Denisse Vega Farfán, nacida en Trujillo (PERÚ), y radicada actualmente en Chimbote, galardonada con el premio Poeta Joven del Perú el 2008, con su libro "Una morada tras los reinos".
Autora de los poemarios “Euritmia” (2005), y “Una morada tras los reinos” (Centro Cultural de España & Lustraeditores, 2008). Forma parte de “Antología de los finalistas de la XIII Bienal de Poesía - Premio Copé Internacional 2007” (Petroperú, 2008), “Poetas Peruanas de Antología” de Ricardo González Vigil (Mascapaycha, 2009) y “Mangueras rojas o azules” (Yaugurú & Los libros del imperdible, Uruguay, 2010), entre otras. Poemas suyos han sido traducidos al inglés y francés, apareciendo en revistas especializadas como “Hueso Húmero”, “Fórnix”, “Periódico de poesía” (UNAM, México), “Un vicio absurdo”, y “Review” (Nueva York).
la noche me urde con hilos de miseria
más en el centro del gran tejido
soy la araña solitaria
que atrapa palabras como insectos
para succionarlas
momificarlas
para crear más hilos contra los vientos
y murciélagos que desbaratan mi tela
yo enredo sus patas quiebro sus alas
luego con ellas fijo los extremos de la urdimbre
despoblada al fin de maldiciones
guijarros
hojas de algún árbol seco y exterminador
para la noche
para el descenso de la otra araña
que me engulle
hoy dormiré enrollada a tu paladar
humedecida
embrionaria
al despertar
la oscuridad será otro canto
habré parido mil bordes de espliego
una mancha sana en el éxtasis del lodo
una nada inclasificable
empezaré a escribir con tu mano
a correr con tus palabras
hasta ver el lenguaje hecho serrín
hasta verme curvada en todas las formas
menos la mía
la de los tizones tras la caída
de la lumbrera
un fardo de arena
así encontramos el Gran Templo
donde se celebraba la conjunción de las coreografías
millares de alaridos atrás
jaguar y serpiente
adelantando la lluvia sobre callosos dedos
por domar las geometrías irresueltas
del sol
mantos
báculos
rituales
vasijas
en un intento por deslenguar la polvareda
bicéfalos
no preguntando por el final
explican el alumbramiento
de nuestros vahídos
vigilados por desiertos cromáticos
en los que suspenderse
es igual al destierro
una orca indisoluble
contra el trajín de los símbolos
un pelícano escarpando la abundancia
circundando la franja ciega
donde florece el ardor
oírse en la boca del guerrero
atravesada por las espinas
más gruesas del cactus
o adivinarse
en la escena ejecutada contra el precipicio
con tocados rojos
flautas dispersando nuestras lenguas
apenas balbuceantes
hubo dioses que se alimentaban
con la misma cuchara
y serpenteaban ágiles
instruyendo vuelos
lo suficientemente largos
para no justificar nuestra torpeza
fémures astillados
por musicalizar el bullicio
de nuestras parcas conversaciones
de millares de líneas
está hecha Jumana
como el amor que se profesa
después de la muerte
rechinan
se descuelgan nuestros dientes
la araña nos acude por las encías
para sorber
tanta réplica amordazada
un ave de 305 metros
retando la intermitencia
mechones de cabellos
reclamando lo que fuimos
al mirar nuestros hombros insolados
sin parpadear
por trazar el final de su pico
en el que el solsticio sigue señalando
dónde comienza el retorno
y termina la regla
un colibrí hurgándonos las narices
imposible seguir el juego
por más que cambiemos de posición
sus alas batiéndose
a la velocidad de nuestras histerias
sigue esta línea de Reiche
en la que cada insolación
alberga
el frontispicio
un par de manos se precipitan
esconden un dedo
que apunta nuestros temblores
semejáramos la pausa de sus cuencas
despojándose de las definiciones
axiomas
de una rendida nada
hunde tus manos heridas
por el gas lacrimógeno
o la espera
ve detrás del cóndor
que no vacila en llegar
a donde jamás sabremos
no interesa
la altura persiste en su trayectoria
un mono contempla el vértigo
surcado de constelaciones
muéstrale tu incertidumbre
si aún te queda canto
tus palmas
aunque no te quede historia
habitaciones para el sigilo
montes para aullar
podría ser
que todos estuvimos aquí
danzando
en el espiral de su cola
sin alabar
las gangas del circo
la piedra
que nos blande las sienes
surcó esta arena
del color y sopor
de sus espaldas
temperaturas extremas
de la razón o el olvido
nazcas midieron búsqueda
con detenimiento
por sobre toda esta refracción inconstante
que parodia nuestras pérdidas
de millares de líneas está hecha Jumana
como el amor que se profesa
después de la muerte
incalculables
prolongaciones del gozo
vastas
porque débil es nuestra percepción
sobre la simetría
en el desierto
donde ninguna prédica
interfiere
Ven a esta sombra llena de espigas
Llena de rostros sin reflejos y dedos como tijeretas
Que te agujerean el corazón para ensordecerte
Ven
Quítate el pelo
La piel
Las palabras
El cuerpo
El nombre que usas
No te servirán
Ven a esta sombra
Al cordón umbilical de tu verdadero nombre
O retraso
Escupe las estrellas que hurtaste
El estómago vacío y azul es mejor
Tiéndete sobre el agujero
Y sabrás lo que es hablar con las nubes
1ª traición a la soledad.
