sábado, 15 de septiembre de 2012

7935.- RODRIGO OLAY




Rodrigo Olay
(Noreña, Asturias, 1989) Estudia Filología Hispánica en la Universidad de Oviedo. Su ópera prima, Cerrar los ojos para verte (Universos, Mieres, 2011) resultó merecedora del Premio «Asturias Joven» de Poesía en 2010. Ha sido incluido en las antologías Una música, un rumor y un símbolo y El triunfo de la muerte, y sus versos han aparecido en las revistas Hesperya y El Alambique. Colabora regularmente con Clarín. Revista de nueva literatura.




AMERICAN DREAM

Cuántas veces soñé con no ser diferente,
yo quería ser sólo uno más en el grupo
y llevar la chaqueta del equipo de básket
para que una flexible animadora eléctrica,
de melena tan nueva y rubia que ocultase
sus espaldas trigales como recién llovidas,
aceptase entre risas de otras animadoras
mi propuesta nerviosa junto a unas taquillas
y viniese conmigo a la fiesta anual
donde todos los jóvenes alquilan limusinas
y se visten de esmoquin y bailan muy pegados
en el viejo gimnasio rodeados de globos
y tras ver que no son Rey y Reina del baile
se susurran sombríos que si quieres venir
a tomar aire fresco, y corren a los bajos
de las gradas de hierro, en el campo de football,
y ella entonces ensucia su vestido de gala
pero ya no le importa, o quizá mejor cogen
el coche de los padres de él hasta algún alto
(aunque sólo ella sabe lo que va a suceder)
desde donde se vea la ciudad y se dan
muy despacio y muy dulce, con los ojos cerrados
con la fuerza del vértigo, un beso minucioso
(el primero de ambos, pero lo hacen tan bien
que los compadecemos) y tienen al mirarse
toda su adolescencia rebosando en los ojos
y muriéndose saltan al asiento trasero.





EL MANCO

Su carne hiende, rojo, el sable. Él grita.
Le han amputado amigos, fe, la fuerza;
y ahora... Manco. Ha embarcado en altas naves
a imprecisos desiertos por herir

la estrella ensangrentada. En vano. Queda
rezar, soñar. En un instante, andantes
caballeros entreverá lejanos
que impedirá extinguirse (no lo sabe),

también la gracia que no quiso darle
el cielo (va a morir), la tierra humilde
de cuyo nombre no querrá acordarse...

Una voz interrumpe su regreso
cuando el sable le cierne la garganta.
Darth Vader dice: "Luke, yo soy tu padre".







OPERACIÓN TRIUNFO

Lo conocí. Apenas era nadie.
Pero rápido vi que no era otro
más. Me acerqué. Le hablé. Me lo propuso
y no pude negarme. Oí el dinero
cayendo desde el cielo a manos llenas.
El chico lo valía. Era un prodigio.
No tardaron algunos en unírsenos.
Formamos un buen grupo. Empezó todo.
Primero algunos bolos, poca cosa.
Luego aquella actuación tan celebrada.
Y entonces la locura, las ciudades,
los fans que nos seguían en la gira,
los estadios repletos. Y su luz.
Sus letras se aclamaban como salmos,
su palabra de música iba a misa:
gritar su nombre era ya un saludo.
Pero todo se jode. De repente
parecía olvidarse de quién era.
Las drogas lo engañaron. Se creía
que con su voz podía hacer milagros,
que era hijo de Dios, el Rey del Mundo
del Rock. Y se juntó con esa puta.
En las cenas bebía demasiado
y después nos decía tonterías
como que acabaríamos vendiéndole
a las aves rapaces del gobierno.
Empezó a haber rumores. No gustaba
aquel loco melenas con su broma
de amor y libertad y desastrados
hippies sucios creyendo sus parábolas.
La juventud se estaba corrompiendo.
Y fueron a por él. A por nosotros.
Para entonces él no entendía nada
empeñado en cargar su cruz a cuestas.
Pero yo supe ver. Y de ese modo
recordé dónde estaba mi lugar
y le hice el mayor de los favores.
Le hice eterno, inmortal, un Superhit.
Si no es por mí hoy no sería nadie.
Aquel jueves cambió toda la historia,
y acabó. Yo cumplí con mi papel.
Ahora sólo debo hacerme a un lado
y esperar a que venga a agradecérmelo.
Sobra tiempo y soy rico: tengo treinta
monedas. Sólo tres cuesta esta cuerda.





AUTORRETRATO

Que estás harto de taxis, de teléfonos,
de turbios aguaceros, de cristales,
de noches oscurísimas y frías
en sucios arrabales [sic], de bares
a deshoras, del tacto del silencio,
de los años perdidos, de amistades
peligrosas, de libros, de ciudades [...].
Que estoy harto -estás harto- y ya no puedo
seguir jugando a la literatura.
Estás solo -estoy solo- y no hay remedio,
y de aquí solo extraigo un mar de dudas,
y me dejo embarcar por la mentira
de no vivir viviendo en esta isla.
Y sabes mi secreto: estás perdido.
Nada tienes y no te queda nada
si salto sin la red de las palabras.
Estoy solo -estás solo- y malherido.

(de Cerrar los ojos para verte)




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