SOLEDAD ÁLVAREZ
Nació en Santo Domingo, República Dominicana (1950). Poeta y ensayista. Graduada en Filología con especialidad en Literatura Hispanoamericana de la Universidad de La Habana. Ha publicado los libros de poemas Vuelo posible (1994) y Las estaciones íntimas (2006). Así mismo, los ensayos La Magna Patria de Pedro Henríquez Ureña. Una interpretación de su americanismo (1980, 1981), Premio Siboney de Ensayo; y Complicidades. Ensayos y comentarios sobre literatura dominicana (1998). En 1996 antologa y presenta para una red de diarios iberoamericanos el Periolibro dedicado a Pedro Henríquez Ureña, bajo el auspicio del Fondo de Cultura Económica de México y UNESCO. En el 2000 fue jurado del Premio Latinoamericano y del Caribe Juan Rulfo. Sus poemas han sido recogidos en numerosas publicaciones y antologías dominicanas y extranjeras, entre las que se destacan Enciclopedia Dominicana (1978), Poesía de post-guerra: joven poesía dominicana (1981); Antología literaria dominicana (1982); Sin otro profeta que su canto (1982); Miniantología de Cuadernos de poética (1988), El paisaje dominicano (1992), Antología histórica de la poesía dominicana del Siglo XX (1995); Dos siglos de literatura dominicana (1996); Poesie dominicaine du XX Siécle (1995); Miroirs de la Caraibe, douze poetes de Saint-Domingue (2000). Berliner anthology (2005). Ensayos de su autoría aparecen en los libros El debate sobre las generaciones (1991); Ponencias de la semana internacional en honor a Pedro Henríquez Ureña (1995); Ensayos. Pedro Henríquez Ureña (1998); Coloquios (1998); Coloquios (1999); El siglo XX dominicano. Economía, política, pensamiento y literatura (1999); Código de ética de la gestión pública (2000); Arqueología de las sombras. La narrativa de Marcio Veloz Maggiolo (2004); Pensantes, cultura e historia dominicana vista por sus mujeres (2004).
OBLEA
La que tiene casa
y un diamante en la frente
no sabe caminar entre las tablas
de la locura,
vadear a la intemperie los pedernales del espanto,
el cieno movedizo que echa la zarpa
y engulle;
un pie en el aire y otro pie
equilibrista
contra el turbión del miedo
y los glaciares humanos
llegar a la bóveda de los desvalidos,
a los territorios donde claman el hambre
y la sed
y la mugre se viste de flores carnívoras;
y arrancarse de ella misma de cuajo la piel
con los ojos abiertos
sin prédicas ni lauros manos
comisuras y piernas
como simples mendrugos
en el altar de la especie.
PRIMER ENCUENTRO
Marco mi territorio con la lengua,
la tierra de carne y hueso donde retoña el instante
hasta abrir los cauces de la eternidad:
alto pelaje nocturno poblado por mis huellas,
escrutable en sus orificios,
en el gozo presentido que asciende por celajes de temblor
como pez en vorágine de líquenes y arenas tibias.
No hay reparos que no deshaga mi lengua
ni espacio intocado que no explore
este lento acariciar mamífero en la noche del primer fuego,
hombre y mujer descubriéndose,
olisqueándose donde crece una flor viva
y la sed abreva en pozos y estalactitas íntimas.
Aquí hueles a cardumen y médanos tibios,
aquí rezuma un dulzor que extiende su espesura
y se derrama como ofrenda en la planicie esférica del vientre.
Movimiento miscible. Desgarradura de velámenes.
Yo oigo el ir y venir del tiempo en su marea,
dejándome ir me encuentro conmigo en lo que abrasa
- entraña henchida de goce y soledades-
y entre un latido y otro
acezante
la infinitud de la pequeña muerte.
ZOOLOGÍA
Blando el cuerpo. Desvalido como cachorro
en el blanco océano de las sábanas,
vela al viento suave la respiración
dejándose ir por el sueño y sus parajes;
las piernas abiertas, los brazos en aspa,
sus manos de anhelante mamífero hacia arriba,
hacia el cielo pintado.
Sin alas, sin estratagemas para escapar.
Sin los cerrojos que callan la boca.
Sin ordenanza.
Puedes acariciar su lomo. Contar una a una
vértebras y articulaciones.
