PALOMA FERNÁNDEZ GOMÁ. Nacida en Madrid en 1955 y enraizada en Algeciras (Cádiz). Diplomada en Geografía e Historia, cursó estudios de la licenciatura de Historia. Fundó y dirige la revista cultural de ámbito internacional “Tres Orillas”. Es miembro de honor de la AEMLE ( Asociación de Escritores Marroquíes en Lengua Española ), Asesora Literaria del Instituto Transfronterizo del Estrecho de Gibraltar, hasta su cierre, miembro de la Junta Directiva de la Asociación de Críticos Literarios y Escritores de Andalucía, Vocal de Cultura de la AMP Victoria Kent de Algeciras y Delegada por la provincia de Cádiz de la ACE (Asociación Colegial de Escritores de España) en Andalucía.
Tiene publicados relatos y poemas en suplementos literarios y revistas literarias, así como colaboraciones, tanto en medios nacionales como internacionales, en libros de homenaje y pliegos poéticos. Escribe crítica literaria en diversos suplementos literarios y colabora en el periódico Europa Sur en el suplemento literario La Isla, donde llevó la columna “En mi butaca”. Ha dado conferencias, comunicaciones y recitales en numerosas instituciones.
Es Directora Honorífica del Premio de Poesía “Encuentros por la Paz” de San Pablo de Buceite (Cádiz), Mención Extraordinaria de la Asociación de Mujeres Progresistas Victoria Kent de Algeciras por su labor intercultural. Premio LA BARRACA DE LAS LETRAS Y EL TEATRO concedido por la Fundación Dos Orillas de la Diputación de Cádiz en reconocimiento a su obra. Su obra está siendo investigada por las profesoras Susana Medrano de la Universidad San Juan Bosco de la Patagonia, en Argentina, y Lola Hidalgo Calle de la Universidad de Tampa, en Florida (Estados Unidos ).
Sus obra publicada se compone de: EL OCASO DEL GIRASOL. Fundación de Cultura José Luis Cano. Algeciras 1991; CALENDAS. Editorial Torremozas. Madrid 1993; RELATOS DE MUJERES II. Antología. Editorial Torremozas. Madrid 1996; SONATA FLORAL. AMP Victoria Kent. Algeciras 1999; PAISAJES ÍNTIMOS. Colección Biblioteca General – Corona del Sur – Málaga 2000; SENDEROS DE SIRIO. Premio de Poesía María Luisa García Sierra; UMBRAL DE VIGILIAS. Aula de Literatura José Cadalso de San Roque; LUCERNAS PARA JERICÓ. Mancomunidad de Municipios del Campo de Gibraltar. 2003; TAMIZ DEL DESASOSIEGO. El Sobre Hilado. Sevilla. 2003; CÁLIZ AMARANTO. Colección Torremozas. Madrid. 2005; ÁNGELES DEL DESIERTO. Colección Ancha del Carmen. Excmo. Ayuntamiento de Málaga. 2007; VEINTICUATRO RETRATOS DE MUJER. Narrativa. Cooperación Internacional de La Junta de Andalucía. 2007; DESDE EL ALFÉIZAR. Aula de Literatura de Roquetas de Mar. Almería 2008; ACERCANDO ORILLAS. Fundación Dos Orillas – Diputación de Cádiz. 2008 y ANGES DU DÉSERT. Cuadernos Culturales Isla Verde. Algeciras 2009.
Su obra está recogida en distintas antologías y ha sido traducida al mallorquín, al árabe, al inglés, al francés y al italiano.
DESEMBARCO
En la arena culmina la tarde.
No queda lejos la madrugada,
después un halo de silencio
resbalará en la orilla.
De nuevo el náufrago intentará
alcanzar la playa, refugio de aquéllos
que se adentraron en el mar.
De sacro silencio la noche cubre
toda muerte silenciada.
MAR NUESTRO
Existe un Sur arcano
donde nacen centellas
y florecen jacintos
entre tibias arenas.
Allí meditan ángeles
de miradas que tiemblan
y transmiten al viento
su luz de primavera,
florecida en los campos.
Hojarascas, veredas,
dan al mar su canción,
esquivando la niebla
que alienta oscuridad.
