martes, 9 de noviembre de 2010

1998.- MARA ROMERO


MARA ROMERO
Nació en Ciudad Obregón, Estado de Sonora, México (1960). Poeta y Narradora. Estudió Licenciatura en Turismo; tiene diplomados en Mercadotecnia, Comunicación y Literatura Hispánica. Promotora Cultural y Turística, miembro fundador de la Agrupación para las Bellas Artes, APALBA, que en 1994 la incluye en la antología En el camino. Ha trabajado como productora en diferentes programas culturales y turísticos de Sonora. Es editora de la Guía Turística de Ciudad Obregón y de la Guía de cuaresma y de la danza del venado Yaqui. Ha publicado los libros de poemas: Identidad de vértigo (APALBA, Colección Bakatete Ardiente, 2003), el cual fue presentado en el Museo Mural “Diego Rivera” de la Ciudad de México por CONACULTA y Beethovenianos (Colección Instantes, 2004), el cual presentado en la Casa del Poeta Jaime Sabines en la Ciudad de México. Ha sido antologada por CONACULTA, en su editorial “Arlequín” del fondo nacional para la cultura y las artes, en la compilación del Poeta Juan Carlos Vera, Eco de Voces. Generación Poética de los 70 (2005); y en las antologías: Nueva poesía hispanoamericana (Edición No. 13, 2006) y Antología de poesía mexicana (Editorial Lord Byron, 1ra edición, 2006), ambas compiladas por el poeta peruano Leo Zelada. Ha publicado en diversas revistas y secciones culturales y turísticas de México. En la actualidad es directora de la empresa Promociones Turísticas de Cajeme – PROTUR, forma parte del taller literario de la Biblioteca Pública Municipal en su ciudad, y coordina el Encuentro de Poetas Sonorense en su región, así como el festival Cultural TETABIAKTE.







MONÓLOGO DE UN VAMPIRO

Me desmorono cual roca caliza en lluvia,
vivir no alcanza,
soy talar de sueños,
a la espera de señal nunca llegada,
alimento de buitres
en un resentimiento avaro
por entender el pestañeo de la vida.
Fue ese diario impulso
el que me dio vida por siglos con muerte,
búsqueda de savia
Itinerante lucidez nocturna,
Eterno vagabundear
a la espera del último baile con Dios!
Dios.
Testimonio que soy real,
ánima espantada con el campaneo del amanecer
remordimiento de la última garganta en mi boca,
Inframundo
voces atormentadas
que seguramente me esperan
en el día del juicio.







HACE FALTA TU BOCA

− I −

Hace falta tu boca para olvidarme,
para confundir las caras de mi muerte,
señora, que espero y temo,
escarcha vida,
pardos presentimientos que galopan
en un rústico devenir conciencia,
relámpago duelo que burla a Dios,
vuelven escalofrío tus ansias,
y tatúan la memoria,
en gemido arrepentimiento…

Abro mis ojos,
despierto extraños abismos,
mis lágrimas son velos que cubren
vergüenzas, y miedos.
¿De dónde vienen tus gritos?
¿Qué quieres ahora?

Como respuesta tus lágrimas siembran
flores en el cemento, acto de fe en los ciegos
que no entienden el mensaje,
y tu indolente presagio desbarata los presentes,
enseña realidad como algo desolado,
risa escandalosa de alma triste
que se esconde de ti,
como yo misma,
engañándome felicidad sembrada.


Mis ojos invocan metáforas,
y al azar de un encuentro
los demonios te delatan mi verdugo;
almaceno furia,
me sufro,
nada podrá lavar nunca mi tristeza,
piedra laja eres,
relicario doliente,
trozos de lo que fuimos.


− II −

Escribo pesadillas,
historias contigo,
rayas las palmas de mi mano,
diminutos laberintos
que recuerdan el mapa de tu niebla,
llevan a países donde los cuervos son príncipes
cautivos del dolor,
con el pelo oscuro como yo,
y sus ojos ven las otras niñas
que platican con la muerte,
visitan entierros desconocidos,
se nutren de miseria
consagran sufrimiento…

Eterna veladora que desvela
el aire quieto,
donde tu nombre danza,
esparce mi silencio.
Invoco grito decadente,
la paz de mi memoria;
réquiem del cuento inacabado,
final de esta historia
que empieza a desmoronarme.









LA NIÑA SE SIENTA EN LA ORILLA DE LA NOCHE

La niña se sienta en la orilla de la noche,
no hay fronteras claras
entre la realidad y el sueño,
su piel muestra marcas de fatiga,
enfebrecida le pesa el tiempo
que retarda su fuga de vida.
Triste llora bajo una higuera desnuda,
y se acompaña de voces
que parecen salir de entre las ramas…

Ella sabe de quien se trata…
siente el abrazo sombrío de sus alas,
a oscuras hace memoria
de sus largos silencios,
lava sus sueños empapados de luz,
y sus pies mojados le estorban,
desesperada cobija sus ansias
y con sus pestañas,
rompe los cristales de su calma.

La niña que nunca se va,
se esconde en cortina de dudas,
y queda desnuda en un paisaje duro
lleno de ocasos;
sus ojos enrojecidos por falta de sueños
miran su ira estacionada,
las piedras le tapan el paso,
se aferra al mástil de una estrella
fundida con su dolor,
araña el cielo para regalarlo
en pedacitos a quien lo necesite
y en vasijas, guarda sus secretos
para enjugarlos con lágrimas de luna.
Confundida esconde su corazón entre rejas
y se adorna el pecho con poemas
para que nadie avise su vacío
toma entre sus manos la tierra,
y escupe sus esperanzas sepultadas en polvo
como si buscara la resurrección.

