lunes, 2 de enero de 2012

5737.- MARILYN ROQUE GONZÁLEZ




MARILYN ROQUE GONZÁLEZ (Jagüey Grande, CUBA1972).Ha publicado los poemarios: Imagen y semejanza (2002) y Poemas para entretener al loco (2003). Textos suyos aparecen en las antologías Hermanos (1997), Cuerpo sobre cuerpo sobre cuerpo (2000), Mujer adentro (2000), Los parques (2002), Poetas de Matanzas V, La última cena, y Poetas de la isla, entre otras. Miembro de la AHS.



Yo, Safo…

No lo sabes, amigo,
No soy como pensabas.
Safo

No soy la leyenda sino la mujer.
Se me concibe un Phaón
sin conocer el verso escrito
sobre el mar que me sostiene.
Mentira Leucades.
Jamás me lancé por el tedio de los hombres.
Yo no hice mis silencios.
La cabalgata de estas horas se dibujó
al pie del olimpo.
Una diosa escrutó los abismos
para beber de mi saliva.
Ciertas muchachas me han cubierto
de sabanas la soledad.
La tarde me descubre mujer escribiendo nostalgias.
Pero la sangre del hombre que no soy
Me baña las manos en cada caricia.
No miento.
Yo quise estar ausente.
Perderme en los naufragios de los viejos otoños.
Brindar con Baco el vino triste de los dioses.
No les maldigo el olvido.
Venus gemía esclavizándome a su vientre
Y mi adolescencia se rompió al fondo de sus templos.
Estas son las hojas que guardé para esconderme.
Porque hoy vuelvo de mujer por las esquinas.
No pretendo defraudar a los fantasmas que poseo.
Pero el absoluto extravío estalla sobre el arpa.
Amigo.
Soy una mujer de Lesbos
Sonriendo a la leyenda que me esconde.



Las ruinas de Sorhen

Este es un canto
A la perdida eterna
Que pone a los hombres
Cerca de Dios y en las manos del Diablo.
Esta es la historia de Sorhen.
Noble sin título ahogado en la lujuria,
Amante equivocado que quiso ser sabio
Y no logró, siquiera, ser un hombre.

Yo lo afirmo.
Porque aun escucho los necios reclamos
De mi raza.

Amparo nocturno me dio la muerte.
Y como el hijo perdido que regresa bendijo mi frente.
Míos fueron los reinos más bajos,
Dolor y llanto el pasto de mis peces.
Criaturas inciertas de una soledad más allá del espejo.
Imágenes de unos amigos
Que siempre estuvieron en el mismo lugar.
Pedazos de un país que no distingo entre la niebla.
De sus escamas, las más brillantes, brotó la piel
Y los dos primeros ojos que pidieron agua.

Y tuve sed.
Y le besé las piernas, las manos.
Fui tras sus labios.
Busqué su sexo.
Me aferré a su carne.
Me hundí en los dos primeros ojos.
Y fui ciego.

-He aquí un hombre,
que después de perder la visión,
quiso coleccionar placeres.

(Cuidado con la soberbia.
Te lanza sobre las piedras,
Te parte las costillas,
Y sonríe al decir que lo siente)

-He aquí la soberbia
que se hizo vicio
cuando Dios decidió ser un hombre.

Detrás quedó el tiempo de vivir junto a los ríos.
Porque hasta los sueños se pudren si son de carne.
Ya no hicieron falta las escamas.
Bajo el puente me llamó otra voz que seguí al abismo.
Temblaron las paredes de mi cuarto.
No fui más que sombras
Robando espacios en cuerpos de otros.

Todo cuanto levanta la inocencia
Lo hace añicos el primer salivazo.
Mis tiernos peces que asolaban el reino.
Yo era Sorhen, amo y señor de una duda a fin de siglo
Otro hombre solo
Sabiendo que el amor, cuando lo encuentras,
Es muy caro.

-He aquí un hombre
que descubrió la mentira de ser un hombre
y salió a buscar a Dios.

Pregúntale a Dios
Por qué
Canceló mi cita.



El tren

El tren nunca salió.
Y en los ojos de esas paredes
Mi rostro se fue perdiendo como el humo,
Dejando solo el olor,
Que poco después se perdería también.
El tren nunca salió.
Y dude que el equipaje fuera mío.
Quizás estaba allí para hacerme creer que viajaría.
Cualquier cosa es posible
Después de vaciar la distancia en una botella.
Siquiera creo haber estado esperando el tren.
Porque tampoco tenía a dónde ir.
El único destino se había perdido en alguna esquina.
Cuando abrí la mochila encontré preguntas locas
Y en lugar de respuestas el más escalofriante vacío.
El cielo fue entonces un grito,
La calle un desespero.
Y la línea que debía guiarme
No estuvo nunca donde yo la vi.
La línea fue la justificación para que hubiera un tren,
Un viaje, una mochila.
La línea fue la máscara cobarde de este extravío.
El tren nunca salió.
La línea nunca estuvo.
Y el equipaje, definitivamente, no era mío.



