Leticia Luna, México, 1965. Poeta, ensayista y editora. En 1999 publicó los libros de poesía Hora lunar y Desde el oasis y en 2003, la primera edición de El amante y la espiga. Ha realizado las antologías Mujeres poetas en el país de las nubes (2000) y en coautoría con Maricruz Patiño y Aurora Marya Saavedra(+), la Trilogía poética de las mujeres en Hispanoamérica (pícaras, místicas y rebeldes), publicada en 2004, que reúne poesía femenina de ocho siglos y veinte países del ámbito hispanoamericano.
Obra suya ha sido compilada en las antologías: 76 poetas en Generación (2001), En el rigor del vaso que la aclara el agua toma forma. Homenaje de poetas jóvenes a Gorostiza (2002), Las flores de la dicha. Antología de la poesía alegre (2003), Eco de voces Generación poética de los sesenta (2004) y Memoria del x Encuentro de Poesía de Bogotá, Colombia (2004), entre otras. Ha publicado en diarios y revistas de diversos países latinoamericanos. Dirige la editorial La Cuadrilla de la Langosta y pertenece al Consejo de colaboradores de la revista Alforja de Poesía.
Vieques libre
Hoy no sé de auroras
gaviotas
ni de botellas perdidas en altamar
Hoy no sé de la noche
ni de lluvias
produciendo chasquidos
que arrecian o amainan
según su melancolía
Hoy no sé de viajes
ni de penumbras
sí de alumbramientos
Sé de la libertad
ensanchando sus alas
pronunciando sus versos
incendiando la piel
y la sangre
de un trópico rebelde
Vieques libre
¡Viva tu canto!
1º de mayo de 2003
Salida de los marines
norteamericanos
de Vieques, Puerto Rico
La espiga
I
Pudiste haber escrito una canción
en el vaho sideral que dejan los aviones
o en el rapto de las rosas
para obsequiar a los cometas
Y así llegar despacio
al asesinato de mi única palabra
de mi voz de mar de cielo
hoja de atardecer que se sacude
en medio del otoño
Pudiste susurrar el sonido
que oías de las estrellas
a la hora en que soñabas ser
la joven que espera
en un pueblo perdido de volcanes
empeñada en coleccionar un alfabeto portátil
hundido en la memoria
Pudiste obsequiar margaritas
a los ojos de las muchachas tristes
tan cerca del asesinato y el naufragio
de la pureza colérica del más enfebrecido
cofre de palabras
En las tardes de descampado amor perdido en los hoteles
tenías la edad del bronce y una mirada que arrasaba con la tibieza
de las paredes viejas en aquel pueblo de verdes monosílabos
que de vez en vez se despertaba con los alaridos ebrios
de los muchachos que cantaban loas a la noche
y al amanecer
empeñados en lamer el vaho del cielo
con sus lenguas de vino y de placeres
II
Las trampas de la aurora
para reunir a los de ojos de volcán
a los de manos de río y corazón de voces
perdidos e iluminados por el camino del eclipse
Aquel talismán para irse y no volver
para abrir la noche y atribuir a los poetas
los versos más osados que nos convencían
de lo bueno que era hacer el amor en las ventanas
en los parques
o en azoteas de casas ajenas e ignotas
Para soñar con el poeta que vive dentro
y dejarlo oceánico rompernos la piel
con sus coletazos de ola y labios
en una dentellada y otra
confundidos en el dolor de cada sorbo
Burbujeantes botellas de vino
formadas y vacías como un ejército rendido
después de la batalla
III
Ahora podría escribir:
"El Amor naufragó en los confines más cercanos del olvido"
pero la pluma es torpe y se repliega
en el instante en que entrar y salir del Paraíso
tan sólo requiere de mi pasaporte único de las palabras
Sin pájaros ni madreselvas
A Benjamín Anaya
Pasaré por tu calle como por tu cuerpo
con un poema desnudo de toda enciclopedia.
Quién soy yo para nombrar tu claridad
en un amanecer que se sonroja
boca de mirlo con sed y sin abrigo.
Para ti no tengo coartada, ni gloria, ni infinito
no tengo amaneceres, ni pájaros, ni madreselvas
no tengo avestruces en cuyo vientre acurrucarte.
Para ti no hay espinas, ni aduanas, ni soldados
no hay sombras, ni famas, ni gorriones
no hay púas, ni codornices en el estómago del día
para ti sólo tengo mi vocación de gaviota triste
mi vuelo
y voluntad de arena.
