martes, 26 de octubre de 2010

1809.- HELLMAN PARDO


Hellman Giovanny Pardo López.
Nació en Bogotá, Colombia, en 1978. Poeta y ensayista. Ingeniero de profesión, ha transitado desde edad temprana en la poesía asistiendo a talleres dictados por Federico Díaz-Granados, Jaime García Maffla y Juan Manuel Roca.
Finalista en 2007 del premio internacional de poesía breve, celebrado en Buenos Aires, Argentina, con el libro “ L a humanidad de las cosas”. Colaborador de varios medios escritos y virtuales, entre los que se encuentran el periódico confabulación e Ibarra, y las revistas El Ático, La movida literaria y Cinepalabra.
Pertenece a las redes literarias REDNEL de Colombia y Poetas del mundo de Santiago, Chile.
Ha publicado en 2008 el libro “ La tentación inconclusa”, perteneciente a la Colección Internacional Los Conjurados, por la Editorial Común Presencia. Así mismo, aparece en la antología Conjuros Capital , donde se reúnen los más destacados poetas de los últimos 50 años de Bogotá, convocados por la Secretaría de Cultura de la ciudad. Su poesía ha sido traducida al japonés.
Trabaja en la actualidad un libro de relatos y prepara su primera novela.


Algunos poemas del libro La tentación inconclusa



LA CALLE

Sin decir nada todo me lo dices.

Dices, por ejemplo:
–Soy de roca y sudo a los hombres
En los días sin sombra y las noches sin pájaros.
Nadie llega a ninguna parte;
Vuelcan por mis manos ese monóxido de sangre
Que les da la vida o quizá la muerte.
Se aman y se desaman por mis costillas amanecidas,
Se rompen y se mutilan.
Si esa es su naturaleza
Déjame seguir siendo esta piedra vencida
por el tiempo.
Y digo, con estupor en el rostro:
–No te afanes, estoy de paso.





LUZ SOLAR

No tengo grandes noches

De cerezas, de uvas,
De pasos sin camino
Como cualquier ser humano
O ausencia de aguacero.
No soy abrazo de madre
Con ojos de dolores en los hijos,
Un pirata con múltiples arracadas
Que cuelguen de las hélices
O la garza de flacura vencida
Que bebe espacios en el agua cruda.
No tengo sombra, o manos que sostengan
Tanto anochecer al día.
Tengo esqueleto
Y no tengo grandes noches
De pueblos enteros que sollozan solos
Con forajidos en sus calles muriéndose de pena.
No soy el que necesita el mundo.
Es tarde,
Andate con tus árboles donde muera la selva.






OLEAJE

Para qué callar

Tanto silencio arrepentido,
Tanto amor a la deriva.
Bajo qué movimiento esa pálida muerte
Llegará con sus arcabuces
A deshacernos el mundo.
Estas manos que aún esperan
Caminar ilesas por algún lejano cuerpo,
Quizá ese cuerpo,
Dónde irán a reposar de tajo.
Sombra,
Río que fluye desvelado,
Océano y lágrima,
Árbol de hojas blancas sobre un viejo páramo,
Ese oleaje es el amor de los hombres.
Para qué callar entonces
Tanto amor a la deriva,
Tanto río.





CAMINO INTERIOR

Lo he hecho todo:

Sembré un árbol donde no recuerdo,
Escribí un libro que nadie ha leído
Y tengo un hijo que nunca veo.
Lo he llorado todo:
He llorado la muerte, el amor, el destino,
La miseria, el hambre, la distancia
Y ya no queda sal en ninguna lágrima.
Acaso al fin lo he escrito todo:
Mil quinientos setenta y nueve poemas con treinta
y un centavos,
Tres cuentos, dos ensayos, noventa y tres informes,
Una renuncia,
Siete cartas, once mensajes en la nevera,
tres mentiras,
Cuatro grafittis, setecientas trece firmas –incluida
la de la renuncia–
Un árbol, un hijo, un libro,
Un destino, un amor, una muerte,
Un hastío, un dolor, una cólera,
He escrito todo mi desamparo.






VIENTO DE ABRIL

A Amparo Osorio

El viento, ese antílope que rumia corazones
Camina por el estribor de nuestras pieles
Y deja con su voz aplacados los cedros,
La vereda fértil, la cordillera.
Se deshojan sus tibias manos
Alcanzando las últimas horas de los días
En que dejamos de ser este pedazo de hombre
Y nos volvemos suyos, desamparados.
Cuando vamos de un lugar a otro, cuando somos
Solo la herrumbre de la vida
Y sentimos como nos limpia el cuerpo
Y abandona su mundo para poder lograrnos
El viento, ese fuego que consume nuestros rostros
Nos hace saber que estamos vivos
Y que nunca abandonará la faz de la tierra.
El viento, blanca sombra del día y de la noche.






MUNDO CONSUMADO

Ser de sombra y parecer que nada es nuestro

Y tenerlo todo y morir por ello;
Amar el mundo que llega con sus olas
Y nos encalla al relámpago de la vida;
Golpear un minuto y otro y acaso otro
Para que el tiempo no siga devorando
El presente que ya se muere
Y nos sumerja en el tímido futuro;
Temblar de frío cuando la lluvia desluce
Este cuerpo que cargamos con nosotros
Sin poder cambiar de forma, como el humo…
Partir sin decirle adiós a nadie,
Sin el total desamparo de sentirnos desolados
A algún lugar ajeno y lejano;
Amanecer a orillas de un río tranquilo
Bajo la luz desnuda del poniente y desnudos
Como cuando éramos simples animales
Mirando sin deseo a la propia especie
Y aún creyendo en el Paraíso;
Pensar que nada pasa entre nosotros
Con la sabiduría que la tierra es más ancha
Y no esta angostura que pretendemos;
Que no nos aflija el llorar, pesada roca
Con los ojos atiborrados de esperanzas
El milagro de un nuevo día;
Reposar el alma que nos cuesta a veces
Y colgarla entre las cuerdas
Para que en alguna hora bendecida
Se nos enjugue el cuerpo bajo el alba;
Volar vida,
Volar
Y no morir en el intento.




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