martes, 9 de noviembre de 2010
1991.- RODOLFO GODINO
Rodolfo Godino es un escritor argentino, nació en San Francisco (Córdoba), en 1936. Carlos Mastronardi, Alberto Girri, Raúl Gustavo Aguirre, E. L. Revol, entre otros, han valorado su obra en prólogos, estudios y notas críticas.
Libros publicados
"El visitante" (Díaz Bagú, Córdoba,1961)
"Una posibilidad, un reino" (Colombo, Buenos Aires,1964)
"La mirada presente" (Tiempo Nuevo, Caracas-Buenos Aires, 1972)
"Homenajes" (Alfa Argentina, Buenos Aires, 1976)
"Gran cerco de sombras" (Corregidor, Buenos Aires,1982)
"Curso" (Antología 1961-1982, Corregidor, Buenos Aires, 1982)
"A la memoria imparcial" (Tiago Biavez, Buenos Aires, 1995).
"Centón", Ediciones del Copista, Córdoba, 1997
"Elegías breves", Ediciones del Copista, Córdoba, 1999
"Antologías"
Está incluido en diversas antologías
Premios y distinciones
Premio Nacional de Poesía Iniciación (1960)
Premio del Fondo Nacional de las Artes (1964)
Premio Municipal de Poesía (1970)
Gran Premio Bienal de Poesía (1982)
En 1994 obtiene el Premio de Poesía "La Nación ", otorgado por un jurado compuesto por Nicolás Cócaro, Jorge Cruz, Roberto Juarroz, Angel Mazzei y Octavio Paz.
Volviendo por tierra a Buenos Aires
La lechuza joven
ahora sobrevuela los bajos al ras del pasto nuevo.
Hace más de diez años que el rocío
cae sin distinguir
entre cuerpos y ausentes.
Haz que regrese sin memoria.
¿Serán llamados por sus nombres todos
los que permanecen ocultos?
¿Quiénes adivinarán
- empapadas en la arcilla
o profundas en el granito del país-
las lenguas descamadas en la destrucción?
-Esos,
tan jóvenes, guardados como Telémaco
por la matrona ojizarca,
ellos ahogarán el sistema para que no vuelva
a girar: brotes, aprendices
marcados por ánimas
o cabezas para siempre dormidas.
Aun conociendo tu espíritu vuelvo,
campo de oscuros enterramientos:
a la edad en que los lagrimales
descargan juicios fundados,
fui sujeto a tu necrosis.
Acéptame
como a un hijo ciego.
Haz que regrese sin memoria,
país nacido en Cáncer.
Al abandonar la costa
Mar desparramado
en espesores variables, siempre
a la misma distancia y uno con el cielo,
algo ha cambiado en mi alma:
el lanzamiento de una severa
asimilación a las zonas lacustres,
a las aguas limitadas por juncales
y racimos de huevos rosados.
Quería que supieras
que el cerco de luz y agua dulce
pone en medidas reales
el paso que finaliza. No lo distrae:
consuela con otra dignidad y gracia
la injusta, temprana contracción de la muerte.
Angor
El colmillo se hundió y la bestia
retrocede, arrastra sobre la alfombra
un bulto con el mentón unido al pecho,
las rodillas al mentón y el peso invisible
de un vómito de fuego
buscando salida en los silbidos arteriales,
aire de infierno lanzado hacia el final.
Mater, disuélvelo, guía al castigo
lejos del músculo gastado por la ira,
sacude el terror, que caiga, se deslice,
escape por las uñas,
fustigado lleve sus muecas
a otro violento también mortal:
acéptame a la sombra de tu vestido,
a la luz de tus estrellas.
Verso, fragmento, poema
Al muro se apoyaron, en la sombra
ArquílocoEs posible que en instantes
o pausas de entera conciencia,
hechos que fuera de la ventana
cruzan la realidad hacia el mito,
puedan ser encerrados en un verso.
Lo es también que aparezcan
como fragmentos a quien muele en la noche:
restos de padres cumplidos,
dioses auxiliares
o ánimas despiertas.
Es posible.
Y probable que alguno nazca
sin más, poema, trabada complexión
cuyas proposiciones se extienden
más lejos que sus palabras.
Firmes, atentos, todos encontrarán
motivos en el paisaje:
aquí el verso, fragmento, poema,
que retiene a los amantes de Paros
armando su leyenda,
haciendo vida, enviándola
a nuestro torvo milenio.
No importa quién miraba, en este caso
Arquíloco, triste pretendiente.
Domingo
Ella, madre furtiva,
libera el día de su clan
y él expulsa del cuadro
nubes y susurros.
Han plantado un árbol
lanzando el tronco débil
-las hojas tenues,
verde y ocre aclarados por el miedo-,
por un agujero húmedo
hacia el futuro abierto.
Lo han regado:
los cuerpos atentos,
de espaldas al soplo de la noche
La invitación
A los que han declinado su corazón
y retornan de las ahogadas habitaciones
con la boca en cenizas,
a los que están desterrados
y no sabiendo
participan sin júbilo del mundo,
a ellos, mis parientes,
yo les digo:
vuelvan de la torpe provincia,
dejen en la puerta las palabras oscuras,
entren conmigo a la casa del fuego.