Volverá la marea,
llena de viejos tiempos,
a saciar las esperas
de las playas del Sur.
Hay flores que reflejan
la más honda distancia
que el mar nuestro esparciera
en las haldas del viento,
meciendo sementeras;
campo y campo, habitado
por las garzas esbeltas
de inmaculadas plumas.
Mas las hojas ondean,
siempre con su perfume
de cándida doncella,
inundándolo todo
con su alada pureza.
Reverdecen los campos
y las cigüeñas vuelan
sobre montes y ríos,
sobre el mar y la tierra.
Trenzarán los milenios
raíces hondas, negras,
impregnadas de rayos
y aromas de tormenta,
y brotarán los dardos
fieros de las estrellas,
cruzando las galaxias,
magníficas e inmensas,
pobladas de vestales
y orladas de cometas.
Habitarán el Sur
caracolas, leyendas,
libando de las vides
y ansiosas de cosechas.
CADENCIA DE AMANECER
Aquella estrecha franja de luz que delimita las sombras
con preludio de claridades, lleva la impronta del almizcle,
la nostalgia de un deseo en el dintel o el halo de todas las ráfagas
que en torno al solsticio se aventuran a pasar desapercibidas
entre aleteos de mirlos.
Surgieron el la plenitud que anida en los astros
y se hubo de fusionar el eco del pasado con la llama que brotaba.
El lento descender de caravanas en busca de especias
nutrió la arena de una voz espesa, que se aventuraba
a partir entre partículas de frío,
después la más extensa de las calimas rodearía la franja
de un tibio viento que generaba fuerza nutriente
para extender vigor.
En círculo atemporal navega el temblor de todas las madrugadas,
Tal vez Hera emerja entre ánforas de perfumes
Derramando el elixir de los dioses entre dunas itinerantes que anhelan
aunar su esfuerzo al primer atisbo de luz sobre el horizonte.
Reminiscencias de ópalos antiguos y semillas entre las manos,
sería la fórmula de algún experto alquimista
que pretendió blandirle último efluvio de oscuridad
que antecede al alba.
HACE TIEMPO que no te contemplo, padre,
sentado sobre el sillón de cretona.
No escucho tu voz
ni tus breves pasos atravesando el pasillo,
no te veo apoyado en la baranda del balcón
observando los barcos y las olas,
escuchando el canto de las gaviotas
que anuncian cuando se aproxima el levante.
No tengo tu mirada ni tu palabra.
Un hueco interminable cimbrea mis tardes.
No logro acercarme a tu imagen.
Presiento tu ausencia
Y no hallo el camino que me lleve
hacia ti.
Tengo la certeza de que si salgo a buscarte
no te hallaré.
Me han dicho que está junto al mar,
en un acantilado cubierto de verde
donde suelen posarse las gaviotas
y hasta donde llegan los sonidos del puerto.
Es un lugar apacible y muy quieto.
Dicen que allí reposan todos los muertos.
En la arena culmina la tarde.
No queda lejos la madrugada,
después un halo de silencio
resbalará en la orilla.
De nuevo el náufrago intentará
alcanzar la playa, refugio de aquéllos
que se adentraron en el mar.
De sacro silencio la noche cubre
toda muerte silenciada.
MAR NUESTRO
Existe un Sur arcano
donde nacen centellas
y florecen jacintos
entre tibias arenas.
Allí meditan ángeles
de miradas que tiemblan
y transmiten al viento
su luz de primavera,
florecida en los campos.
Hojarascas, veredas,
dan al mar su canción,
esquivando la niebla
que alienta oscuridad.
Volverá la marea,
llena de viejos tiempos,
a saciar las esperas
de las playas del Sur.
Hay flores que reflejan
la más honda distancia
que el mar nuestro esparciera
en las haldas del viento,
meciendo sementeras;
campo y campo, habitado
por las garzas esbeltas
de inmaculadas plumas.
Mas las hojas ondean,
siempre con su perfume
de cándida doncella,
inundándolo todo
con su alada pureza.
Reverdecen los campos
y las cigüeñas vuelan
sobre montes y ríos,
sobre el mar y la tierra.