Así hurga en los pasillos de la muerte,
camina muy despacio
para no despertar a los duendes
y teje con sus labios
telarañas de esperanzas
en un silencio mal amaestrado,
tararea su canción,
perfilando una huida
que en otro tiempo ya ensayó,
en eso, se acerca la muerte,
pronuncia su nombre
que pareciera salir de un grito sucio,
y la lumbre alimenta el espacio.
Ilusa ella intenta el dialogo,
queriendo lavar nostalgias
y en una dolencia sin prisa le dice:

¿te trajo el viento, muerte?
¿el arrollo de luz?
¿mis angustias imprecisas…?
−siempre te sentí−
nunca lograste engañarme
tu sombra mancho mis días
cuando escuchaba como arrullo,
tu palabra sin sabor,
tu sangrar de vida,
que me venció en mis eclipses
y mis viajes por tus huesos…

−aquí no hay cobardía−
solo un fuego que nunca se agota
lágrimas aprisionadas,
y el latir de un cuerpo
aislado de criaturas
que nunca me dejaron,
creerle…

…La muerte se cansa,
le toma su mano,
y se van por un sendero
callado e invisible…





Hoy Mi Piel Despertó Lisa

I

Hoy mi piel despertó lisa;
reclamando un silencio que debió,
alguna vez, ser mi reposo;
desmoronada, espero,
y un frío ausente
acentúa tus expresiones,
te dibuja con fugacidad sigilosa
y fascinación.

En tu espacio un vacío languidece y reta;
mi cuerpo se defiende,
traduce gestos,
mis manos bailan inquietas,
fabrican imágenes,
palpan humedad, muerte ajena,
cuando las sábanas que me cubren
buscan tus brazos,
su fuerza,
sabor que empieza a resecar mi boca,
ritual solitario
pecho inerte, montañas sin cielo,
vientre lumbre,
te repasa imaginario,
lengua rosa textura,
retrato enlutado.

II

Bajan los dedos por mi pierna,
fantasma perdido en tus colinas,
tormenta eléctrica
aplaudida por mis muslos,
ventana abierta
que advierte un cielo gélido
embestida ojo de ombligo,
único presente,
severidad ausencia,
posesión sombría,
sonrisa lastimosa ansia.

Un sonido llega lejanía,
confundiendo alma,
distrayendo cuerpo,
caja vacía
convertida en lúgubre espacio
de apariciones,
que desfilan por mi piel
en una procesión sin santo que la guíe.

Tu rastro deja un olor parecido a las acacias,
me llena de voces,
seres orgullosos
riéndose de la realidad,
intentando hacer un trato,
alejarme de tu magia,
desbaratar el milagro,
pinceladas tuyas
que salen montón de letras.

III

Rechazo la imposición
el mensaje en los callejones de mi cuerpo
que siguen llenos de ti,
preocupados de una irrealidad
que se vuelve cada vez más complicada,
cuerpo al que no le importa el texto,
y afuera ignora la escena del dolor,
y no entiende las voces que persiguen.

Y así, tibiamente, con furia,
vuelvo a sentir el choque que estremece,
tu cuerpo y el mío
volviendose batalla imaginaria…




La Niña Se Sienta En La Orilla De La Noche

La niña se sienta en la orilla de la noche,
no hay fronteras claras
entre la realidad y el sueño,
su piel muestra marcas de fatiga,
enfebrecida le pesa el tiempo
que retarda su fuga de vida.
Triste llora bajo una higuera desnuda,
y se acompaña de voces
que parecen salir de entre las ramas?

Ella sabe de quien se trata?
siente el abrazo sombrío de sus alas,
a oscuras hace memoria
de sus largos silencios,
lava sus sueños empapados de luz,
y sus pies mojados le estorban ,
desesperada cobija sus ansias
y con sus pestañas,
rompe los cristales de su calma.

La niña que nunca se va,
se esconde en cortina de dudas,
y queda desnuda en un paisaje duro
lleno de ocasos;
sus ojos enrojecidos por falta de sueños
miran su ira estacionada,
las piedras le tapan el paso,
se aferra al mástil de una estrella
fundida con su dolor,
araña el cielo para regalarlo
en pedacitos a quien lo necesite
y en vasijas, guarda sus secretos
para enjugarlos con lágrimas de luna.
Confundida esconde su corazón entre rejas
y se adorna el pecho con poemas
para que nadie avise su vacío
toma entre sus manos la tierra,
y escupe sus esperanzas sepultadas en polvo
como si buscara la resurrección.

Así hurga en los pasillos de la muerte,
camina muy despacio
para no despertar a los duendes
y teje con sus labios
telarañas de esperanzas
en un silencio mal amaestrado,
tararea su canción,
perfilando una huida
que en otro tiempo ya ensayó,
en eso, se acerca la muerte,
pronuncia su nombre
que pareciera salir de un grito sucio,
y la lumbre alimenta el espacio.
Ilusa ella intenta el dialogo,
queriendo lavar nostalgias
y en una dolencia sin prisa le dice:

te trajo el viento, muerte?
el arrollo de luz?
mis angustias imprecisas??
-siempre te sentí-
nunca lograste engañarme
tu sombra mancho mis días
cuando escuchaba como arrullo,
tu palabra sin sabor,
tu sangrar de vida,
que me venció en mis eclipses
y mis viajes por tus huesos?

-aquí no hay cobardía-
solo un fuego que nunca se agota
lágrimas aprisionadas,
y el latir de un cuerpo
aislado de criaturas
que nunca me dejaron,
creerle?

La muerte se cansa,
le toma su mano,
y se van por un sendero
callado e invisible?

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