viernes, 18 de marzo de 2011

3656.- HENRI COLE


HENRI COLE (1956)

Henri Cole nació en Fukuoka (Japón), en 1956. Pronto se
trasladó junto a su familia a Virginia, desarrollándose
por completo su formación en Estados Unidos. Su obra se
inició en 1986 con The Marble Queen; en 1989 añadió la
publicación de The Zoo Wheel of Knowledge, a la que se
sumaron The Look of Things en 1995, The Visible Man en
1998, Middle Earth en 2003 y Blackbird and Wolf en 2007.
Henri Cole ha impartido clases en diversos campus
universitarios como los de Columbia, Harvard y Smith College.
Actualmente, imparte clases en la Ohio State University.

Su poesía se ha visto favorecida por diversos premios
y reconocimientos públicos entre los que destacan el Premio
de Poesía Kingsley Tufts y el Premio de la Academia Americana
de Berlín. También ha sido finalista del Premio Pulitzer
con Middle Earth. Su último libro, Blackbird and Wolf (Farrar,
Straus and Giroux, 2007), ha recibido el Premio de Poesía
Lenore Marshall 2008. Este galardón lo concede la Academy
of American Poets al libro de poesía más importante publicado
en Estados Unidos el año anterior.





NECESARIO E IMPOSIBLE

Es un país que nace del pensamiento en paz,
que no tiene fantasías de omnipotencia,
ni Dios sino naturaleza, ni la obligación de una promesa,
ni rincón oscuro de los pobres, ni redoblar del odio,
ni jerarquías de poder, conocimiento o amor,
ni surtidores de agua impura, ni enjambre de moscas contaminadas,
ni vertederos de hormigón, yeso o vidrio,
ni falsa misericordia o verdades enterradas bajo excrementos,
y en este país de hombres y mujeres,
ningún rostro en el espejo refleja más oscuridad
que luz, más lucha que amor, ni más lucha
que en mis manos ahora, mientras, sentado en una roca,
desmenuzo pan para las carpas rojas y blancas,
atrayéndolas desde su elemento hacia el mío.

De su libro Middle Earth de 2003



Quálea Editorial
Título: Mirlo y lobo
Autor: Henri Cole
Colección: Poesía, 6
Traductor: Eduardo López Truco





Paseo por la playa

Encontré una cría de tiburón en la playa.
Las gaviotas se habían comido sus ojos. Su garganta sangraba.
Sobre las conchas y la arena, parecía menor de lo que era.
El océano lo había desollado por dentro.
Cuando le pinché en el estómago, la oscuridad brotó en él,
como agua negra. Luego, vi a un chico,
excitado y eufórico, haciendo señas desde una duna.
Como yo, estaba solo. Algo pasó entre nosotros
sin apenas emoción. Pude ver el color rosa
de sus ojos: “Me he perdido. ¿Dónde estoy?”,
preguntó, como quien le debe algo a la muerte.
Presioné mi cara contra sus arpones.
Caemos, caímos, estamos cayendo. Nada lo impide.
El oscuro embrión muestra sus dientes y seguimos adelante







Zarcero muerto

Cuando abro tus pequeñas alas góticas
sobre mi cómoda emblanquecida,
casi me asustas, como si hoy fuese mi funeral.
Poco a poco, las enzimas convierten
tu vida en una especie de licor mortuorio.
Dos moscas, como forenses, investigan tu plumaje.
Mi reloj es tu obelisco, desde que esta mañana
irrumpieras en mi habitación, extravagante como Nerón,
y entonces, sin verte en el cristal resplandeciente,
te golpearas. La noche, ¿qué luces la despejan?
Cae la lluvia. El cielo está triste. Todo lo que respira sufre.
Todavía las aguas de la aflicción nos purifican.
El soldado herido convalece. Hay vino joven y aceite.
Ahora, acepta mi pañuelo como tu mortaja.

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