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miércoles, 14 de julio de 2010

603.- MÓNICA LÓPEZ BORDÓN




MÓNICA LÓPEZ BORDÓN. Nace en Las Palmas de Gran Canaria en 1976. Reside en Alcalá de Henares (Madrid) y fue creciendo en el Bierzo (Toral de los Vados). Poeta, escritora y periodista. Licenciada en Ciencias de la Información (Periodismo) y Licenciada en Teoría de la Literatura (ambas en la Universidad Complutense de Madrid). Actualmente es Directora de Comunicación de Grupo Cero y Columnista del periódico Puerta de Madrid.



Ha publicado los libros de poesía: “Mitos Azules” (en colaboración, 2004), “Árbol de sol” (2007)y LA BREVEDAD DEL SILENCIO (Edición bilingüe: Español-Italiano. Traducción al italiano: Luigi Muccitelli. Editorial Grupo Cero. Madrid 2011)


Colabora con revistas nacionales e internacionales: Resonancias (Francia); Paralelo 30 (Brasil); La Urraka (Chile); Letralia; Baquiana, Luces y sombras; Constantes vitales; Poesía Galicia, Calicanto, Reflejos…

Premio Internacional de Poesía Simón Bolívar 2010, Italia.

Premio Sarmiento de Poesía 2010.

Premio Érato de Poesía 2010.
Premio Internacional de Poesía Ángel Miguel Pozanco 2009
Premio Nacional de Poesía Hernán Esquío 2006.

Sitios Web:







Inacabable amor y deseo
Sorpréndeme las manos con titánicas embestidas
vísteme los labios desbordados de pasión furtiva
muéstrame, en los bordes de tu piel, el cuerpo ligero y el rostro cálido,
tiernamente, con tu distraída voz, inagotable y vividora.
Quietamente dime la verdad con dos palabras
sencillas, hermosas, vencidas en la melodía prometida,
tejida en las impenetrables manos del poeta.

Y no me preguntes nada.

Sé que dormí el deseo en el soliloquio del alfarero,
aquel que me dijo: “Vendrá la primavera, contigo vendrá la primavera
y rozará el verso en la noche azulada, la gloria embellecida y todas sus flores,
lirios, violetas, guirnaldas y rosas deshojadas por un mirlo inquieto”.
Irremediablemente tienes que decirme
del inmenso abrazo agarrando nuestro pecho,
detenido en todas la bocas abiertas al mundo.
Despiértame de esas fantasías del oráculo,
del presentimiento y de las tentaciones contra el abismo sin sentido.
Mírame, mañana, desprovista de mi nombre,
seré en tus manos seguro azar, y un amor.
Te observo desde el umbral, arden tus labios y los ojos de mujer.
Ven a buscarme…



Busco la alondra que voló de mi pecho

Descubro en los mares árticos un juego para inventar silbidos de la tarde
en el canto de la alondra. Olvido todos los nombres.
Retrocede la noche como pájaro rendido en tu pecho deshabitado.
Se alejan los vientos del Norte plegados en tantas cosas por encontrar.
Entre las alondras vuelan gargantas de mundo
inundadas de versos.
Engendran sus nidos con el ir y venir de tanto viaje
siempre, para volver.

Resbalarán y caerán en mis manos alzadas, sonámbulas de tu boca,
desnudas entre tus brazos…
Cómo apagar el resplandor de este vuelo, la pasión de su ruta acariciando
tus labios con los dedos, deslizándose por el horizonte abierto,
alondra que no pudo hablar.
Miro el cuerpo que anida en mi pecho invadiéndolo todo
para encontrarme a mí misma volando, por primera vez.




Escapó de mis manos


En ese preciso momento escapó de mis manos
convirtiendo el norte en todas las direcciones posibles.

Tenía la cadencia mágica de una gota peregrina,
izada sin forma, vencedora, en el camino de nadie
y el cuerpo del hombre.

Su agua era un pájaro flotando entre la luna y mis ojos,
agitada libertad, la de mis pies desnudos,
hundidos en la mirada sobre el mar.

Escapó de las manos que no tocaron nunca
el sol frente a frente.

Escapó un verbo pronunciado en ese instante,
un tenue rumor de viento,
deseo y rosas tejidos en la piel.





Esquema de un paisaje


Cruzo un desierto, sus páramos
y crepúsculos de infinitos sueños.
Miro alrededor y no tengo respuestas.
De todo lo que amo trazo un esbozo,
paraísos del alma,
estaciones sembradas de auroras y jardines.
En mi cuerpo están las huellas del alba,
su voz y una cantata sombría
por donde vaga la muerte
invitando a su fantasma.
Hoy tengo el espesor mudo del mar
y un largo llanto, los ojos vacíos
un vuelo de pájaro y un largo lamento.
Escribo el dolor sin nombre.
Abandono toda promesa
y bailan sobre un hilo
los cristales de las ausencias.
Nadie lo sabe pero en mi tristeza,
envuelta entre tus brazos, brota una flor.



