René Arrieta Pérez. Escritor y periodista colombiano (El Carmen del Bolívar, 1970). Profesional en lingüística y literatura. Doctorando en literatura hispanoamericana en la Universidad de Salamanca, en España. Ha publicado los poemarios Salmos del segador de mieses (Editorial Lealón, Medellín, 1997), He olvidado su nombre (LibrosEnRed.com, Buenos Aires, Argentina, 2007) y Bodegones (Colección Los Conjurados, Común Presencia Editores; Bogotá, 2009.
MIENTRAS PENÉLOPE TEJÍA
(Tomado de Rosario de Nueve Perlas)
Mientras Penélope tejía
Odiseo en su aventura
soportaba furiosos asedios y pruebas.
Vio a los lestrigones destrozar sus navíos;
de tumbo en tumbo
arrojado estuvo por las olas
a las arenas de un caro y
desconocido islario;
a sus compañeros vio en las pocilgas
de las piaras;
la maga Circe lo recibió en Eea,
y lo salvó Hermes con sus hierbas,
de hechiceras pociones
y maléfico poder;
en Esqueria estuvo
cansado y poco tiempo;
en extraño procedimiento
visitó el Hades,
para escuchar de Tiresias,
amado de Perséfone,
las coordenadas de regreso
a Ítaca;
Calipso lo retuvo en Ogigia;
junto a los demás marinos,
tuvo que llevar a sus oídos
sus dedos,
para resistir el encanto de las sirenas; y ya,
cuando su arribo hizo a puerto,
por la gracia de Atenea,
tuvo que meditar
en compañía del divinal Eumeo,
sobre la tensión del arco,
la puntería y velocidad de la flecha,
la sangre y la carnicería,
el final de un tiempo aciago,
y la feliz sonrisa
de Penélope y Telémaco.
CON MARÍA EN EL POLIEDRO
IX
Aunque puedas rubricarlo
Con el uso de los sephirotes
Tal vez te digas que no
Y es preciso que intentes
Escribir el verso que cuente los últimos instantes de tu vida
Ese verso ritual que analoga universos
Ese mismo verso que en cifras fatalistas
Escribió en Samos
Leurípides de Calamata
Ese mismo verso
Órfico
Aciago
Absoluto
del poeta.
ÉL, DESEOSO DE ELLA
SÓLO RECIBIRÁ REPROCHES.
El apetito sexual del guerrero
encontrará la negación del sexo
porque ella
decidió disolver los ejércitos.
Todas portarán estandartes
blancos
por orden y señal de Lisístrata,
y reprocharán la guerra.
Él, soldado y amante,
guerrero y esposo,
deseará su cuerpo,
querrá embriagarse con su olor
de violetas,
y sentir
sensuales
las finas sedas
que le visten el cuerpo.
Ella, soberbia
sólo esgrimirá reproches
contra él y la guerra.
NUNCA MÁS, NUNCA MÁS
En medio del fragor de las bombas
los derviches merodean los palacios de Bagdad
el estupor se adhiere a los poros
las plegarias se fragmentan como granadas
Han pasado una y otra e infinitas noches
Aguanta una noche más Sherezade
Tu piel
tu sangre
tu espíritu
se renovarán con el fuego
Bagdad
aguanta una noche más
En las húmedas orillas del Eufrates y el Tigris
Eliot se revuelca entre ajos y zafiros en el fango
y en las cornisas de una morada blanca
Edgar Alan Poe escucha un graznido
que grita nuevamente
"Never more" "Never more"
Bagdad
aguanta una noche más
Ni sábanas blancas
ni bolsas negras de polietileno
Los niños mujeres y ancianos
que yacen en el suelo
son recogidos con las dentadas
palas retroexcavadoras
y lanzados a las volquetas
--herrumbrosas carrozas funerarias—
que atesoran montículos de muertos
Bagdad
tal vez no te quede otra cosa
que reconciliarte con la sangre y el fuego
Bagdad
aguanta una noche más
En sus plácidos jarales
Omar khayyam escanciará una copa de vino
y escribirá nuevas Rubaiyat
escribirá con tristeza y desasosiego
escribirá sobre astronómicas distancias
sobre máquinas de guerra
sobre el amor y el odio
cuerpos lacerados
sangre derramada
correntosa inocente y pluvial
Y allí
en Ciudad Zader
niños que en otros tiempos
corrían sonrientes entre los palmerales
redundan con sus cuerpecitos trémulos
con miradas lejanas
galopantes en otros reinos
Los cañonazos suenan
y caen abatidos los cuerpos
sangrantes
en la noche
Luego
son semillas diseminadas al alba
Forzosamente se cumple un antiguo mandato
-a la tierra lo que es de ella-
En el campo de exterminio
cerca de los ríos
tal vez los cormoranes pescarán piedras preciosas
¿Y qué puede ahora la palabra contra todo?