Olerlo. Seguir el rastro de sus humores:
espeso en la corva, en la ingle amargo,
en el vello como velo en la piel; detrás
como marisma, en las ancas.
Rozar la boca sin riegos. Sin lengua. Sólo
con los labios.
Puedes engarzar tus dedos con sus dedos,
llamarlo por su nombre vulnerable
y quedarte en su pecho como si fuera tabla de
salvación para el naufragio.
No te fíes: despierto clavará las garras.
AL DESNUDO
Frente a ti han ido cayendo
uno a uno los velos que me cubren;
y el fulgor, la fábula arrebatada que fui
como flor de sal en el agua
se han perdido.
Mira la antípoda impía de lo que deseaste,
bajo la luz que no tiene escudo ni vuelta
mírame las astillas del hombro,
las uñas sin consuelo,
la almendra del vientre trocada en
cuesco exangüe
el sexo donde el deseo depositó su tibieza líquida
una medusa prensada entre tablas.
Desnuda estoy del desnudo que me disfraza
y mis ojos ya no son el fanal de tus viajes nocturnos;
de mis senos no mana la leche que te alimenta
y en mis sienes no pastan furias ni caballos.
Ah las imágenes que perseguí y perdimos
la lumbre efímera, la imposible divisa destrozada;
pero al final del día mi corazón es la casa
donde te acojo
sin velos, con dulzura de amapola.
UNA CAMA NO ES UNA CAMA
Una cama no es sólo el colchón, las sábanas,
las almohadas.
No sólo está hecha de hierro o de madera.
No sólo es para una o para dos.
La cama tuya y mía es tornadiza
como los días de verano:
playa de arenas blancas, lisa y llana
cuando nos tendemos para mirarnos
sin recelos sin horizonte
pensamiento adentro el uno al otro,
en lasitud de luna el paso reflexivo,
nubes destilando humedades,
apetencias que nos bañan;
y entonces ya no estamos en la playa
sino en un mar de aguas huracanadas,
y la cama es una ola en su rompiente,
un torbellino de espuma abierta
en el que se arremolinan los pulpos del deseo
junto a las algas anguilas quemantes,
y en la deriva de pliegues y fragmentos
tu voz es una balsa y tu cuerpo el remolque
que me lleva a la orilla original;
y la cama ya no es playa ni mar
sino isla
donde una niña duerme
acunada en el regazo de la tierra.
AGUAS PROFUNDAS
Un cuerpo como río
Navegable
Sus corrientes tranquilas
Su cauce ancho
Profundo de límpida profundidad
Desciende
Ondula por el lecho desde la cabecera
Y son cambiantes sus paisajes
De sombra y tornasol
Efusivas sus aguas en el abrazo
Me anegan me colman
Y otras más aguas más profundas
Desde mis adentros
Como río en el río
Se desbordan.
POR LA MÚSICA
“ Hasta que se conceden un dios:
la música.
Radiante respuesta a nada”
Manuel Rueda
Música, sálvame de la vigilia estéril
entrégame la clave para abrir los laberintos,
la melodía que germina el milagro y me lanza
infinito arriba
en aleteo de luz y simetrías hasta las profundidades
de tu agua celeste,
siempre volviendo de sí siempre repitiéndose
su nada sonora
sus corrientes,
cristalina sucesión de las maderas
en los pastos del oboe
en los tréboles durmientes que riza el matiz
igual que el viento de la tarde los cabellos
de las muchachas;
música del ser que persigo y escapa
alcánzame la trepidación de lunas
el caudal del saxo como volcán en erupción
en los abismos del alma,
todo imposible posible por tu llamado
todo lo yermo vivo
todo lo baldío fértil surtidor de acordes
me habite me fecunde me ampare
sostenga la inmensidad donde quedarme,
cuerda que pulsa espléndida la mano
sin preguntas
sólo temblando.
CLASE DE COCINA
Arrancarle la piel a la cebolla.
Desafiante
sobre la tabla de cocina
como en el poema
la palabra.
Atravesar sus capas tiernas
su rojiza esfera
llegar a su rotundo henchido corazón
a su poso de cristal
a su médula.
Pero no con el cuchillo
-por el filo el corte-
no con el ajeno utensilio y la pericia.
Con las manos tendré que desgajarla
con las uñas escarbar su carnadura
y lloraré incontenibles lágrimas
y su sabor será mi sabor
y su olor agrio mi marca.
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