miércoles, 27 de octubre de 2010

1833.- ISABEL DÍEZ SERRANO


Sevilla (España), 1940. Reside en Madrid. Estudios de Psicología, Idiomas, Reflexoterapia. Directora de la Tertulia "Príncipe de Asturias" y de la revista "Oriflama". Miembro del Patronato, A.P.P. Poemarios publicados: "El último espejo" (1987), "En el principio de la carne" (1988), "Alimentando lluvias" (1990), "De mis noches con Juan" (1991), "Y el sueño se hizo voz" (1994), "Marcada por tres fuegos" (1995), "Ecos de prensa, I y II" (plaq, 95, 1996), "Las horas detenidas" (1998), "Réquiem por una madre" (2001), "Testigos del amor y la locura" (2002), "Te esperamos" (2003), "Antología de la Poesía Cósmica de Isabel Díez Serrano" (2004). Premios: Placa "Prometeo de la Poesía", "Alhoja de Plata", Accésit "Fernando Rielo".






DESNUDO DE PALABRAS

Esas palabras tuyas tan mordidas, se quedaron adentro de los labios ¿qué me quieres
tristeza? Son pálidos tus ojos y tu voz ya fue muerta; encadenado, resbalaban tus manos y
gritaban tus brazos. Yo besaba tu frente, tus mejillas -oh dolorido pecho- -pajarillo sin
alas -, tu página se vuelca, amarillece, se emborrona la letra en tu mirada ya casi
clandestina, niebla gris. Ella te ha penetrado, decidida, no se solidariza con nosotros, te
ha socavado, increíblemente astuta y va echando raíces en tus huesos, tus carnes maceradas
por el lecho en que ya te postró, burlándose de todos, haciéndonos creer que aún eras tan
nuestro, pero no, no estaba tan claro que la resistieras, su envite era ya fuerte,
triunfalista.

Tu mendigar espacio, tiempo palpable, tan humilde y a ciegas, fue como gota de agua dentro
del Universo. Tu abismo sin fronteras se presentaba y tan dañino, tan fatigosamente hermanado
al más allá.

Y contemplarte era, un cuchillo lacerando el fuego del corazón, que ya nos abrasaba.

(2004)






FRENTE AL MAR

Fue frente al mar.
Y eran las leyes del rocío,
la noche cabalgada,
la entrega de una niña y un muchacho
quizá casual
y no hubo resistencia ni pañuelo.


Eran las leyes del verano
tal como canta la Poesía,
un hombre todavía niño
y sus olas fortaleciendo el eco.
Fue una noche sentada, de abandono
noche
albina y de inocencia.


Fue frente al mar, y amanecía
el asombroso nombre de dos gestos
y rumor de averío entre las alas.









HOY HE PODIDO VER AL ROSAL SONREIR,
entendí sus vocablos
sin darme cuenta apenas de tú estabas ya,
sus ojos se tornaron bailarines
cual si quisieran aplaudir
tu presencia. Sé que la primavera estaba,
estaba ya encendida a pesar de mis lágrimas
-las lágrimas a veces ocultan las estrellas-, tú lo sabes
mas sólo bastó un punto,
ese ardiente latido de la flor
para sentir que me amas.
Donde hay amor siempre hay un aleteo
un no se qué
un halo misterioso, un tono muy subido...

Quedé callada, absorta
con ese ir i venir de tus cabellos.
Tan fuerte, tan hermoso.
Te guardaré en mis labios
para tener tibieza cuando me sienta fría,
para tener asombro cuando me sienta sed.
Quiero ser cazador de tu ternura,
besarte las colmenas que manan leche- miel.
Los almendros me llaman a tu fiesta.
¿De dónde vienes, amor, que traes las manos
tan pálidas de lluvias?
Primavera ha nacido y en tus ojos
prendieron los jardines.
A que cerrar los labios,
no mueras de silencio, nuestro amor
no puede ser mortal.

Descansemos ahora en el camino,
llenemos nuestro surcos,
que nuestra historia resucite,
que no llame a la puerta y, de puntillas
se pase y nos sorprenda
borrachos de caricias, incendiados
en un lugar del mundo
donde la luna canta todo el día.
Donde todo amanece

Del libro "Del tiempo y sus ocasos"






A Luis Cernuda

“REALIDAD Y DESEO”

Tú fuiste “realidad”,
lo eres aún. Y en mí el “deseo”
de leerte de cuando en cuando,
de vez en vez. Te bajas
de mis estanterías
y creces en mis manos y en mis ojos.
A solas, y en silencio
oigo tu voz desde este rojo- azul;
estamos en Agosto y pasa el fuego
por las rendijas de esta sala mía
donde habita el dolor y habita el gozo.
Del sudor de mi frente
resbalan sílabas que vierten hacia ti
mi admiración tardía.
Como hombre silencioso estabas
cerca de mí, mas yo pasaba tardes
con otros cielos desnudos de palabras,
mudos como el secreto, tumba,
como el polvo grisáceo.
Regresé a tu jardín y entre magnolios
al fin te descubrí. Tú estabas
resplandeciente al punto
que me cegaste con tus mil estrellas,
tus encendidas sombras,
tu ímpetu fluvial, tu intensidad.
Espiga lacerada.
Cuajada de tristezas
que rompe por el pecho y la garganta.
Tiemblo con tu temblor, tu calofrío
--poeta del olvido, de la ira y la piedra—
genio que sales de los libros
y caminas las calles de Sevilla
con tu pelo engomado para oler a jazmines.
Lo mismo que una rosa fecundada
tu perfección me abruma,
me inquieta, me fascina.
Hoy, rebosas mi copa.

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