domingo, 30 de octubre de 2011

5221.- JOSÉ AGOSTINHO BAPTISTA



José Agostinho Baptista
José Agostinho Baptista (Funchal, Madeira, 15 de agosto de 1948) es un poeta portugués contemporáneo.
Ha sido un asiduo colaborador en la prensa, particularmente en el "Comércio do Funchal" y más tarde en "La República" y el "Diario de Lisboa", cuyo suplemento "O Juvenil" lo dio a conocer como poeta.
Desde entonces, y a lo largo de once libros publicados, su poesía ha sido reconocida como una de las más originales e importantes de la actualidad en lengua portuguesa, como han señalado, entre otros, António Ramos Rosa, Fernando Pinto do Amaral o Joaquim Manuel Magalhàes en los ensayos que le han dedicado.
Simultáneamente José Agostinho Baptista ha taducido al portugués a autores como Walt Whitman, W. B. Yeats, Tennessee Williams, Paul Bowles o Enrique Vila-Matas, entre otros.

Obras del autor
Deste lado Onde, Assírio&Alvim, (1976).
Jeremias o Louco, Assirio&Alvim, (1976).
O Último Romântico, Assírio&Alvim, (1981).
Morrer no Sul, Assírio&Alvim, (1983).
Auto-retrato, Assírio&Alvim, (1986).
O Centro do Universo, Assírio&Alvim, (1989).
Pixao e Cinzas, Assírio&Alvim, (1992).
Cansoes da Terra Distante, Assírio&ALvim, (1994).
Debaixo do Azul Sobre o Vulcao -Edicao do autor-, Assirio&Alvim, (1995).
Agora e na Hora da Nossa Morte, Assírio&Alvim, (1998).
Biografia, Assírio&Alvim, (2000).




AGONÍA

Tal vez el caos,
el cuarto abandonado, el fardo de la agonía,
tal vez el vaso astillado entre los dientes,
la pluma que escribe en extraña lengua de
ceguera y pavor,
tal vez todo eso sea digno de ti o de esta
pena que hace aquí su abrigo y me acompaña
últimamente
por los días que vendrán como un animal
herido,el águila, el antílope, la noche,
la noche que ya no contiene el deseo, el
aliento,nada que pueda ser dicho o hecho,
la noche de mis manos frías, agarradas
a la garganta,
a sus gritos que se vuelven hacia dentro,
hacia las hogueras sangrientas del amor.












Ahora

Hay un martillo de enigmas,
un martillo loco que golpea en los nervios,
triturando las fibras,
hay un estruendo subterráneo que sube hacia las
sienes,
pero no explota,
no explota esta cabeza vencida, caída sobre
la mesa,
sobre el mantel bordado entre el ayuno y las
misas, en las tierras del padre.

Hay un globo de magias en desuso que no
perturba a quien llega, a quien se sienta,
con las manos abiertas, con el cuchillo detrás,
del lado de la espalda que lanza a las paredes
un bulto siniestro, en silencio, al acecho.

Yo sé por que vino, lo que quiere, qué hace aquí,
pero tú alzas los cálices,
la miras y le ofreces una rosa y
partes el pan,
y luego adormeces y entras en el túnel que da
hacia las colinas de Dios,
hacia sus muertos antiguos.






Agora

Há um martelo de enigmas,
um martelo louco batendo nos nervos,
esmagando as fibras,
há um estrondo subterrâneo que sobe para as
fontes,
mas não explode,
não explode esta cabeça vencida, caída sobre
a mesa,
sobre a toalha bordada entre o jejum e as
missas, nas terras do pai.

Há um globo de magias em desuso que não
perturba quem chega, quem se senta,
com as mãos abertas, com a faca atrás,
pelo lado das costas que lançam nas paredes
um vulto sinistro, em silêncio, à espera.

Eu sei por que veio, o que quer, o que faz aqui,
mas tu, ergues os cálices,
tu olhas para ela e ofereces uma rosa e
repartes o pão,
e depois adormeces e entras no túnel que dá
para as colinas de Deus,
para os seus mortos antigos.








Tres poemas del libro ‘Esta voz es casi viento’,
que edita estos días Baile de Sol traducido por Celina Martins.


