viernes, 18 de marzo de 2011

3645.- BERNA WANG



BERNA WANG
(Madrid, 1957) Traductora y escritora.
Coautora, junto con José Carro, de la Guía práctica para el uso del ordenador en la creación literaria. De la pluma a la araña, Ediciones y Talleres de Escritura Creativa Fuentetaja, Madrid, 1997.
Colabora en el diario independiente iberoamericano en Internet La insignia desde el año 2000 hasta su cierre, en marzo del 2009, con traducciones, artículos y textos literarios.

En el 2002 ganó el premio del I Concurso Antonio Villalba de Cartas de Amor, convocado por el Taller de Escritura de Madrid. Es autora del poemario Pequeños accidentes caseros, publicado por adamaRamada ediciones en octubre de 2004.

Desde marzo de 2003 hasta septiembre de 2008 colaboró con Radio 3, en el programa «Música es 3» y mantuvo en Internet el blog titulado La mirada oblicua.

En enero de 2008 reanudó su actividad como docente e imparte clases en la Escuela de Escritores como profesora del curso El gozo de escribir y de Iniciación a la escritura creativa







Las miradas oblicuas

miércoles de julio de 2004

De una noche en que estaba en la cocina, friendo unos filetes para la cena, de espaldas a la puerta. Y en eso entró él y dijo:

-Estás cansada.

Esa nonche, del mismo modo que él vio con toda nitidez que yo estaba cansada, yo vi, con idéntica claridad, que amar es también, saber leer en la espalda de la persona amada. No la frente, no la sonrisa, ni la mirada, ni el cuerpo desnudo: una espalda, con el lazo del mandil bien visible en la cintura, en la cocina, a la demacrada luz de un fluorescente.

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viernes 17 de diciembre de 2004


No sé qué es más maravilloso:
Que las palabras estén realmente escritas sobre el cielo
o que tenga el don de leer palabras donde sólo hay nubes.

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jueves 12 de abril de 2007

Sus palabras, miguitas de pan que iba dejando
por el camino.
Sus actos, los pájaros que se las iban comiendo.

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martes 8 de mayo de 2007

La vida es frágil y hermosa
(e irrepetible: si quieres comer tortilla, sólo tienes que romper los huevos:
hazlo antes de que sea tarde).

Lo que sucede -nos enseñan- es transitorio, efímero;
todo lo que tiene comienzo tendrá un final
(y es perfecto así: sólo duele si intentas hacer que dure).

Lo que haces dará, tarde o temprano, fruto
(tanto lo bueno como, ya sabes, todo lo demás:
intenta no endeudarte
ni con los bancos
ni con nadie).

Así que de lo que se trata -me parece a mí-
es de ver cómo son las cosas en realidad
(renunciar a creer en la solidez de los espejismos
al mismo tiempo
que los disfrutas
o los sufres).

Y mientras tanto
caminanos:
sigo estando a tu lado.




[Portada]
Berna Wang
en La mirada oblicua.
adamaRamada.
También en RNE3.




Poemas de Berna Wang (Madrid, 1957)
Selección de Guido Eytel



Del invierno

Vida de asceta
la que llevo últimamente:
ayuno porque no tengo hambre,
hago abstinencia
porque no tengo con quién;
y rezo
para que este tiempo acabe
de una vez.




Mientras dormías

te dejé impresa una sonrisa en la espalda.











Causas y efectos

Mientras anoche me soltaba el pelo para ti
floreció un pensamiento
-el primero del verano-
en mi ventana.







Mis viajes: normas

Sólo ir a lugares donde vive un amigo
que me dé la bienvenida.

Viajar a un lugar soñado sólo
con quien es capaz de compartir mi sueño.


Y a ciertas ciudades, como París,
no ir nunca si no es con quien amo.







Estas mañanas de enero

Me pongo un pantalón ancho,
una camiseta suave,
un jersey que abrigue.

Me recojo el pelo.

Así­ me hago invisible para los hombres
y de esta guisa empiezo la jornada.

Pero antes
me perfumo los lóbulos de las orejas
con unas gotas de mi perfume favorito.







PEQUEÑOS ACCIDENTES CASEROS


Me hice un tajo en un dedo cuando cocinaba.
Luego me despellejé otro dedo al abrir una botella.
Hoy me he raspado la pierna con el pico de la mesita.
Así­ que me he puesto seria:
he reunido en asamblea a todos los objetos de mi casa
y les he dicho que ya sé
que me muero de la pena,
que tengo el corazón en carne viva,
que ya sé
que no soy más que una herida que sangra tristeza,
que hasta respirar me duele porque él no me ama
como le amo yo;
en fin: que no hace ninguna falta, les he dicho,
que me lo recuerden también ellos
cada dí­a.







Historias que me contaron en Surbiton


I

Oía un ruido.

La única forma de saber
si había sido una puerta o una bomba
era mirar si los pájaros
alzaban el vuelo.



II

Cuando la vi supe que vivirí­a con ella.
Caminaba sin hacer ruido, como los gatos.
Su única manía: de pronto musitaba,
a punto de quedarse dormida:
¡por favor, cierra el armario!

Desde entonces - y ya hace tiempo que no
vivimos juntas -
me aseguro de cerrarlo
todas las noches
antes de acostarme.




III


Los bancos junto al Támesis
llevan cada uno escrito
el nombre de un muerto
en el respaldo.
Pasan los barcos con macetas de colores,
florecidas.
Pasan los cisnes
y los niños,
los perros y los viejos.
Camino despacio,
leyendo
uno a uno los nombres de todos los muertos
junto al Támesis





[Portada]

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