Agustín Delgado nació en Rioseco de Tapia, provincia de León, el 10 de agosto de 1941. A los dos años de edad, su padre, maestro nacional, se trasladó a Ranedo de Curueño. Estudió en el Seminario menor de León, en la Universidad de Comillas, en la Universidad Central de Barcelona y la Complutense. Se dio a conocer en su juventud como miembro fundador y responsable de la revista de poesía Claraboya (León, 1963-68, diecinueve números), junto con Luis Mateo Díez, Ángel Fierro y José Antonio Llamas, revista emblemática de la generación del sesenta y ocho. Fue fundador también, con otros escritores, de la revista "Camp de l´Arpa" . Y colaborador de "Trece de nieve".
Doctor en Filología Románica por la Universidad de Valladolid.
Se ha dedicado profesionalmente a la enseñanza de la Lengua y Literatura españolas, y como Lengua extranjera. Desde 1965 ejerció durante veinte años como catedrático de esas materias en Málaga, Aranda de Duero, San Feliú de Llobregat, Burgos, Madrid, Toulouse. Fue consejero de Educación en la Embajada de España en Francia, de 1983 a 1989, y en la Embajada de España en Bruselas, de 1989 a 1991. Inspector de Secundaria de las Escuelas Europeas, responsable de la Lengua Española, de 1986 a 1996. E inspector Central, en el Ministerio de Educación en Madrid, desde 1991 a 2001. También durante varios veranos ha sido profesor de Literatura Española en los Cursos para extranjeros "Merimée-de Sebastian" de la Universidad de Toulouse, con sede en Burgos.
Es comentarista de poesía en la revista LEER desde 1998.
- POESÍA
Doce poetas jóvenes (1966)
El Silencio (1967)
Nueve rayas de tiza (1968)
Cancionero civil (1970)
Aurora boreal (1971)
Espíritu áspero (1974)
Antología (1979)
De la diversidad (Poesía 1965-80) (1983)
Sansirolés (1989. Segunda edición aumentada, 1993)
Mol (1998)
Las coplas de Fidelio (1998)
Zas (1999)
Espíritu áspero (2001)
Discanto (2005)
Mazos de luz en vilo de guadaña (2007)
Nueve rayas de tiza (2008)
- OTROS:
- En colaboración:
Grupo Claraboya. Teoría y poemas. En colaboración con Luis Mateo Díez, Ángel Fierro y José Antonio Llamas (1971)
Parnasillo provincial de poetas apócrifos. En colaboración con Luis Mateo Díez y José María Merino (1975. Segunda edición, 1988. Tercera edición, 2004)
Las flores del viento. En colaboración con Ángel Fierro y José Antonio Llamas (2007)
NUEVE RAYAS DE TIZA
V
Cuando en el siglo nueve
Un poeta en Calcidia
Escribió en las paredes de la cárcel
La palabra libertad
Recordé aquella mañana
En que estábamos solos, mirándonos, y el viento
Daba mucho más lejos
Allá donde las olas
En las suaves colinas de Síbaris.
Juré
Que ya nunca
Cuando una mano de hombre
Escribiera en las paredes la palabra libertad
Me sentiría solo
Y te miré a los ojos
Como si todavía fuera adolescente
Y juré
Que nadie perturbaría mi calma
A pesar de las olas
Y de estos momentos en que quisiera
Tenerte entre mis brazos por encima de todo.
ESTRÍA
Si al fin ella dijera: ven.
Baja el aliento de las vigas
Y emerge luz del alba como cuarzo.
Si al fin ella dijera
El silencio monosílabo de la libertad
Se abrirían los cerezos
Esparcidos a través de la tela de niebla.
Madrugada de pantanos grises
Cuando por encima de todo
Sollocé
que al fin ella dijera: ven.
ESPÍRITU ÁSPERO
III
La muerte del padre se alza en la ventana,
Sale al espacio vestida de blanco.
Por las escaleras interiores golpea su cuerpo
Descendido a hombros bajo espesa madera.
Los hijos del padre cruzan las calles,
El globo de la tierra gira sobre sus ojos.
Están para estallar pero no sollozan.
Sonríen pero están para partir.
La energía del padre yace en el vaso de agua,
En la mesa de noche de las salas de espera.
La chaqueta del padre vaga por los percheros,
No es símbolo, no es viento, no es amor.
La madre de los hijos inflama la pared
Con una luz roja y con una luz roja.
La memoria deshace las miradas.
Mariposas clavadas con alfileres.
La sombra del padre se disuelve en la atmósfera.
Habita las galaxias, los macizos blancos.
La madre de los hijos y los hijos del padre
Cavan una tumba en el corazón de la tierra.
CÁLIDA SI GÉLIDA
Cálida si gélida
La carta primera al editor desconocido.
Por los espacios aletea
Sangre arborescente del manuscrito lacerado.
Pasadas tres décadas
Cálida si gélida
Arribará
La deseosa carta al editor desconocido.
Goloso monóculo, virgen de tu nombre,
Se posará sin sorpresa
Sobre la rúbrica desnuda y anhelante.
Te dispones con brío a celebrar
Ese instante incomparable, esa mansa cópula
De sus ojos feraces y tu melancolía
Cálida si gélida.
ESE ES EL PUENTE
Ese es el puente.
Esa la ciudad.
Ahí a la izquierda
Reposa Heráclito.
En esotra ribera del fondo
Do el raso crepúsculo
Jimena
Acluecada en la rueda de sus damas ganchudas
Hace
Discretísimo pis.
Sin ir tan lejos:
He ahí dos efebos
Que al arrullo de la oscuridad
En el pasadizo bajo la fortaleza
Sollozan.
Reparte papeles, cidiana Talía,
Y ensayemos
El espectáculo de la ciudad desde el puente.
CÓMO HA SUFRIDO la que se examina de música
Que el violín niño coría tras de los caballos.
Un arpa para ella de palmera grande
Y melodías de sus cajas de oro.
Dos noches la que se examina de música
Trenzando sombras de semicorcheas.
Si ánade el violín jubiloso
Sobrevuela torres del palacio errante.
Van a suspender a la que se examina de música
Y de morderse las uñas ya no tiene dedos.
Oh qué casualidad, es hoy cuando celebra
El violín niño cumpleaños de nieve.
LA PARTITURA VACIA
LA PALABRA es un jarro de fresas.
Muerdes y sale sangre.
La palabra es una cucharada miel,
Tiene los párpados en flor.
La palabra es una pavesa de vaho
Con su vestido de lunares.
La palabra es de vino duro
De piedra de sol.
La palabra está en el cuarto
Y se desnuda toda y me posee.
Cae rendida
Y ya no se puede pronunciar.
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