viernes, 21 de octubre de 2011
5178.- JOSÉ LUIS ABRAHAM LÓPEZ
JOSÉ LUIS ABRAHAM LÓPEZ (Cartagena 1973) es Diplomado en Biblioteconomía y Documentación por la Universidad de Murcia, Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Granada y Doctor en Filología Española por la Universidad de Murcia.
Hasta la fecha es autor de cuatro libros de poemas: Poemas (Cartagena, 1990), A ras de suelo (Palencia, 1998), Asuntos impersonales (Alcira 1998) y Golpe de dados (Milano: Signum Edizioni d’Arte, 2005).
Sus poemas han aparecido en antologías, como la del Grupo Poético “Monroy” (Cartagena, 1997), La poesía que llega (jóvenes poetas españoles) (Madrid: Libertarias, 1998), Murcia: Antología general poética (Murcia: Nausicaä, 2000).
Como poeta ha colaborado en revistas como Ficciones, Extramuros y Alhucema de Granada; Luzdegás de Burgos, Reloj de arena de Oviedo; de Murcia Letra Clara, La Puerta Falsa, Ágora, El Confort del Sur, Hache; Metamorfosis de Vizcaya, etc.
Sus trabajos de investigación han visto la luz, entre otras revistas, en Nemeton de Gijón; Kylix y El robador de Europa de Málaga; Dactilo y Antaria de Murcia; de Madrid en el Boletín de ANABAD y Cuadernos de Investigación Histórica, Los Cuadernos del Minotauro; Philologia Hispalenses de Sevilla, etc.
Además de su ensayo Antonio Oliver Belmás y las Bellas Artes en la prensa de Murcia (Cartagena, 2003), es asiduo colaborador en publicaciones periódicas sobre literatura española contemporánea.
Se ha encargado de la edición de Días y gentes. Recuerdos del Teatro Circo. Recuerdos del Teatro Principal del escritor José Rodríguez Cánovas (Cartagena: Cuadernos Culturales “Monroy”, 2005).
En la actualidad ejerce como Profesor de Lengua Castellana y Literatura en un Instituto de Enseñanza Secundaria.
Llevo meses con sus mañanas, tardes
y sobre todo sus noches,
intentando creer que las promesas
no faltarán a su palabra.
Sabes que no soporto la abstinencia
a que me someten los rostros baratos,
el ultimátum de muchachas
que enseñan a respirar boca abajo
y supongo necesario el gesto elemental
de volver a los jardines legítimos.
Cuando se está de cara a la ternura es fácil imaginar
que la vida estará de nuestra parte.
La boca atascada si pronuncio lluvia,
el espeso miedo al demasiado tarde,
las niñas de tus ojos haciendo la ola...
Recordar puede ser restaurar lo perfecto,
volver a creer en la dulzura,
la sonrisa caprichosa del destino
que desordena cuanto toca.
Pero las palabras con que empezamos a desconocernos
acabarán mostrando los dientes
llamando a las cosas por su nombre.
Ya no es extraña esta luz difusa
que impusiera su símbolo de imágenes censuradas.
A menudo he pensado en todo esto.
Nuestra historia que tanto se parece a otras,
el regreso de alguna fiesta que prometía felicidad
y asalto de cama,
noches de barra fija cuando los versos
ya no dan para tanto.
Sin embargo,
cualquier tiempo pasado no pudo ser mejor
aunque parezca que la espera va a ser siempre
un asunto tan poco rentable.
Pensar en otro tiempo
desprendido de avispas,
la fragilidad aprendida
en el vértice oscuro de los labios.
Cuando era peligroso mirarse a los ojos,
me hace pensar que la felicidad
es una broma de mal gusto.
Las despedidas sin creer en el regreso,
conseguir un calendario del 73,
abandonar unos días el diario,
la luna de los coches que aguardan un encuentro
las gafas de cristal azul de John Lennon
hacen que la tarde tenga
un exceso de oscuridad en los párpados
Si miro su perfil,
puedo amar cualquier rostro.
A veces un rostro hace pensar en el destino
como una carambola a tres bandas.
A falta de vínculos con las mañanas cansadas
en mitad de agosto,
ninguna pesadumbre es inmerecida.
Por eso es un privilegio tu presencia
en estas calles que poseen la lentitud discreta
de una cita definitiva,
cuando esperar sin pretexto es un juego
que ya no entretiene
y propongo alterar la respiración azul de tu pijama
si mantienes cerrado el ombligo como una obscenidad.
Es imposible volver a engañarnos
aunque juremos recuperar lo que tuvimos.
Guardo entre los labios
el botón que le falta a tu ombligo.
Recordar puede ser restaurar lo perfecto,
volver a creer en la dulzura,
la sonrisa caprichosa del destino
que desordena cuanto toca.
Pero las palabras con que empezamos a desconocernos
acabarán mostrando los dientes
llamando a las cosas por su nombre.
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