Una gacela en pleamar

Me sentía una gacela en pleamar
brotando en el fuego de tus manos.
antílope y lira,
preludio de una buena canción.

Me sentí gacela, saltando, en pleamar
cuando pude dibujar la ausencia presentida,
los párpados soñando átomos abiertos
y una danza marina con los dioses del Parnaso
sentados a nuestra mesa.

Dibujé una parábola en el vientre.
Loca, lánguida, soñadora,
entrelazada al viento del norte
que llegaba anunciando el crepúsculo.

Temblaba el horizonte.
Su mirada era como un salto
de poniente agarrando el vacío.
Y me sentía gacela en pleamar,
alegre y ligera; enlazada y perseguida;
fugada y alcanzada en todos sus tiempos.

Huida de nada.




Balada de agua


Baila el mar con la delicadeza de todos los que escuchan
en cada ola el estío de la vida,
que se extiende, en el brillo del silencio.

La madrugada cabalga sobre la arena,
junto al rumor del viento vacío
y en el silencio soberano,
ella cae
sin sufrir,
en la oscuridad del anochecer.

Escucha su silencio y se percata:
escribe una luz y un escalofrío fugaz.
Vislumbra un corazón
que quiere ignorar la muerte,
sus ojos, y el vértice de cada latido
esperando la palabra próxima para poder partir.

Cabalga enredada en las sombras. Se queda quieta,
suspendida en el crepúsculo
que pasa ante sus ojos abiertos
que dicen, del silencio,
el filo de la verdad.




Ciegas ventanas herían mi alma

En la calle todo puede advertirse:
la casa de la esquina, el balcón de flores,
los adoquines desgastados por el tiempo,
la lluvia en los tejados
o la penumbra de una ciudad desnuda y abierta.

Sueño con un sueño.

Levanto la cabeza y el viento,
embriagado con un amor extraño,
disiente de todo mi dolor.

No quiere paisajes tristes.

Pienso, cómo decirle,
que ciegas ventanas habían herido mi alma.
En algún momento, me hizo ilusión pensar
que aquella tristeza,
no era mía.




Vivir, porque vivir, será lo diferente

I

Escribe de la primavera sus ojos de sol.
Deja pasar tranquilamente el día
hasta que muere en una hoja cuando llega la noche.

Escribe un poema sabiendo que es
el punto aniquilado del ocaso y los huesos
fundidos en el corazón
latiendo en toda su muerte.
Algo se identifica en la añoranza
de los suspiros apretados en la vida.

Vivir, porque vivir, será lo diferente
de una gran vida.

Y, en ese preciso instante, le entra
el miedo terrible, feroz y anhelante
de encontrarse consigo misma.
Con la piel perpetua, escénica, voraz,
suavísima, vencida en plena lágrima,
melancólica, quebrada o ávida.
Como si fuera el apóstrofe de un gran soneto.


II

Esa mujer, un poco abatida,
se levanta, esta vez, viendo las manos,
millones de manos alzadas al cielo,
con el puño en alto pidiendo la libertad,
la que tendrá la luz,
los deseos multiplicados
y el futuro sentado a la mesa.
Añora la paz de otros tiempos,
la paz y un gesto de amor.
Regresa como una pasajera del tiempo
envuelta en los labios del océano,
es carne de vida, el más allá,
el dolor y la loca soledad
asomada entre las sombras.
Una voz le dice:
Tienes que saberlo: el mundo es infinito.
Hay quien sabe del odio y del rencor,
de las miserias, de la cárcel y otras fronteras.
Hay quien sabe del abismo negro y del silencio…

Ya, le dijo la mujer, sin embargo,
nosotros danzaremos vencedores.

Entonces, la voz, enmudeció.




Oda a la mirada


Nace del amor la mirada profunda, se reconoce su caminar de pétalo abierto,
las formas que resurgen en las pupilas cristalinas
de la mujer que vive, del hombre que ama,
del mundo que gira viviendo a su manera
en la ávida belleza de los vientos del norte.

Nace tu belleza grandiosa en la plenitud del amanecer, sin tiempo,
rompiendo los hechizos de tus ojos de odalisca
tendidos en la telaraña de mirada y voz,
de un paisaje imprevisto en la comisura de tu labio.

Como los otros, caminas sonámbula
en las palabras vacías de una noche de invierno
y en tus manos quedó una bandada de pájaros,
un trozo de papel, un vuelo
y el espejo del tiempo abriendo tu boca de seda.
Descubres la desnudez del sueño, el goce,
y todo se confunde, mirada, en el viaje,
el verdadero viaje de tres colores, de luna blanca,
escritos sobre el cielo de París.

En tu ocaso empujamos vertiginosamente tu huella,
tu temblor cae sobre la vida, cae tu mirada y se la lleva.
Viva. Viva y desvelada. De todos y de nadie



Se me ocurrió…

Mirar desde el ángulo de tus ojos
el abismo del viento pasajero
y sus dedos ávidos
hilando el destino consumado.

