoba es amparo,
pero supervive.
El sol está sucio
pero traspasa
el cristal turbio pintado por obra
del caos de la calle así este vitral
filtra la ceguera de la luz, le da color
y a la virgen, un cuerpo,
y nimbo, y Gabriel,
y la condena eterna de nosotros.
1.
LA IRREALIDAD DEL CIELO
PrÓlogo:
LA GRABACIÓN DE UN CLAVECÍN VIAJA POR EL UNIVERSO AL INTERIOR DE UNA
SONDA
Dónde irá el clavecín bien temperado
a través del espacio sideral como una lágrima
que de un náufrago se hundió en el mar y ahora
huracana el fondo del océano.
Ningún oído le devuelve la existencia
perdida al salir de la Tierra desde Cabo Cañaveral.
Y no hay oídos años luz a la redonda.
Envié una carta desesperada a la NASA
pidiendo a gritos el regreso de Bach a la Tierra,
pero no he recibido respuesta
como tampoco ningún oído recibe
al clavecín bien temperado en el espacio sideral.
Dónde irá la melodía por los rincones
más profundos del cielo negro espacial,
como un Cristo dispuesto a la cruz
sólo por Dios rechazado y percibido.
Dónde irá. Qué superficies de planetas
deshabitados recorre silenciosamente
a la manera de un músico sin público
y sordo además.
No hay respuesta de la ciencia
y en las portadas de periódicos
el problema no es noticia.
Dónde irá, dónde estará.
Qué será de la sonda.
Ni mediante un telescopio podría escucharla,
porque, a diferencia de su imagen,
la música viaja lento y en el viaje
toda música va muriendo en soledad.
Tan sólo es posible aguardar
que milenios más tarde regrese a la base espacial,
aterrice con la antigüedad de un pelícano
y nos haga recordar pacientemente.
1. ESTADÍA EN EL PLANETA MARTE
I.
Más allá de la región nebular,
del horizonte marino del cielo,
del cielo celeste y negro más allá,
de la falsa estrella, más allá
de la otra primavera
y -al cielo oscuro que recorre
como un pez de la zona abisal-,
más allá de los témpanos aéreos,
de los piedras en círculo
y del Empíreo y “más allá de Dios”,
estaba el descenso levemente
contra la superficie sonroja.
II.
Filipovna duerme durante la corta noche
y se levanta a penas aclara el alba.
Canta los maitenes de Monteverdi
con su vocecilla de soprano ligera.
(No podría rezar de una manera menos notoria).
Sirve un desayuno de mil narcóticos
y lo reposa recostada sobre mi abdomen.
Salimos de la nave a inspeccionar
todo lo desde nosotros visible,
pero, una vez dentro del anterior paisaje,
la materia amenaza con recluirnos
en la admiración de sus nítidos aspectos.
-Salgamos de este pantano satánico- le dije.
Y las piedras rojas se quedaron plantadas.
Filipovna por la tarde escribe un poema épico
donde se narran con lujo de detalle nuestras hazañas,
mientras yo redacto la bitácora
con variaciones estilísticas en cada hoja.
Si apareciera un Testigo de Jehová,
lo invitaríamos a pasar,
tomaríamos el té con él
y nos cambiaría la vida.
III.
Cuáles son las ciudades, y cuáles los ríos,
cuáles son las palabras, cuáles los caminos,
cuál es la victoria sobre la tumba,
cuál la enfermedad de tantos árboles.
Cruzó los bosques entre hadas y traros,
y cuál era su paso, cuál su caballo.
Bajo la cama el mundo se acaba
en una noche de meras sombras.
Cuáles los tiros y las antorchas
en el día estático de un relámpago.
Cuáles son los tiempos del cielo,
cuáles sus acantilados lunares,
cuáles las zarzas ardientes,
cuál la mente del hombre, cuál la mente
de su inhóspito animal semejante.
Ahora los gimnastas fundadores
comienzan el rituales del fósil.
Y cuál templó trascenderá al cautiverio
de su belleza turística y gótica.
Cuál ritual reactivará
la maquinaria de una nueva sordera.
Cuál araña colgada del techo
como una cristalería de altura,
cuáles mares podrán morir,
cuáles días se irán a prisa.
2) RETROSPECTIVA EN LA TIERRA:
OTRO PLANETA EN ESE PLANETA
I. ENTRADA DEL HOMBRE EN EL MUNDO
Eran los tiempos en que el hombre
habitaba natura con cierto temor.
Las recta cascada era un ídolo inamovible,
sonoro tras la cámara barroca selvática.
Eran los alambicados palacios amazónicos.
Un dios de otro mundo vagaba por allí
armado de las prendas de moda.
Nunca en su propio planeta
había llevado al Reino consigo,
había llevado al Papa y al Imperio de Roma
demolido, asaltado pero vivo
como vengando su acotado lugar,
recuperando, por gracia del hispano,
todo lo que le fue posible. Todo.