Trenzarán los milenios
raíces hondas, negras,
impregnadas de rayos
y aromas de tormenta,
y brotarán los dardos
fieros de las estrellas,
cruzando las galaxias,
magníficas e inmensas,
pobladas de vestales
y orladas de cometas.
Habitarán el Sur
caracolas, leyendas,
libando de las vides
y ansiosas de cosechas.
CADENCIA DE AMANECER
Aquella estrecha franja de luz que delimita las sombras
con preludio de claridades, lleva la impronta del almizcle,
la nostalgia de un deseo en el dintel o el halo de todas las ráfagas
que en torno al solsticio se aventuran a pasar desapercibidas
entre aleteos de mirlos.
Surgieron el la plenitud que anida en los astros
y se hubo de fusionar el eco del pasado con la llama que brotaba.
El lento descender de caravanas en busca de especias
nutrió la arena de una voz espesa, que se aventuraba
a partir entre partículas de frío,
después la más extensa de las calimas rodearía la franja
de un tibio viento que generaba fuerza nutriente
para extender vigor.
En círculo atemporal navega el temblor de todas las madrugadas,
Tal vez Hera emerja entre ánforas de perfumes
Derramando el elixir de los dioses entre dunas itinerantes que anhelan
aunar su esfuerzo al primer atisbo de luz sobre el horizonte.
Reminiscencias de ópalos antiguos y semillas entre las manos,
sería la fórmula de algún experto alquimista
que pretendió blandirle último efluvio de oscuridad
que antecede al alba.
HACE TIEMPO que no te contemplo, padre,
sentado sobre el sillón de cretona.
No escucho tu voz
ni tus breves pasos atravesando el pasillo,
no te veo apoyado en la baranda del balcón
observando los barcos y las olas,
escuchando el canto de las gaviotas
que anuncian cuando se aproxima el levante.
No tengo tu mirada ni tu palabra.
Un hueco interminable cimbrea mis tardes.
No logro acercarme a tu imagen.
Presiento tu ausencia
Y no hallo el camino que me lleve
hacia ti.
Tengo la certeza de que si salgo a buscarte
no te hallaré.
Me han dicho que está junto al mar,
en un acantilado cubierto de verde
donde suelen posarse las gaviotas
y hasta donde llegan los sonidos del puerto.
Es un lugar apacible y muy quieto.
Dicen que allí reposan todos los muertos.
SIN RETORNO
El espejismo del sueño
delimita la frontera de toda realidad, infinita melancolía,
socavada por la presencia de días y noches.
Las partituras quedaron en silencio abstracto, amalgama
de todos los sonidos.
Aguardaría la noche el último reducto de patio o la
débil silueta de un resplandor.
Cintas de negrura osaron cruzar los dinteles y el latido
que induce
a la espera.
Quedaron en penumbra los corredores que circundan
noches de olvido
y los cristales se hundieron en las plantas hasta ensangrentarlas
y conducirlas a través del monte al bálsamo de musgos y hendirnos.
Allí aguarda el bosque la noctámbula visita de doncellas vespertinas,
que cruzan las coordenadas del universo, una vez atravesada la
laguna Estigia.
Un vaho de valles en reposo surge del azogue e inunda los espejos.
No hay retorno.
DIVÁN ANDALUSÍ
Acuden ángeles de mirada cobriza,
de vigor exaltado en sus pasos,
de manos que atesoran la luz quebrada
en los senderos, para anunciar nuevos mensajes
de paz excelsa que haya de resucitar el impulso de la vida
en las márgenes del Estrecho de Gibraltar.
La voz del agua ha de ser la promesa de aquellos pueblos
que contemplan el éxodo de la humillación
desde una frontera ilimitada que rompa todo atisbo de dolor.
Ráfagas calientes del nuevo germen han de sembrar el rocío
en cada instante, generando la paz de un futuro halagüeño
donde el mar incube pebeteros de luz,
inundando la distancia entre las dos orillas.
AL – ANDALUS
Luz que esquiva todas las sombras
con su única voz de herida reciente
vertiendo el sándalo y el almizcle
de otros días sobre su rastro quebrado,
último rezo que acentúa la perífrasis
de connotaciones astrales, detenidas
en el reflejo del estanque.
