viernes, 17 de septiembre de 2010

1344.- JÁNOS PILINSZKY


Nació en Budapest, en 1921, y murió en la misma ciudad, en 1981. Cursó durante un año estudios de Derecho, y después de Letras húngaras e italianas y de historia de arte.
Publicó sus poemas desde 1940 en revistas importantes de la capital. Se graduó en Mayo de 1944, y en Noviembre del mismo año le llamaron a filas y lo enviaron a combatir. En 1945 logró a volver a Budapest. Su primer libro de poemas, Trapéz és korlát (Trapecio y barras) fue publicado en 1946. De 1946 a 1948 fue colaborador de varias revistas de entre las más prestigiosas del país y codirector, con Ágnes Nemes Nagy, de Újhold (Luna Nueva). Por entonces pasó varios meses en Italia y en Suiza con una beca de estudios. A partir de 1949 no se le permitió publicar. Vivió de un modesto trabajo auxiliar como corrector ocasional de pruebas en la Editorial de Literatura, hasta que, en 1956, la Editorial Magveto le dio un puesto de editor. En 1957 pasó a la revista semanal católica Új Ember (El Hombre Nuevo). donde continuó como redactor hasta su muerte. Premio Baumgarten en 1947, Premio József Attila en 1971, Premio Kossuth en 1980. 13 libros publicados en su vida y 3 póstumos.
Su poesía es de una engañosa simplicidad, lograda por la economía en el uso del lenguaje, y una parsimonia de las formas expresivas, moderada apenas por una adjetivación muy propia. Súbitamente, a la mitad o hacia el fin de lo que parece iniciarse como una frase banal, una sola palabra, un solo elemento ubicado en el lugar preciso, logra la subversión de todo el conjunto, y lo transforma en otra cosa. Una súbita revelación inesperada rompe las convenciones de la percepción para abrir las puertas del territorio poético.




El desierto del amor

Un puente, una ardiente vía de asfalto,
el día está vaciando sus bolsillos,
sacando afuera todo lo que tiene.
Estás a solas al ocaso catatónico.

Como fondo de zanja es el paisaje;
marca ardiente en lo oscuro deslumbrado.
Se hace sombrío. Hiela el esplendor,
ciega el sol. Nunca olvido que es verano.

Es verano y el calor relampaguea.
Están de pie, y yo sé que ni aletean
las aves del corral, ardientes querubines
en sus jaulas de tablas astilladas.

¿Aún recuerdas? Fue primero el viento;
después la tierra; la jaula fue luego.
Excrementos y fuego. Y por momentos
nada más un reflejo, un aleteo.

Y la sed. Pedí entonces de beber.
Aún hoy siento los tragos afiebrados,
todavía soporto los destellos
inerme como piedra y los apago.

Los años van pasando, y la esperanza -
como un tarro de lata tirado entre la paja.






Impromptu

Estoy vagando sin rumbo
desde meses sin parar,
un sol asesino y dulce
me ciega y duele noche y día.

¿Desde dónde tantas visiones?
Ella surge al lado del agua,
en juventud esplendorosa,
flotando en lo súbito oscuro,

su sonrisa rompe en la costa.
Lejos se encienden los veleros.
Calor a plomo a mediodía
en cabina dispersas llueve.

¡Y los detalles, las minucias!
Sólo una flor al viento blando,
como si en manos asombradas
la girara en silencio un crío.

¡Las melodías! ¡Por filas de cuartos
la misma melodía resonante,
como si el mar descalzo
paseara en sus paredes!
Pero son los amantes los más bellos,
sus crines, tolda última y hermosa
del pudor, iluminan la penumbra.

Amantes, y el ocaso,
filas de casas apagándose,
y entre las casas, en la arena,
la mole inmensa de una torre.

¿Quién puede imaginarse algo más triste?






Basta

Así sea muy ancho lo creado,
es más estrecho que un establo.
De aquí hasta allá. Piedra, árbol, casa.
Actuando estoy. Llego temprano, me retraso.

Pero alguien entra a veces
y lo que existe se abre de repente.
Basta ver una faz, una presencia,
y ya sangra el papel de las paredes.

Sí, sí, basta una mano, como cuando
revuelven el café o hacen el gesto
de abandonar la escena,
para olvidar entonces dónde estamos,
la hilera de ventanas sin aire, y luego
regresar en la noche a nuestro cuarto
para aceptar lo inaceptable.






Espacios

El infierno es sentir un espacio. Lo es el cielo.
Diferentes espacios. El paraíso es libre;
vemos al otro bajo nuestros ojos,
como un cuarto de sótano;
desde lo alto, bajo nuestros ojos,
como atisbando por una escalera,
por una puerta de un cuarto de sótano dejada
a propósito abierta (¿o por olvido?).
Pasa allí lo que yo, precisamente,
no puedo soportar. Tal vez apenas abran
un cajón lleno de guiñapos,
midan un cisne, cuántos kilos pesa,
o hablen de aquello, una y mil veces,
con ese único ser a quien yo amo,
de lo que no se puede ni se debe
ni hablar, ni escribir.






Alguien

Por un perfecto círculo, o mejor,
por un óvalo imperfecto
está mirando Dios al monstruo. Un millón
de caras, manos y uñas en conjunto.
En el fondo una cama larga y muda;
una vulgar cobija y una almohada.
La pezuña del monstruo perfora el pavimento,
y alguien rompe a llorar.






A perpetuidad

La cama se comparte.
La almohada no.


Traducido por Rodrigo Escobar Holguín y Vera Székács


Las poesías pertenecen al libro EL REVERSO DE LA LUZ, Cuatro Poetas Húngaros, editado por la Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, Editorial Orpheusz, Budapest.

DE ENFOCARTE

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