domingo, 28 de noviembre de 2010

2363.- RAMIRO RODRÍGUEZ


Ramiro Rodríguez Martínez nació en Tamaulipas, México el 10 de septiembre de 1966. Licenciado en Lengua y Literatura Españolas y Maestro en Letras Hispánicas por UTB/TSC. Profesor de lengua y literatura en la misma Universidad, en TSTC Harlingen y en la Secundaria General No. 1 de H. Matamoros. Escribe poesía, cuento, ensayo y teatro. Coordina desde 2002 el Congreso Binacional “Letras en el Estuario”. Colaboró en el periódico El Bravo de Matamoros, en la Revista Fronteras de CONACULTA y en la Revista de la Universidad Autónoma de Tamaulipas. Miembro del consejo editorial de Novosantanderino, revista literaria de UTB/TSC. Participó en talleres literarios con los escritores mexicanos Orlando Ortiz, David Toscana y Carlos Chimal, así como en los talleres Letras del Estío de Ciudad Victoria. Se le concedió el Premio Estatal de Poesía 2008 (ITCA) y el Premio Estatal de Poesía “Altaír Tejeda de Tamez” 2008 (SET). Pertenece al Ateneo Literario José Arrese de Matamoros, del cual es presidente desde el año 2008. Compilador de las antologías Veinte años de poesía en Matamoros 1977-1997 (1998), Matamoros Literario 2002 Una Visión Antológica (2003) y Letras en el estuario Antología de poesía y narrativa (2008). Autor de Destiempo (2002), Desierto Azul (2005), Defragmentación poética (2007), Cosmogonía de la palabra (2008) y Tierra de sed perpetua (2009).



MEDIODÍA

Mis ojos verán lo nunca visto.
Mis ojos que enceguecen ante el verso
verán lo que no se ha visto en profundidades.
El poema emergerá con garbo de la oscuridad
a la que fue arrojado hace siglos,
en la que fue aherrojado hace siglos
por buscar conquista de mares somnolientos,
por arar la superficie de tierras secas.
El Sol cantará canciones del desierto egipcio
y el poeta no tendrá otro camino,
no tendrá otra voluntad
ni otro pensamiento
que despertar húmedos alientos,
voces cálidas, reinaugurar gemidos
en la consumación de un poema.
El poeta dará sus ojos omnividentes
envueltos en la blanca placidez del papel.
El poeta verá que el Sol detiene su rielar eterno
cuando las manecillas griten las doce horas.


PRELUDIO VESPERTINO

La tarde busca su inminente nacimiento
en los ojos sorprendidos del poeta ̶ centinela,
tarde somnolienta sobre palmas de la playa,
médanos de lirismo contenido por centurias.
Palabras simples,
palabras huecas,
palabras esporádicas,
palabras que son nada más que palabras
merodeando los alimentos del hombre
─como abejas buscando la suculencia.

El poeta mira hacia un punto indefinido,
inicia su camino bajo el Sol que muere poco a poco,
emprende un recorrido hacia el poniente.
El poeta mira hacia un punto definido.
El ciclo de la vida encuentra su 3.1416,
desune lazos de sueños que descansan entre sueños:
el metasueño sublime de la creadora conciencia.
El poeta se dispone a dormir bajo lívidas estrellas.
El sudor se seca ante atónitos deslices del poeta:
el nacimiento del poema
escombra muros del templo.


CONTORNOS

Ayer llegamos al interior de nosotros mismos.
Cuando el reloj detuvo su ensimismamiento,
descendimos escaleras hacia sótanos olvidados.
Buscamos palabras con la lentitud del ensueño,
emprendimos el éxodo para sorprendernos
ante contornos en piel de inocencia.
Ayer fui el poema que querías desde el origen.
Te recibí en mis montes inexplorados,
te desanudé de cadenas en mis lívidos versos.
Me celebraste como celebran los pájaros al viento,
como a la espuma el abrazo continuo de la arena.
Escribiste tu nombre en las páginas de mi cuerpo.
Levantaste conchas de moluscos fugaces
y arenas sorprendidas por la anticipación de marzo.
Pero la luz llega cuando menos se la espera.
Rompimos la absurda normatividad de la decencia,
reconstruimos el lenguaje donde el Sol se esconde
cuando el día muere frente a ojos sorprendidos.


