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jueves, 23 de junio de 2011

4179.- ALICIA GALAZ


ALICIA GALAZ. Nació en Valparaíso (Chile) en el año 1936.
Alicia Galaz publicó tres libros de poesía: Jaula gruesa para el animal hembra, Ed. Mimbre, Arica, Chile, 1972; Oficio de mudanza, Betania, Madrid, 1987; Señas distantes de lo preferido, LAR, Santiago-Concepción, Chile, 1990). Su poesía aparece en numerosas antologías en Latinoamérica, España y Estados Unidos (Bocannera, Agosín, Lagos) y en revistas especializadas.
Como ensayista se destacó con su Antología Anotada de Luis de Góngora (Ed. Universtaia, Santiago, 1961), que ha pasado a ser un clásico universal en el estudio del poeta cordobés y es texto que se utiliza en los cursos doctorales de Universidades en España, Latinoamérica y Estados Unidos.
Sus publicaciones en el campo de los estudios literarios son numerosas.

Fue profesora en la sedes Antofagasta y Arica de la Universidad de Chile.

Debió abandonar el país como consecuencia del golpe militar de 1973 y se radicó en Estados Unidos, donde obtuvo un Doctorado en Letras en la Universidad de Alabama.
Profesora asistente en esa Universidad; conferencista de Estudios Doctorales en la del Estado de Carolina del Norte y catedrática titular en la del Estado de Tennessee, donde jubiló con el rango de Profesor Emeritus.
Realizó una importante labor como directora de la Revista Tebaida-Chilepoesía (publicada por la Ed. Nascimento), entre 1968 y 1973 que alcanzó una difusión continental.
Alicia Galaz falleció en la ciudad universitaria de Martin, Tennessee, su lugar de residencia, en Estados Unidos, el 18 de octubre del 2003.





JAULA GRUESA PARA EL ANIMAL HEMBRA

Ediciones Mimbre Tebaida 1972- Arica- Chile




HEMBRIMASOQUISMO

“Quiero que sepas
una cosa.
Tú sabes cómo es esto..”

Clasificada nazco como mujer.
Eterna esposa entre ollas, platos, calcetines,
escobas, cocinas, papillas y cedazos.
Río en mi apostolado de sábanas.
Aséptica rechazo ambigüedades;
defiendo el-legado-del- espíritu,
mientras exorcizo el presupuesto.
Funcionaria del tiempo distribuyo los mil y un días
en flagrantes compromisos, cumpleaños y bautizos.
Toda una red de conductas hidrópicas, purgativas.
La soledad me marca en las ferias y en las plazas.
En el instinto me refugio.
Me controlan la matriz.
Me postergan, me limitan, dosifican la ternura
y las palabras.
Planeamiento de alto nivel condicionan mis esquemas.
Sobre el parir o no parir
hablan.
Ponen odio y miedo.
Me lanzan por el rostro las leyes, la religión
o las costumbres.
Y a ti que te sonríes, te borraré del Paraíso.


“Os voy a contar todo lo que me pasa”









AUTORREFERENCIAS

“La verdad buena o la verdad mala”

Pláceme llegar a mis dulces calcetines
y zapatos de descanso.
Prohíbo las bullas alternancias del mujerío
entre platos, ropas, centauros las bateas.
La contingente bebida trago en el bar.
A la cantina de don Timo o al billar me acerco;
me sube así la embriaguez al buche misterioso.
Interminablemente hago proyectos para mejorar el país
o mi circunstancia de carambolero profesional
en el arte de lucir este cuello y corbata,
ajustada siempre al paso rimbombante de toda ondulancia
de pechos y caderas.
Me enredo en la cartelera del porno-shop a todo color,
mientras no quiero pensar qué hizo mi mujer
con su último embarazo:
los fetos cuelgan como crueles pensamientos.
Sigo enamorado de la vida.
Héroe soy de historias no vividas.
A mi regreso me verán esquivar mi sombra ya gastada,
respirar hondo,
meter la llave en la cerradura:
miro más alto de las ollas y platos y ropas,
del secador y los pañales.
La boleta del arriendo yace blanca, petrificada en la consola.









SOLUCIONES

“no sabía vivir sino esconderme…”

Reptas, te nutres, llegas sin color.