El cuerpo
Fuera de la luz
escucho cómo se propaga la secreta ambición
de una distancia imposible:
hablo de sus costumbres
como de hechos sucedidos
en un círculo ajeno y deplorable;
cuando en la noche
hacia el deseo avanza
digo que su necesidad no fue invocada,
que es sólo un terso, natural castigo,
y lo destierro
lejos del murmullo
de esta cruda pureza
porque de él nace un bien
y en él se destruye.
Una idéntica presencia
Hay verdad en este movimiento
que restaura en la memoria un mosaico impreciso,
similar y lejano;
entre ambos una fuerte relación,
una idéntica presencia,
descubre otro nombre,
un existir secreto
hacia atrás, en este sitio.
Sin embargo,
no he recorrido estas columnas,
nunca he tocado este panel oscuro.
Permanecen oscuras
Sola y ordenada melodía,
yo escucho, ocupo mi lugar,
pero en el interior de esta turbia costumbre
la consecuencia y medida de mi palabra
permanecen oscuras,
lejos del rostro exterior
y del sonido.
Mi próxima voz y movimiento,
calma o violencia en esta noche,
nacen de un largo fuego que recibo.
El conocimiento de mi fuerza
huye en el aire
o como una fugaz forma de agua
que la tierra consume.
Tapiz
Posa la bestia como un dios
iluminado por su impunidad,
reinando
sobre el orden de las especies.
Bestias menores
al centro del jardín acuden,
existencia coral
rendida al esplendor de la armada cabeza,
más frágiles,
menos ciertas que el cuerno,
su marfil estriado rozando levemente
la falda de la dama.
Matices, sólo matices entre materia y sueño
cuando la esencia oculta
viola, recobra el mundo,
lo hace suyo a través
del puro pensamiento.
Jardín
Declives y conjuntos,
obra de un ser menos perfecto y claro,
vallas de ligustro y lilas,
matices retóricos
hilando la dúctil realidad.
Escena presente
que en la esfera de la mirada reina
y simula virginidad,
ilusoria virtud que ansía
y necesita la acción de amantes numerosos.
Dibujo que el ojo impregna
sin posesión ni dominio
pero al que otro poder más vasto
rige en el corazón,
péndulo por el que un jardín o mundo
se corrompe o es arena
o polvo o fuego
hasta la saciedad.
Usa rostros cambiantes
Usa rostros cambiantes
lo que desea tu oscurecimiento,
lo que quiere uncirte
a la flamante realidad.
Ella brota del ojo
gobernando un breve paraíso,
espejo que entrega al amo
sólo su ansiosa imagen.
Lo que no eres, lo que te elude,
lo que serás
no flota en esa versátil,
hambrienta dama.
Ningún pacto
con la bestia de misión oscura
te llevará a ti mismo
ni al seno del poema:
aguarda a que él descienda y vuele
porque su tránsito
te hace incorruptible.
Batlle Planas, Mago
La línea del sol
hiende el muro
y encauza la agitación
de suave polvo brillante,
arrastra su conciencia
hacia la mesa circular
y la separa del mundo.
Hundida
en el servicio borroso
de lámparas y alfombras,
la mesa existe sola,
suficiente.
Exagrama
Previamente saludos
al corruptible dios de la ciudad,
operación que hace propicio
todo cambio de fortuna;
un soborno,
para que la respuesta anuncie
lo que el alma espera.
Agua sobre agua:
las seis líneas
revelan progreso y logro;
adelante, el cruce del río
acerca alimento, música.
Las palabras de ayer y las de hoy,
aquel rostro y este rostro,
son iguales. Pero avanzamos
hacia un bien difuso,
como un rápido cuerpo de lobo.
La bienvenida
Sí, puedes fijar esta morada.
Te aceptan sin violencia las corolas,
sus bucles perciben el parentesco,
la expansión de labios que te anuncia
en los períodos propicios.
No extreman su saludo:
de piel a piel aprecian la sexual cortesía,
fraternidad que conmueve
vientres y estambres.
No dudes, mira con atención
cómo su muda incontinencia
ignora, como tú, al tiempo:
de su vitalidad será la tierra
después del fuego.
Bulbos
En un punto del año
el flujo de los matices
y el volumen del verde se entumecen,
bajan a los grumos de la tierra.
En el ojo,
cebado por la ilusión del clima,
eso se instala
no como muerte
sino como renuncia de la luz
y presión gris de la bóveda del cielo.
No es cierto, ni vehemente,
ese final que luce
como colmada exposición del ocre:
abajo, en el poroso,
el susurro del ciclo
impregna las escamas de las yemas
y aguarda.
Como almas fijas
esas cápsulas reservan su momento
mientras arriba, en el teatro
de la luz parcial y el aire amarillo,
se pudre otra vez
la carne regia de dalias y azucenas
ANTOLOGÍA DE LA POESÍA ARGENTINA
No hay comentarios:
Publicar un comentario