Contra la muerte y el hambre
la tristeza y el escombro
si están las balas segando las miradas
y el paisaje está siendo asolado por los tanques
Bagdad
aguanta una noche más
Qué puede la palabra
cuando la mirada explora
en yacimientos de dolor
es combustible la ira y la indignación
Y
en estos campos oficia el crudo y refinado arte de matar
La pupila se calcina
temblorosos los labios musitan
el silencio cabalga sobre vastos territorios
Qué puede ahora la palabra
qué puede mi pluma
qué puede mi deseo
qué puede este dolor.
Bagdad
aguanta una noche más.
Bodegón con ciruelas
El punto lechoso en el que habita
La fronda del árbol
El habitante y su artilugio en el ramaje
En la noche o en el alba la vigilia del pájaro
Y el cisma de su lengua y de su canto
Su vistoso plumaje y lo que encierra
En el tronco quebradizo la resina
El insecto y su burbuja
Su burbuja de tiempo
Un antes un después y un ahora
Su esquemático misterio
Su signo
Su código Valente
Su teorema
Las hojas y el invierno
El suelo concedido
La lucerna
La teurgia del niño y su contorno
El Tetragrámaton latente y su conquista
Lo eterno y lo fugaz
Lo trópico y el fruto que se brinda
La lozanía de todo la podredumbre las ciruelas.
Bodegón con pitahaya
Los cardones erguidos en el patio
Y el tropel de trastos en el cenit de la tarde
En el atardecer galopante hacia las sombras
Las pitahayas desparramando su fresco olor
Su cremoso verde
Jaspeado de puntitos negros
...Y algo intemporal
Obsedido de libélulas mariposas y palomas
Tocadas por un aire siniestro
Presagiado entre los cactus.
Bodegón con cerezas
Las frescas cerezas eran
Como grumos de glóbulos rojos
En el cuerpo de sus racimos
Cerezas para el corro de los niños
Vindicadoras cerezas de un reino extraviado
Consustanciadas cerezas con la luz
Y refractadas en los amaneceres
Con el canto de los gallos
Calisténicas cerezas en la hora exacta del meridiano
Cerezas para éxtasis en el ánfora de Dionisos
Tintas cerezas para vinos de cónclaves
Sustantivas cerezas para cáliz consagrado
Apetitosas cerezas para la emaciación de los ancianos
Cerezas túrgidas para una vendimia solar
Habitad plácida y conturbadoramente
Ese nombre.
Las frescas cerezas eran
Como grumos de glóbulos rojos
En el cuerpo de sus racimos
Cerezas para el corro de los niños
Vindicadoras cerezas de un reino extraviado
Consustanciadas cerezas con la luz
Y refractadas en los amaneceres
Con el canto de los gallos
Calisténicas cerezas en la hora exacta del meridiano
Cerezas para éxtasis en el ánfora de Dionisos
Tintas cerezas para vinos de cónclaves
Sustantivas cerezas para cáliz consagrado
Apetitosas cerezas para la emaciación de los ancianos
Cerezas túrgidas para una vendimia solar
Habitad plácida y conturbadoramente
Ese nombre.
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