“Yo no sé de pájaros,
no conozco la historia del fuego.
Pero creo que mi soledad debería tener alas”.
Alejandra Pizarnik
La verdad me abraza con sus huesos de felpa
yo lanzo mi caña de pescar al negro río del tiempo
y extraigo un pez grandísimo:
es la soledad que emerge de sus aguas turbias
con una despedazada mujer apretada entre sus dientes
una mujer que lleva puesta la sangre como un vestido de encaje
ondeando sus blondas de fuego.
Las voces caminan de largo en las ruinas de lo oscuro
donde habito como una serpiente
pero una de ellas (la más demacrada) se detiene y me susurra:
“Denisse
nadie lavó tus huesos con su sangre
ni desató tus sogas de hielo
se olvidaron de tocar tu campana 12 veces cada noche
para que amanecieras fuera de tu cárcel
de esa hospedería de pasillos y cuartos infinitos
donde Baudelaire y Rimbaud escriben versos
con los aguijones de los alacranes
y el corazón como una casa roja
de solitario cuervo o gorrión
se hunde tras el tsunami”.
Ah soledad
percudido gabán que todos se han puesto
quédate tú!
oliendo el moho de tus calles
intentando cruzar los puentes del desquicio
quédate con los neologismos que le inventaste
al brillo de mis ojos cada día
deja que lleve el amor como una insignia en el pecho
o una hermosa lágrima entre las manos
deja que reconstruya las facciones del ángel
que ya no soy.
Te digo pálida voz
pez que se traga otros peces
que ya no dormiré entre tus barrotes
en esa cárcel donde antes de beberte como cicuta
echaba sus raíces el crepúsculo
porque lo mismo sería hacerlo sobre un suelo húmedo
a la intemperie
con el ruido de los cláxones
y tu filuda voz gravitando en mi cabeza
como una sonaja.
Muchos hijos tuyos he sepultado
y dime: ¿acaso se elevaron al cielo?
Ahora sólo te pido soledad
que raudamente escupas mi nombre
mientras salgo como una polilla
por una de tus mangas.
Oscuridad
Humedecida hollada
Y no saciada la oscuridad
Persiste
Dilata más las cuencas
Estruja la cárdena cima
La mujer en su insistencia
Cede su cuerpo como la sed del jaguar
A la sangre de una liebre
Es la cruz central del sacrificio
Cada poro se desbasta y vuelve a tramarse
La ebullición cuesta abajo
Es un hogar de rojas y azules exequias
En la oscuridad esa mujer sortea nombres
Mientras que cómo infantiles recuerdos
Punzantes manos la auscultan más allá
Del revés de sus ojos
Hasta que finalmente en medio del más alto gemido
Encuentra el suyo.
Despegarse de sí
Como el sol de sus vanas metáforas
Descubrir los verdaderos reflejos del silencio
Verse partir de mil formas
Como un pequeño fuego
Un animal mitológico
Una égloga vacía
U otro camino de batientes horizontes
Ah
Pero todo sería menos soez
El hundir fúlgidamente mis pasos
Hasta en cualquier lenguaje surcado
Por venenosas fragatas con baluartes
De sanguinolentas patrias
Sin fermentar mis raíces
Si tan sólo la mano túrgida de luz
Emancipadora
Que prometiste sobre mi cabeza
Se construyese
Hasta quedar en mis ojos un pabellón
De definitivas señas.
Tu cuerpo cae en el poema
Como en un lecho de vivas lápidas
Ha muerto tu nombre
El aire de tus alas
El misterio que aullaba advirtiéndote el encanto
Como en una procesión detrás de tus ojos también van
Los seres que amamantaste
La soledad como fantasma mordaz y riente
El placer como caracol que se encoje succionando
Lo áureo de tus llagas
Tu cuerpo cae en el poema
Y acaso estas palabras germinando en tu tierra muerta
Sean los perfectos pies
Para comenzar los verdaderos pasos?
Cubierta
Moldeada de ti
Renazco
Para seguir el rigor contrario de tu sombra.
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