Como si apenas quedara el aire

ruido de autos
silencio
gente atropellándose en las esquinas
rama de árbol quebrada
silencio
silencio más silencio
ruido de autos
silencio y gente atropellándose en las esquinas
silencio
ruido de autos
rama de árbol quebrada
en medio del silencio
gente atropellándose
junto al ruido de los autos
y el silencio
rama de árbol
y el silencio
silencio y el silencio
más el árbol los autos la gente
tu ausencia en esta esquina
donde se atropella la gente
llevada por el ruido de los autos
sin importar la rama quebrada del árbol.



Glosas a Sor Juana Inés de la Cruz

En la noche voy tras ella
por este cuarto vacío.
No importa el insomnio, el frío,
Si puedo encontrar la huella.
De alguna forma su estrella
Se perdió bajo mi mano.
Ay, no imaginas, hermano,
cuanto destruye la ausencia
y en medio de esta demencia
siento un anhelo tirano .

No es un fantasma, lo juro.
Su imagen secreta pasa
y arde todo entre la braza
de un fuego más tierno y puro.
Sintiendo su voz abjuro
De aquello que toco miro,
no puedo hablar, no respiro
para que dure el encanto.
Espero más, otro tanto
Por la ocasión a que aspiro.

Y sin querer hallo muerte
en la mínima distancia
que acaba con la arrogancia
de mis deseos, vaya suerte.
En ese momento advierte
su mirada que deliro
y guardándome un suspiro
me salgo a buscar la paz
pues nunca he temblado más
que cuando cerca la miro.

Nos va uniendo la lectura
de un libro casi olvidado.
Ambas, con mucho cuidado
sospechamos la aventura,
La innegable marca oscura
que habita el verso profano
y evitando ese pantano
de las más bajas pasiones,
acodada en los rincones
yo misma aparto la mano.



Esta larga manera de acostumbrarse a morir

Y me acostumbro
a no escuchar la voz que preguntaría
¿me necesitas?
a no escuchar la voz que preguntaría
¿me extrañas?
a no escuchar la voz de los amigos que me llaman
los que no van a otro sitio sin mí.
Y me acostumbro
a recorrer las calles como siempre
una madrugada más (nunca una madrugada menos)
no hará la diferencia en mi costumbre
Y me acostumbro
a transcurrir el día atropelladamente
a llevar lentes oscuros y pensar en el alcohol
(cuando no lo estoy bebiendo)
Y me acostumbro
a ser el loco-payaso de quienes hubieran sido amigos
a ser mi loco-pátetico-payaso
a la soledad que seguramente me gusta
(piensa alguno que por supuesto no soy yo)
Y me acostumbro
me acostumbro
me acostumbro
me acostumbro
etc.



Habitación 324

Una mujer puede estar
en un cuarto de hotel
y dejar que la vida pase
abriendo la puerta,
o la sombra oscura de la vida
a través de la puerta.

Una mujer puede llamar a la puerta
de un cuarto de hotel
y jugárselo todo,
dejar de ser la sombra.

Una mujer puede estar en el umbral
de un cuarto de hotel
y sentir la sangre de los huéspedes
palpitar detrás de las paredes,
sacudirse las noches de su ausencia.

Puede existir un hotel
con un cuarto
y dos mujeres,
o una sola a ambos lados de la puerta,
que extienden las manos al mismo lugar
para reencontrarse siempre.
Entonces la muerte

será la sombra que pasa
por el largo pasillo
olvidando en qué cuarto
dos mujeres se abren como la vida.



La Ronda

Bajo la calavera de alabastro
tres mujeres sacuden el polvo en sus infiernos.
Cada una desconocida para si,
cada una ajena.
Bajo la calavera de alabastro
Tres mujeres sacuden sus ropas en el tablero de ajedrez.
Cada una olvidada antes,
cada una etérea.
Bajo la calavera de alabastro
una mujer mira a otras dos sacudir lo que han amado.
Cada una incierta,
cada una perdida.
Bajo la calavera de alabastro
Una mujer miras a otras dos sacudir lo que han tenido.
Cada una más cercana,
cada una propia.
Bajo la calavera de alabastro
Una mujer mira a otras dos sacudir lo que han soñado.
Cada una esperada siempre,
cada una pensada.
Bajo la calavera de alabastro
Una mujer leve,
Una mujer pesada,
Una mujer.
¿Cuál de las tres más sola?

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