La luna es un grafitti sobre la ciudad
Cuando no hay canícula
sino lluvia
la luna está fuera de nosotras
Con el beso de la luna retorno a un cuerpo
- que como a Marge Piercy -
le gustaría quitarse el sexo
y dejarlo guardado
en el armario
Cuando en la canícula
los insectos arden
Sucede que me canso
de aullar los deseos
Entre la carroña que encuentro
al atravesar la ciudad
resulta que soy pura
que obligo a mis apetitos
a salir de cacería
aunque la selva
sea un paraje de concreto
Sobre la alfombra polvorienta
despierto con la certeza
de haber estado con dos leopardas ebrias
La ciudad es una olla express
que gotea sus vapores sobre sí
mientras la luna es el grafitti
más bello de la noche
Perla y jade
La mujer dice el tiempo se ha apagado
El hombre intenta conciliar el sueño
La mujer pone cara de reloj descompuesto
El hombre se apresura a componerla
La mujer cree que es una flor y se marchita
El hombre le da una cerveza por el tallo
La mujer llora una lluvia de estrellas sobre el frutero
El hombre se las come hambriento
La mujer canta mariposas
El hombre abre la ventana para verlas volar
La mujer trae a casa un oso y un delfín para ver morir la luna
El hombre aúlla sin convertirse en lobo
La mujer va a la playa y regresa
Al hombre le han crecido dos ramas
La mujer tiene un girasol en la mirada
El hombre es una guitarra azul
La mujer va a un mitin
El hombre siempre ha estado ahí
La mujer resbala por el índice del Tiempo
El hombre la atrapa en el pulgar del Cielo
La mujer ronronea
El hombre lame
La mujer da a luz una Letra
El hombre se llena de gozo
La letra balbucea y se convierte en música
se alza y ya es una palabra
Pronto será un texto vivo
Jade y perla
Pronto será un texto vivo
se alza y ya es una palabra
La letra balbucea y se convierte en música
La mujer se llena de gozo
El hombre da a luz una Letra
La mujer lame
El hombre ronronea
La mujer lo atrapa en el pulgar del Cielo
El hombre resbala por el índice del Tiempo
La mujer siempre ha estado ahí
El hombre va a un mitin
La mujer es una guitarra azul
El hombre tiene un girasol en la mirada
A la mujer le han crecido dos ramas
El hombre va a la playa y regresa
La mujer aúlla sin convertirse en lobo
El hombre trae a casa un oso y un delfín para ver morir la luna
La mujer abre la ventana para verlos volar
El hombre canta mariposas
La mujer se las come hambrienta
El hombre llora una lluvia de estrellas sobre el frutero
La mujer le da una cerveza por el tallo
El hombre cree que es una flor y se marchita
La mujer se apresura a componerlo
El hombre pone cara de reloj descompuesto
La mujer intenta conciliar el sueño
El hombre dice el tiempo se ha apagado
Botón de lluvia
A las niñas de la calle
I
Los desplazados desfilan
por tu memoria de patria pobre
y despojada
los muertos se levantan
no han sido enterrados
II
Araceli dormirá esta noche
de lluvia en la Alameda
tiene una alcantarilla en la mirada
un vidrio roto en el corazón
sus días son el rocío seco de hojas callejeras
exhalaciones fétidas de la ciudad amortajada
Gritos
sangre
lluvia de piedras
el miedo es un dolor agudo
un ansia de quitarse de encima
,;la persecución
Araceli es un botón de lluvia
que cae en el baldío
y sobrevive mil noches
de luna en el abismo
Las hijas de la Luna
Las hijas de la Luna
viajamos de piel en piel
de pez en pez
de magia
en consumado hechizo
En las alcobas de la luna
sueñan las chavas punks
duermen las vírgenes
y navegan las sirenas
acompañando los navíos naufragantes
de las noches ebrias
Desde las azoteas
las concubinas huelen los versos de sus amantes
convertidas en musas terrenales durante el ángelus
Las hijas de la luna somos mujeres cálidas
terrestres
leopardas
vagando por Wirikuta
Luna llena
que bañas de plata a los jaguares
Ojo de mar de mar de luna
de rayos de solsticio y sal
¡Celebración de la lengua!
en la piel del astro
la fiesta india
es el papel amate de mi cielo
La caída
A mi amigo, Arturo Souza +
No volveremos nunca
a ver la caída de la estrella en el charco
a caminar los desiertos de luna
con el Sueño que nos enlazó el ombligo
No se verán más lágrimas
en el dolor del cementerio
que ve partir a los amigos
No más el polvo del eucalipto y el ciprés
cubriendo el Tercer Mundo
con la estela de hojas
en el camino
en las piedras rodantes
en las canciones de amor
y en los Cien años de Macondo
Las tardes tranquilas devoran libros
de la Biblioteca Universal Circulante
e iluminan anárquicas miradas
al amparo del hongo rosa de la fiesta
Para extrañarlo todo
la foto de Elisa en el póster de la universidad
los poemas de Wirikuta
las canciones de Paraíso
el manifiesto pacheco
la expedición a Tamazunchale
para buscar al unicornio
y las manos alzadas en los mítines
Las pintas en las bardas de la ciudad
los conciertos de rock
las enseñanzas de Burroughs
y las etílicas madrugadas de lucidez
para el poema
El llanto de luciérnagas
el día de tu muerte
la voz de Patti Smith
la inocencia perdida del suicidio
y el paradigma de Jesús
en la cripta 33 del ciprés y el eucalipto
No volveremos nunca
a ver la caída de la estrella
en el vaso de cerveza
pues la soga ha quedado vacía
y nuestros cuerpos mueren
en esta tarde ebria
donde la tristura
cobra con creces los cien años de Lolita
quien espera en la llegada de la aurora
la canción más íntima
o los ladridos de los perros
que anuncien la próxima partida
No volveremos juntos
a ver la caída de la estrella
en el charco
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