ERES LA MADRE DEL SOL

Eres la madre del sol,
señora mía que tejes la alegría del hombre.
Tus agujas brillan sobre la nieve.
El alce de las montañas viene a beber a tu lado,
en el regato junto al alpendre donde estás sentada,
como si no pensaras.
Tus hijas bailan,
del otro lado del bosque,
mientras esperan los príncipes que durante el
sueño las amaban.
Sus tranzas se sueltan y se sueltan las hojas
leves
del árbol sin nombre.
Tú esperas que termine el día.
Tus dedos se mueven como las nubes que
pasan en los cielos de oriente.
A veces, cantas.
Y tu voz, llevada por el viento,
llega muy deprisa a la soñolencia de los pájaros.
Sobresaltados, ellos despiertan.
Sus alas perfectas
explican los sueños de Dios, la invención
del mundo.
Eres la madre de las aguas que corren,
señora mía que viajas en la cadencia de las
barcas.
Los remadores te aman como aman la
visión de los peces locos.
Por eso bendices los cardúmenes,
el milagro de los mares.
Por eso te arrodillas,
ahora que tus hijas regresan, sin
temor,
sanas y salvas.
El alce también regresa a la nieve donde tus
agujas brillan.







Y ENTONCES ÉL DIJO

Y entonces él dijo:
quiero ir de pie, en el último combés,
cuando el sol cae,
cuando la gran luz se apaga en el otro rincón
del cielo.
Quiero
que el albatros se pose en mi pensamiento,
que sus alas estén eternamente abiertas
en el aire.
Pero sólo la gaviota solitaria se acercó,
persiguiendo el cardumen,
gritando roncamente,
como si llamara.
Y entonces él dijo:
mar,
quiero que seas siempre azul,
mar profundo,
mar de adentro, mar de mi alma.
Pero el mar no me contestó.
La gaviota voló en picada sobre el combés y
ahí, hasta hoy, quedó
como una estatua pura, una estatua de sal.
Y entonces él dijo:
¿para dónde iré,
cómo podré navegar,
cómo podré secar estas lágrimas que bajan
por mi rostro,
cómo podré volar si no veo las alas de mi
amor?
Pero nadie contestó.
Y ahora hay quien lo vea, de pie, en el último
combés,
al lado de las plumas blancas, de la estatua pura.







LANZAD

Lanzad,
sobre mi cuerpo cansado del mundo,
los pétalos ya sin brillo de las flores de la
mocedad,
lanzad sobre mí las estrellas que vi antes del
exilio,
en el país de los días conmovidos,
escribid,
en la piedra blanca,
en el mármol pulido,
mi nombre traicionado
y todos los nombres que no amé, que no tuve,
y se apagaron en el humo de mis labios fríos,
coronad de rosas del cielo
mis cabellos que aún vuelan por
los caminos de la tierra,
mis cabellos que caen más cerca
del lodo y de las raíces,
cantadme una canción más,
pues sólo el lamento de los violines
podrá redimir mi pecado y mis sueños,
rasgando la sombra maligna,
los oscuros velos del norte,
su asombro,
dadme de beber,
una vez más,
el licor ardiente de los valles que duermen entre las
montañas del fuego,
dadme lo oculto de los cactos y del
cereal molido,
dadme las heridas de los mártires que en
los desiertos del amor
buscan,
año tras año,
un rostro amado y puro,
haced,
en el fondo de mi pecho,
un cofre de nostalgia y oro,
un lugar de cenizas donde el tiempo vuelve a
la secreta luz de las casas,
al pequeño sol de los candelabros,
encended,
en el relieve de mis hombros acostados,
las velas que arden más tarde,
junto a los moribundos,
con su olor de aceite,
con su llama trémula que alumbra los
retratos de los rostros perdidos,
dibujad,
en la cal de las paredes,
las extrañas trepadoras de la noche,
el bosque por donde caminan los niños del
otoño,arrancando las plantas del silencio,
acechando la amenaza de la hiena y del tigre,
anunciad,
en las altas torres de las iglesias,
con campanas de profundo timbre y bronce,
la hora de la hostia,
la hora de mis versos antiguos, ardiendo.







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