Ojivas y alabastro de Oriente,
la luz desmembrada por los plateros
asomando sobre las tapias de los cármenes
conducen la eterna letanía de un tiempo
habitado por la distancia de los aljibes
en parámetros de humedad, si el eco del agua
sostuviera el cristal de su inercia, explorando
recintos acotados de azahar.
La ignota llama de las lámparas es guía
obligada de los recorridos por la Alambra,
única compañera del mirto reverdecido
que corona la ausencia de un tiempo
tridimensional donde el azogue condujo
la llamada de la campana,
la inercia del minarete desde su altura
y el canto unísono de la sinagoga.
Lucernas marchitas de ausencia
reclaman la voz del mirto sobre el agua,
vasijas de aceite para sus noches
y un ademán de conciliación
para nuestro tiempo.
ESTRECHO DE GIBRALTAR ( II )
Este mar Mediterráneo
que cabalga entre olas de nostalgia
me sale al encuentro
cada mañana, cuando recorro
la ancha senda que separa la orillas
de mis huellas
y surgen algas de Corinto,
mínimas conchas quebradas
que siembran de esquirlas la espuma,
anteponiendo un tiempo de arena
que arde al mediodía,
cuando la calima inunda las dos orillas,
ciñendo de ojivas celestes
esta calle del agua
que es el estrecho de Gibraltar,
cuna de nacencias, en pecios soterradas,
penetrando un tiempo
ya habitado
y el que ha de acontecer.
Mediterránea estela, ausente de hojas
que encierra el tiempo de las esporas
en clamor reciente de estrías
sobre el agua, anunciando el bagaje
más antiguo que transcurriera
por estas rutas desde Ampurias a Cartago,
elevando de las naves su espeso velamen,
sostenido bajo la cicatriz que expuesta al viento
eriza el temblor de cuantos remos
surcaron este agua desde Tiro a Sidón.
OLIVOS DEL RIF
Desde los troncos se auguraron nacencias ,
en simulacro de rayo, sus más profundas cuencas
deambularon en la distancia de la noche,
socavando el aroma del salitre que,
desde la broza,
iba esbozando un último lamento.
Las olas hubieron sido convocadas
al estertor de raíces
o a un réquiem longevo que suele anteceder
al paso de las estaciones.
La tierra hunde su herida en el surco
agitando todas las huellas
que empañarán su trashumancia.
Un horizonte aceituno labras sus edades
más allá de la mirada
imantando todos los acentos
que, de los olivos emergieron.
Las lucernas circundaron los recintos
hasta donde desciende el ocaso
incendiando lejanías.
Es oxidada la voz del viento
cuando secunda el vareo
desde Baena hasta el Rif.
Detrás de las Columnas,
Lixus cubriría de ánforas su quietud
de tiempo estremecido
o aquel temprano néctar de olivos
rezumando el límite de las alcuzas.
Toda una ribera de sal despierta
el eco de la madrugada
entretejiendo de verde la escarcha.
En la almazara es vertido el líquido acento
de olivares, derramando su eco perpetuo
en secuencias no culminadas
y postrar en el tiempo
su más atávica esencia.
TÚ MUJER
Mujer que habitas
el lodo vidriado de las esferas
hubiste de forjar la periferia
de un jardín acotado,
donde la ceniza cubre los destinos
que el tiempo habitó desde siempre
horadando tus venas con el germen
silencioso de la vida,
hasta ser tallada en cóncava estatua,
depositaria del rigor de la sangre
y del vínculo amanecido
que ungió al hombre,
anunciándole su andadura,
horas de estertor,
que marcarán la intemperie.
No fue contemplada la herencia gratuita
de la gestadora de vida
que sembró de liquen los espacios venideros,
amortiguó todos los golpes con sus manos
empapadas en sudor,
llevó la nieve a la frente enferma,
recorrió las sendas con cántaros
de agua y silencio,
alumbrando de luciérnagas las esquinas
de la oscuridad.
Abrió todas las puertas de los espacios
a la luz
y llevó un cuenco de sol a los perseguidos
y pan ácimo para saciar el hambre,
saldando todas las deudas con su letanía
de salmos y suras
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