viernes, 18 de marzo de 2011

3662.- SCOTT HIGHTOWER



SCOTT HIGHTOWER
(Tejas, EEUU, 1952)

Reside en Nueva York desde hace décadas. Es autor de tres libros de poesía: Tin Can Tourist (2001), Natural Trouble (2003) y Part of the Bargain (2005), por el que recibió el premio Hayden Carruth en 2004. También ejerce como editor, traductor y profesor de creación literaria en la Universidad de Nueva York. La lógica y la paradoja, la emoción y el intelecto, lo trivial y lo trascendente, lo particular y lo universal se mezclan en unos poemas no exentos de ironía en la superficie y profundos en su adhesión al arte, a la herencia familiar y al destino humano.


"Part of the bargain" de Scott Hightower




La puerta de la terraza

—invocación a la musa

Tengo preferencia por las noches tranquilas
si estoy solo; sin embargo, tú
tan pronto apareces hacia el mediodía
como a media tarde, cruzando el cristal

de la terraza. Crueldades y pérdidas
me han dejado inerte. (Tanto pueden
visitarme los muertos como el juicio
de los vivos errantes).

Lago efervescente, pluma negra, víbora
sensual, ojos de algo superior:
impulsos que en la estructura se cuelan.
Tu voz siempre es voluptuosa.

Te apartas de mi lado como el fósforo
del último cigarrillo y ejecutas cada
paso de abandono. Los compases de la música
que contigo va, contigo flotan y se alejan.

Traducción: Natalia Carbajosa







La polio y el recuento

A mi hermano, a mi hermana y a mí
a menudo nos llevaban a las eras
y en un centón nos sentaban

bajo la sombra de un árbol.
Cada vez que mi padre venía,
nos echaba un vistazo en la umbría.

A veces se agachaba
para cambiarnos de sitio
o a beber un trago de agua

de la cantimplora de arpillera
que quedaba a nuestro cuidado.
Era nuestra niñera un collie inglés.

Con cuatro años yo ya contaba ovejas
por docenas sin equivocarme,
destreza que afiné

sentado en el regazo de mi madre,
reclinada ella sobre un artilugio
de madera que su padre

había ingeniado. Todas las mañanas
lloraba al desenredarse
los cabellos. El dolor era simple.

Titilaban sus frascos de perfume:
“dolencias habrá que no
te abandonen con un beso”.

Traducción: Natalia Carbajosa








SOLILOQUIO APOCALÍPTICO

Que mi muerte jamás me sea robada
por un golpe feroz de ese instrumento
que mide horas frías y templadas.

Sin más renunciaría al pan de cada
día, al sueño del arte—y a mi aliento;
si mi muerte jamás fuera robada.

En realidad, no estoy pidiendo nada;
apenas que respeten el momento
final en que hallaré mi paz privada.

Antes que poseerme, la esperada
muerte generará un desprendimiento…
Por favor: que mi muerte no sea espiada.

Mi fin no debe ser la payasada
de quererme ahorrar el sufrimiento.
No dejen que mi muerte sea saqueada.

Después de todo, la muerte es privada,
mía y de nadie más. Ningún lamento
me la puede robar; será pactada
cual cita en una playa retirada.


Traducción: G. A. Chaves.


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