Te pones a sacar cuentas en una bitácora de otro tiempo
y señalas itinerarios,
emociones frecuentadas:
hasta los pares de zapatos comprados a tus hijos
te parecen pasos que nunca llegaron a ninguna parte.
Se proyectan ahora en la pared de este cuarto alquilado.

Adoptas entonces el empaque de togado funcionario
con la solemnidad de alguien
que no quiere morir.
Así cuentas historias muy antiguas
y en la noche auscultas tu propio latido,
descifrando el vacío en las manos.

Escuchas bien tu clase de hambre
que cierra
con desconocida llave
el aposento ése que intentabas habitar.
Reeditas los mitos para vivir,
pero descubres que tu rostro ha sido borrado por la lluvia.








PERSISTENCIA DEL SUBDESARROLLO

“No es sólo un hombre….”

Te llamas jefe de hogar y ya son varios
los que has dejado, con los hijos
mirando la puerta.
El sol te abre caminos,
pero arrinconado autómata juegas cacho
con el compadre en la cantina,
haciendo brindis de papel hasta el último centavo.
Arrimada a las artesas, con sus pechos secos
y abortos sucesivos,
tu mujer para la olla.
En el portón de la fábrica, sin juventud,
aguarda con la olleta de pancutras, días tras día,
el pito definitivo de las doce.
Ayer no más decía, tengo dieciocho años..
Regüeldas con deleite al ver mujer ajena,
asado o remolienda,
en tanto a solas con el frío
y el agua de la lluvia entrando en las fonolas,
ella sopla la vela en la mitad de la noche
como una tregua que acalla el hambre con el sueño.
A duermevela, de sobresalto armados,
tus hijos se defienden de invisibles fantasmas,
cuando de golpe emerges en la puerta
tratando de tocarte para saber si estás vivo.








TU NOMBRE EN LAS PLANILLAS BUSCO

“Ya se murió y no hallo a quién decirle..”

De día, de madrugada, de sobretiempo,
de polvo armada la veía sentarse cerca del suelo
con el frío algo turbio de las muletas en la puerta.
Reía llamándome a jugar.
Sus pocos años la salvaban.
Tiempo hace que en los estuarios del sueño,
vaciando su olimpo blanco,
la vi de negro,
las ojeras de vidrio,
entrando a la fábrica de perlina y radiolina envasadora.
Cojeábamos todos al entornar tú esa puerta de fierro.
La silicosis, hidra trasnochada,
metiéndose en la rueda del molino,
las aspas de tu muleta,
remolienda de la pobreza
en horarios fijos.
Todavía vienes haciendo esa venia reverencia,
hacia la derecha,
más a la derecha, izquierda, derecha,
con la muleta más crecida.
Rompe, rompe, rompe las aspas
de tu pobreza
o acomódala, tu muleta, de día, de madrugada,
de sobretiempo, otra vez con el frío algo turbio
del último turno en horarios fijos.









MI MADRE ME TORTURA EN LA PUNTA DE LA SILLA

“Yo recuerdo en mi infancia…”

Mi madre me tortura en la punta de la silla
los sábados a la hora de visita;
los pies juntos en casa de la amiga,
sin moverme y no se moleste muchas gracias
mientras mi hermano trepa escalas,
saca frutas, se raja el pantalón con el gran siete
de la victoria en su primera independencia,
al regresar libre de nosotras, 30 metros adelante.
Me colocan cintas, me complican los vestidos,
sobre el andar y los modales
dictan cátedra las abuelas, las tías,
las vecinas y parientes que reiteran los peligros
de las relaciones prematuras.
Hablan de ser madre y buena esposa,
de ventajosos matrimonios escucho asertos perentorios:
si luego la niña no se casa
es mejor que siga una carrera, pero corta.
La honra familiar se cuida y pasiva recibo los consejos
sobre el matrimonio nuevamente
y corro hacia mi madre, de la virginidad,
voy a mis amigos, de la moral, de casamientos
y bautizos, protocolo y ceremonias,
los buenos maridos, respeto y conveniencias.
Mi padre llega hasta la mesa y tejo entonces fantasías
sobre mi madre comedida que le lleva su café.







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