Nunca un mundo alunizó en otro mundo
por la intrusión de cames enjaulados.
Nunca una mañana de otra fue tan lejana.
Nunca el hombre estuvo tan repleto del hombre
y el mundo tan aislado en rededor y tan abierto
cual tripulado submarino del Leteo y al fondo.
Era el tiempo en que un tiempo después
entraba en un tiempo anteriormente compartido,
aunque -al parecer- el mismo sol moría diariamente
y las estrellas permanecían señalando un mismo espacio.
En este páramo exuberante y desolado
que se atraviesa en menos de una tarde
cabría el país de Languedoc.
Puesto que la dimensión de este peñón,
supera a nuestra catedral de Sevilla,
podríamos tallar en su interior
un templo gigante a Nuestro Señor.
Pero un trecho más al sur se aparecerá
un probable mayor monumento.
Antecedente de un país extenso,
una catedral infinita, un hombre más pequeño.
II. LA GARZA LADRA
La garza ladra bajo un quitasol.
El duende le permitió entrar en los palacios
donde un día fue un simple lacayo de otro amo.
En los días de la neblina etrusca,
el cielo y el infierno eran sitios vacíos.
Y de flechas persas se ensombreció el día,
y hubo batalla bajo ese bélico eclipse.
“Los muertos están matando a los vivos”,
pero “morti non morti son”.
La garza abandonó el nimbo lunar
(porque mundo nostro sublunari)
hasta atravesar los cielos que circundan la tierra
como un polluelo sale del huevo sin quebrarlo.
Al día siguiente, la garza emprendió un vuelo
por una corta temporada de mimos eclesiásticos.
Una vez frente al pan ensangrentado,
ascendió –aleteando- a un Cielo tan próximo,
y cuando rechazó esa hostia, tardó un tiempo en venir
por el claro de un bosque casi auspiciado,
un pretendiente de sotana calzado
en ademanes del ciervo herido por Jesús.
El duende aconsejó a la garza contra la idea
de montar sobre el aparecido ciervo.
Y los consejos no se escuchan sin algo de adulación.
El océano se retiró. Cuántos rezos.
Y habitamos valles de légamo viejo.
Y los peces sin agua siguieron volando
en bandadas sobre la tierra prometida bajo el mar.
Luego recupera el agua su lugar,
porque el río, cuando las esconde, presencia las rocas,
y todo lo profundo puede verse desnudo.
La garza voló a través de un cielo recuperado,
sobre un mar de muertos y agua de río y mar.
Y ladraba a las aves del firmamento afirmado,
por columnas insospechadas hacia el horizonte.
Y se anudó el cuello como una horca.
3. REGRESO A LA LEY
I.
La luz persigue al tren rápido.
La realización del bien
se tardará el momento preciso
anterior al fin de los tiempos.
Los tiempos son, sin duda, distintos.
La rotación conduce a la quietud
contra las puertas por las que pasa
el trazo del círculo.
Cada puerta se abre al paso
de los faroles ahora encendidos,
porque la tarde se anochece.
O porque la tarde no tarda en ceder,
durante las coincidencias del presente,
todo acontece sin novedad aparente.
Durante la noche, está encarado el suelo
contra el sin fondo del espacio,
y cuando aclara se ciega de luz
y duerme su sueño del Cielo.
Todo viaja en el espacio hacia el fin.
Por la persistencia del sol en las alturas,
y al centro de la cosmografía,
un año más cumple un ciclo donde creemos
recorrer mismos espacios señalados.
Pero la memoria no sabe sino recordar,
y estrangula a nuestro paso el imprevisto
como si nada pudiera llegar a perturbar
el coral paseo matinal de Luis XIV.
Como en el tránsito de gotas de agua
hacia el fondo terráqueo del cosmos,
así hemos retornado, cayendo.
Celeste cielo diurno.
La luz oculta el sin fondo.
La lluvia cae desde las nubes
y sobre las nubes el día seguía
imperturbado.
Y cuando regrese la nave a la Tierra,
podré elegir un aterrizaje diurno.
Y cuando anochezca ese día,
desearé haber regresado más allá:
Allí donde el día vendría pronto.
II.
Pasan, pasan, pasan las nubes de ectoplasma.
Un cielo arrebolado se repliega tras el velo,
y la tierra tal su espejo debelador,
todo lo invisible y celeste que allí viaja
deja al descubierto en telúrico tesón.
Son el humo del cigarrillo y el incienso
los pertrechos de una bendición cotidiana.
Queda turbia la imagen de esta alcoba.
La nube presa en su lugar de nacimiento.
El viento resistiéndose entre las paredes.
La ánfora recorre las naves de la iglesia
como desespera el péndulo de un reloj,
con una frecuencia de dos mil años.
Váyanse entre un sinnúmero de tinieblas.
El fauno se toma la siesta sin mayores contratiempos.
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