David Lagmanovich. (1927-2010)
Nació en Nicolás Bruzzone, provincia de Córdoba, ARGENTINA en 1927, pero residió en Tucumán. Obra poética: Circunstancias, 1961; Ocasiones, 1962; Contingencias, 1976; Fluctuaciones, 1977; Vaivenes, 1982; Variaciones y contrastes, 1986; Memorias del imperio, 1994; De cinco en cinco, 1997; No hay adiós, 1998; Las músicas 1999; 54 poemas, 2000; Álbum de postales, 2000; Cuaderno del 2001; Potencias de la música, 2003; Oficio de palabras, 2003; Contraescrituras, 2006; Construcciones, 2009. Es crítico literario, investigador de vasta trayectoria académica. Es narrador. Murió en octubre de 2010.
Un colegial
Remoto, remolón,
Desperdicio de cara mañanera
Cargado
Con mochila supersónica
Pasa Pablo
Rumbo a la escuela
Pateando una pelota imaginaria
La palabra
Sólo la palabra es capaz de corporizar
aquello que las palabras
no son capaces de expresar.
CRONOLOGÍA DE LAS PÉRDIDAS
En el mes de los fastos del Imperio perdimos las
sensaciones táctiles, el olor a tierra mojada y una
canción de Belafonte que alertaba sobre el peligro
de las mujeres pelirrojas
Cuando los Jacarandás desparramaban sobre la tierra
fragmentarias veladuras liláceas, ya no pudimos
distinguir entre lento y presto, pero nos reconfortó
comprobar que las tonalidades mayores y
menores permanecían en su sitio
A medida que se acercaba el verano hubo otras pérdidas:
algunas ambigüedades de Theodor W. Adorno,
una sábana que guardaba el perfume de la
más amada, casi todas las rimas en ia (menos la
palabra todavía) y una calle cortada donde era
domingo todo el año
Después le tocó el turno a un gato llamado Rodrigo;
poco más tarde desapareció el catálogo razonado
de argumentos en pro y en contra de Marcelino
Menéndez y Pelayo
Cuando el año enloqueció y comenzó a marcar nuevamente
el otoño, perdimos algunos trenes y la oportunidad
de dormir juntos
Hacia el final del año habíamos perdido tanto, que
extraviamos también la capacidad de evocar lo perdido
Por fin se constituyó la Nueva Cronología, que no
computa pérdidas sino abandonos, y según la cual
está prohibido imaginar lo que se tuvo y
registrarlo en poemas
Udine
Sólo el nombre de mi abuelo queda en Udine
Ciertos sonidos un genitivo anómalo
Un rasgo quizá retorrománico
Un nombre que es la marca de un oficio
Dondequiera se extienda
La sangre del Friuli laboriosa y pobre
El nombre propio más común
De Udine me recibe
En la primera esquina de la ciudad
Con un guiño irónico
Has vuelto dice
Pero no queda nadie
Grote markt
Las piedras de la plaza
encierran mis pasos
en otro tiempo
Aquí busqué un mendrugo
entre los desperdicios
aspiré
el olor fermentado
de la remolacha
(Besé
las botas relucientes
me incliné
ante los látigos de fuego
Wagner innumerable)
Caíamos encorvados
contra la roca
Sólo
Queríamos
comer
South boston
Una muchacha negra
sostiene entre sus brazos
un ramo de jazmines. De sus senos
brotan flores que se deshojan
sobre el rojo vivo de la alfombra.
El visitante
En la puerta tropecé con el Otro,
que entraba. Lo increpé: “¿Adónde vas? Mi casa
no es tuya”. Sin
detenerse, dijo: “No te afanes.
Yo no entro en tu casa
sino en ti”
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