viernes, 20 de mayo de 2011
4056.- JUAN ANTONIO GONZÁLEZ ROMANO
JUAN ANTONIO GONZÁLEZ ROMANO. Nacido en Montellano (Sevilla). Profesor de Lengua castellana y Literatura y Jefe de Estudios del IES Caura (Coria del Río, Sevilla). Autor del libro de poemas Señales de vida (Colección Siltolá, Fundación Ecoem, Sevilla, 2009). Autor de libros de texto de Lengua castellana y Literatura para la ESO y Bachillerato con las editoriales Algaida (Andalucía), Anaya (Valencia, Canarias) y Xerais (Galicia). He impartido el curso de Expresión oral y escrita (Escuelas de verano de la SAFA, Úbeda) y de Fomento de la lectura y Planes lectores (Universidad Internacional de Andalucía), entre otros. Asesor técnico-lingüístico de la Cámara de Cuentas de Andalucía y coautor de su Libro de estilo (Aranzadi, 2009). He publicado relatos, microrrelatos y poemas en diversos libros y revistas (Escritos disconformes; Atril, El mirador de los vientos, Clarín, Isla de Siltolá). Sevillista.
Recogido en la antología Poesía para niños de 4 a 120 años (Ediciones de la Isla de Siltolá, colección Agua, Sevilla, 2010)
Una antología de entradas de este blog ha sido publicada por Ediciones de la Isla de Siltolá, con el título de Alguien me responde.
Olvidados inolvidables (Sim Libros, 2010), colección de biografías y escritos de poetas apócrifos de todos los tiempos, es su última obra hasta la fecha.
“Nada es eterno”, me dijiste un día
con tus pechos clavados en mi boca;
que tu piel, la que ahora me provoca,
será tal vez mañana amarga y fría.
“Aprovecha la luz del mediodía
y la sal que en mis labios se desboca,
que la muerte es voraz y no equivoca
su rumbo torvo, su crueldad sombría”.
Sé que mañana puede ser distinto:
lo evidente no es más que lo probable
y la verdad más cierta no es segura.
Pero en medio de tanto laberinto
siento como principio irrenunciable
que el amor es eterno mientras dura.
Duele menos el tiempo de la herida
si una mano aparece y nos consuela
pues pena que callada se desvela
disminuye al sentirse compartida.
Pero es mucho más cruel y duradero
el daño que no puede proclamarse
porque crece la angustia al ocultarse
e inunda el corazón. Por eso quiero
derrotar al silencio con mis versos,
para poder librarme de la nada
dando mi maldición por acabada
y por idos los días más adversos.
Que aunque el dolor se ensañe con mi alma
escribir me sosiegue y me dé calma.
¿Qué nos queda del tiempo que vivimos
después de que pasó? La muerte llega
cargada de silencios, mientras niega
que hubiera algo feliz en lo que fuimos.
En esta tarde oscura, cuando luce
el sol como ninguna, pero lejos,
de aquello que se fue vuelven reflejos
y siento que ya nada me seduce.
Parece que el pasado fue un engaño,
sus horas despreciables y perdidas
en pos de una ilusión que nos salvase.
Ni espero ya el amor ni sufro el daño
de ver cómo se escapan nuestras vidas.
Me limito a esperar que todo pase.
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