LOS AMIGOS

Los amigos son para celebrar a Dios,
para renovarse en trayectos del mundo,
puntos equidistantes al ojo del mediodía,
bipartismo indisoluble de idea y cadencia,
jaguares en dominio histórico de la selva
en playas mitológicas de la isla de Calipso.
Y en una tarde de nostalgia,
un abrazo de confianza entre árboles,
varios sorbos de aire húmedo
para recrearse en gravitación de gaviotas.
El aroma de poemas al agua se invoca
ante el contacto benéfico de las manos.
Y pueden disiparse versos hambrientos
en los renglones ásperos de la crónica,
pero la noción de hallarse ante el espejo
dibuja teoremas que engrandecen al Sol.


EMBRIAGUEZ

Si quieres embriagarte de letras,
aspira el aroma disuelto en el ambiente,
desanda caminos cerca del estero,
reinventa el cuerpo de nuevas fragancias,
recrea fronteras de sales y soles
y entonces sabrás lo que es el poema.

Si quieres enloquecerte de ritmos,
deja que entre el olor de lívidos versos,
desuella naciones,
traspasa fronteras,
desata en suspiros sonoras metáforas,
transforma en esencias la luz del estuario
y entonces sabrás lo que es el poema.

Si quieres enervarte de cadencias,
naufraga en el oleaje de la memoria,
desciende a la línea delgada del Trópico,
gravita en el cosmos,
sigue de fragancias silvestres la trayectoria
y entonces sabrás lo que es el poema.


HOLOCAUSTO DE LA PALABRA

"Tiritan azules los astros a lo lejos"
Pablo Neruda

Las dos y la voz de la noche,
tríptico de esencias en el olvido.
El frío que muere con facilidad,
el frío, objeto punzante,
dolor de diciembre.
Sin embargo, expira cuando el poeta se acerca
al fuego de la palabra que gravita en el cosmos,
cuando se inicia el Cantar de los Cantares
en un momento en que nadie lo sorprende.

La palabra habla y el poeta la huele
pero calla para evitar el naufragio marino.
La palabra habla.
Como siempre, se alza como vaho.
Su esencia se confunde con estrellas
y con el manto cómplice de la noche.
El poeta recuerda lo irrecordable,
regresa al sur de bosques en la conciencia
y entonces se reinauguran aromas sin cifra
para dar espacio al holocausto de la palabra.


LA CAÍDA

"Golpes como del odio de Dios"
César Vallejo

Entiendo que el agua de río no se estanca.
Comprendo que las cosas vuelven a su origen.
No camino en lenguas del Atlántico.
Muy dentro deseo que el viento, viento no sea,
sino llama en los mares de mis palabras,
remanso de letras al final de la contienda.
Salgo de la realidad,
me vuelvo surrealista,
recreo una realidad virtual dentro del poema,
pobre ciego de inmersión a la ignorancia.
Me veo enredado en frondas de álamos,
caído en la tierra del castigo como Caín,
expulsado al desierto para olvidar el poema.
Ah, Vallejo tan infame,
tan profeta.
La caída surge estrepitosa.
Pero resurgimos de cenizas.
Sacudimos el polvo que nos come la carne,
nos erguimos para continuar la senda.
Sólo el solo puede comprender sin comprensión
u olvidarse del olvido, emprender la empresa.


CALLES DE VIDRIO

El ritmo se fragmenta en el paladar
antes de que el poema se manifieste.
La noción de caer por calles de vidrio
se petrifica en la lengua
como tatuaje de Sol que permanece
untado en la visión del texto.

La palabra del hombre se despedaza
por esquinas de suburbios soñolientos
y los perros lamen partículas de letras
que quedan a manos de transeúntes.

Entonces el ritmo se estremece
con acordes de violines en el viento.

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