sábado, 23 de octubre de 2010

1788.- AHMED HEGAZY


Ahmed Hegazy Es uno de los poetas más destacados de Egipto. Trabaja en el Departamento de Estudios Arábigos en la Universidad de París. Ha publicado cinco colecciones de poesía, entre ellas, Ciudad sin corazón, 1959.






Elegía para un artista de circo

En un mundo lleno de equivocación,
Si tu cuerpo delgado,
En un movimiento demasiado rápido o lento,
Se precipitara a la tierra hecho añicos
¿En qué noche… esta u otra…
Merodea tu error?
Se atenúan las luces del techo,
Cesa el público su estrépito,
Y llegas ataviado de luz,
Héroe cabalgante, recorriendo la ciudad
Con tus ojos, despidiéndote de ella,
Clamando el amor del pueblo en noble silencio…
Subes a las primeras cuerdas
Los tambores al ritmo de tus pasos
Colman la arena del tumulto
Y retumban “¡Que empiece la función!”.
¿En qué noche merodea tu error?
Te devoran el terror y la aventura,
Tus pies, tus brazos se reaniman,
Tambalean, se reponen,
Se detienen ante el cañón fatal:
Como serpientes enroscadas,
Como gatos enloquecidos,
Negros, blancos, atacan y retroceden
En el círculo de arena.
Inicias tu arte del terror
Sitúas al público ante el momento de angustia
Vas por la morada de la muerte… arrogante…
audaz
Saltas de cuerda en cuerda
Dejas un refugio, y aún no encuentras otro.
El temor congela los rostros… atentos,
Compasivos, lascivos
Hasta que con calma te detienes,
Alzando las manos ante el público.

¿En qué noche merodea tu error…?
Abajo, pesado de tanto esperar, rumia en la oscuridad,
El indomable monstruo fabuloso.
Resplandeciente como el pavo real
Engañoso como la serpiente
Ágil como el tigre
Majestuoso
Como león al acecho, en el momento de peligro
Mientras prepara el gran salto
Invisible bajo tus pies
Muerde la roca
Espera tu caída
El segundo del cálculo fallido
El lapsus en la improvisación.

Entonces aletea el recuerdo
Buscando cubrir esta repentina desnudez
Venerable, sola.

El orgullo se posa en tu cabeza
Como ave saciada
Ebrio de silencio olvidas el trapecio
Las cuerdas vibran bajo tus pies como
La cuerda de un arco

Un grito apuñala la noche como el cuchillo de un ladrón.

En el centro de todas las cosas
La luz vacila sobre el cuerpo caído,
El pie, el brazo colgando y sin orgullo.
Y sonríes
Como si supieras los secretos
Como si confirmaras la profecía.








Escultura

Ese cuerpo, tú no lo posees.
Tú no lo eras, ese cuerpo, cuando entraste de pronto
en mi cuarto, y te sentaste en mi silla.

Tu cuerpo, esa visita incierta, vino
como una sombra adornada por tu ropa
y se desnudó para aislarse en su propio rincón. Déjalo en la confusión de los tiempos
y aléjate
quiero descubrir su secreto
dialogar con él por medio de mi boca y mis manos
para que evoque su infancia
la edad previa a los recuerdos
las palabras que no fueron pronunciadas
los torbellinos de sangre alegre de la juventud
olvidando mañana, su aurora y su tarde.

Si fuera un tigre hambriento
le daría una copa de vino
y encendería fuego en la chimenea.

Si fuera una yegua desatada
con sus crines al viento
la seguiría en el espejismo
y la buscaría hasta el fin de los tiempos
para regresar con ella
pero sin domarla:
¿cómo atrapar un relámpago?
¿cómo encadenar la brasa del alma?

Sin embargo, bailo con ella toda la noche
hasta el amanecer cuando ella revive
como mármol despierto,
desligada, libre,
feliz en un tiempo eterno,
revelando su corazón y buscando su deseo
perdido en las tardes y los jardines solitarios
dibujando con su desnudez interior
imágenes que aparecen una tras otra
sobre sus miembros
como los velos transparentes de sombra y de luz
que caen en lluvia de crepúsculo sobre sus hombros
y hacen como que respiran sobre ese cuerpo al que visten y desvisten.

Cada vez que el cuerpo extiende una pierna
o suspira o descubre su blanco pecho
o acaricia su cabellera negra
el tiempo se detiene un instante
y retoma su ritmo
cubriendo de sombras las frescas colinas
y de luces las cimas
como una fuente que corre
se vuelve transparente sobre los guijarros
y sombra entre las sombras
haciéndose espuma
finalmente.

Le he dicho al cuerpo cuyo ardor se ha calmado durante la noche
y que se ha vuelto una idea en mi cabeza:
—Vuelve a ser lo que eras, mi dueño.
Pero aquello que fue nunca regresa.








Muerte repentina

Escribí mi número telefónico,
Mi nombre y mi dirección
Si de repente muero
Mis amigos vendrán y me identificarán.

Imagino lo que pasará
Si no vienen.
Me quedaré en la morgue dos largas noches
Temblarán los fríos alambres del teléfono en la noche.
Sonará el timbre.
Sin contestación… una… dos veces.

Alguien le dirá a mi madre que estoy muerto
Mi madre, -triste campesina.
¡Cómo caminará, sola en la ciudad
Mi dirección en su mano!
¡Cómo pasará la noche a mi lado
En el silencioso salón
Vencida en su soledad
Consolada en la reclusión de su dolor
Sola, meditando
Sobre sus penas ocultas
Tejiendo mi mortaja con negras lágrimas!

Quisiera que mi madre hubiera tatuado el brazo de su hijo
Para que yo no me extraviara
Para que no traicionara a mi padre
Para que mi primera cara no se escondiera bajo la segunda.
Cuando veo a hombres y mujeres salir en silencio
Después de pasar dos horas conmigo
Sin cruzar mirada alguna, sin contemplar
otras escenas,
Cuando veo que, en la vida, no hay locura
Y sobre nosotros vuela el pájaro de la quietud
Siento como si de verdad estuviera muerto y yaciera en silencio
Contemplando este mundo agonizante.


Tradución del inglés de Claire Pye


INTERCOACH
Sol Poniente interior 144, Apto. 3-B, Altos de Arroyo Hondo III, Santo Domingo, D.N., República Dominicana. Tel. 809-565-3164 Se autoriza la libre reproducción y distribución del presente libro, siempre y cuando se haga gratuitamente y sin modificación de su contenido y autor.
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