domingo, 7 de noviembre de 2010

1930.- RAFAEL JUÁREZ ORTÍZ


Nací en Estepa (Sevilla), el 18 de agosto de 1956. La Guerra Civil española había comenzado sólo veinte años antes y a la dictadura que resultó de ella le quedaban aún veinte años de poder. La guerra, a través de enfrentadas historias familiares y de persistencias sociales acalladas e ineludibles, ha sido parte esencial de mi vida.
En los años de mi niñez, España se modernizó económicamente. La agricultura y el mundo tradicional cedieron terreno a la incipiente industria, al turismo y a las nuevas costumbres. He sido monaguillo de misas en latín y he visto los últimos bueyes arando las tierras de mi familia, como he sido espectador de los primeros televisores y degradado seguidor de Bob Dylan. Vivíamos en una casa de la que todavía no conozco todas las habitaciones, y algunas ya no podré conocerlas.
Me he convencido de que comencé a escribir poesía durante la adolescencia, en Sevilla, después de leer la de Antonio Machado, poeta a cuya estela creo que pertenecen mis versos. Mis dos grandes aficiones, como las de don Antonio, son desde esa edad pasear y leer, y no puedo evitar la sensación de que mi vida se desdobló cuando en 1972 vine a estudiar a Granada, ciudad en la que habito.
Participé con fervor juvenil en la Transición política, social y cultural. Soy licenciado en Filología Hispánica, padre de un hijo y marido de la escritora Pilar Mañas. En dos ocasiones he sido becario de la Academia de España en Roma. Fui librero entre 1979 y 1992 y ahora trabajo como editor de las publicaciones de la Diputación de Granada. Hoy cumplo cuarenta y siete años, siempre entre dos bandos.

-POESÍA:
Otra casa (1986).
Las cosas naturales (1990).
Aulaga (1995).
La herida (1996).
Para siempre. Poemas 1978-1999 (2001).
Lo que vale una vida (2001).






LO QUE VALE UNA VIDA

Estoy en esa edad en la que un hombre quiere
por encima de todo ser feliz, cada día.
Y al júbilo prefiere la callada alegría
y a la pasión que mata, la renuncia que hiere.

Vivir entre las cosas mientras que el tiempo pasa
-cada vez menos tiempo para las mismas cosas-
y elegir las que valen una vida: las rosas
y los libros de versos, y el viaje y la casa.

Hasta ahora he vivido perdido en el mañana
--seré, seré, decía-o en el pasado -he sido
o pude ser pensaba-y el mundo se me iba.

Ahora estoy en la edad en la que una ventana
es cualquier aventura, y un regalo el olvido.
Ya no quiero más luz que tu luz mientras viva.

(De Lo que vale una vida, Valencia, Pre-textos, 2001).





Homenaje

La estatua que te erijan, poderosa
y tenue amada del desgarro, tenga,
en homenaje a tanto amor, corona
de espumas combatientes, manto de agua
detenida y azul, túnica roja.
Una mano en el vientre sobre el vuelo
corto de un blanco pájaro, la otra,
en homenaje a tanto amor, caída
ligeramente sobre el pecho, rota.
Sentada sobre un trono de humo y piedra
permanezcas, ni sierpe ni paloma,
ocultos los cabellos por el viento,
los labios juntos, la mirada sola.





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