Emerge el trazo de la espera
sobre el asfalto mojado,
se muere la indiferencia y el aburrimiento.
Observo a la derecha y a la izquierda.
Cientos de rostros buscan el cielo.
Una voz le dice a mi oído
y otros labios le hablan en sueños
del adiós que es un vuelo,
preludio de letanía nocturna y sutil
que ni a mi boca le consuela.

Amo el ritmo sideral de cada paso,
la huella brotando al compás de un verso
y el trapecio encaminado de tu voz
cuando resuena el latido del silencio.




¿La verdad del amor?


Últimamente me pregunto si cuando sueño,
la luna es tu voz serena galopando
en la noche del alma, por siempre oscura.

Si convertimos los minutos en siglo
y de la vida, hicimos un amor.
Si el crepúsculo de la tarde
llega abierto como una partícula de viento
enredado en el mundo que nació
olvidando el olvido.
Me pregunto si esa verdad
es un vuelo de átomo
que borra las huellas del pasado
y percibe unos ojos místicos
colocando a la distancia
como testigo implacable.
¿La verdad de amor?
¿Quién la sabe?
¿Quién era yo escoltada
en las formas del verbo
habitando en tu nombre?

¿Alguien lo sabe?



La tercera pregunta

En tu melodiosa desnudez
escribo el estallido que no te abandona:
¿cómo escapar?
Luz y pregunta
en tu cabeza acostumbrada
a la rebeldía del cabello
ondeando los misterios del mundo.

Tiene el alma su división
iluminada en heliotropos abiertos
que partirán mañana
como si fuera la última lluvia,
la última gota abrazando
la respiración de la noche.

Vuelan las gaviotas
y nadie responde
en el fondo de mi garganta.




Sin principio y sin pecado

Quisiera conocer del viento,
su arrebatada voz, su garganta
y sus tres añoranzas
fundidas en un solo cuerpo.

Llega el amanecer
y después de haber dormido
con la muerte imaginada
escribe en mi piel
la belleza de la soledad.

Soy, de su nacer, el tiempo ajeno,
desvelado y fugaz
que acude sin pausa
con el amor en las manos abiertas
como quien espera
los retazos de un poema futuro.

Destino forjado entre aquel ayer
y hoy germinados sin pecado
en todo lo que aún
queda por decir.




Si la voz se sintiera con los ojos

Tocas en mis costados
el laberinto y todas sus sendas
ceñidas al color de tu voz
y al tacto ondulado de tu vista.

Si la voz se sintiera con los ojos,
cáliz desquitado en las carcajadas anegadas
del llanto vacío de hoy, del día que se acaba.

Atiéndeme, se va mi fuerza haciendo nube,
te miro y no llego, amor en las palabras.
Te digo: espérame…
cuando ya, otro rostro, nos sonríe.




Toco esta nota desesperada, amo y soy amada

Toco esta nota desesperada.
Madrugada delirante
absorta en este labio desnudo
clavado en el sol que todavía
me cabe en el pecho.

La estocada aquella que finge
su encuentro fugaz
me despierta en este amanecer.
No me importa lo perdido,
amo y soy amada.

Siembro en los ojos del sauce
este amor que me escribe
besando del inalcanzable vacío
la boca que sigue pidiéndome más.




Sol en Aries


Que al fin me entere yo cómo sabe
una piel que sorprende.

Vicente Aleixandre



Abrázame,
abrázame sol hasta que se hundan los besos
en la voz de esta mujer naciente
que aspira a ser el vuelo enamorado
que no vacila,
una orquesta armoniosa de caricias.

Se cae el blanco de la hoja
y tengo esa piel de mar
que dibuja los bordes de lo íntimo
y un sol en Aries.

Viene el fulgor y lo empuño
sentada sobre el amanecer.

Más allá de mi nombre de primavera
bordo una mujer de luna que camina feliz
el nuevo día con sereno paso.

Abro mi corazón al mar,
tan pleno, tan poderoso
en cada ola que me toca.

Abrázame, le digo al sol,
abrázame luz
para que al fin me entere yo
cómo sabe una piel que sorprende
más allá
de la mirada.




¿Serás, amor, un largo adiós que no se acaba?

Se asoma a los labios la voz que te nombra
desde nadie.
¿Serás, amor,
un largo adiós que no se acaba?
Me pregunto, te pregunto
Íntima
desde el otro lado de la muerte.

Llegas palpitando con tu carne de viento.
¿Adónde ir?
¿De dónde sale esa mirada
alta marea
sin lógica aritmética
pero con todos sus aromas?

Sostiene la mano tus pasos distraídos,
iris de piel nocturna
en anónimo diálogo de nostalgia.

Te pondría distancia y olvido.

Juega mi corazón con el misterio del verbo
que se desnuda, amor, tan lejano en tu adiós.




Mira: En tus ojos los míos

Mira:
Pienso engarzada en estos ojos míos
este cuerpo que se bebe hasta el fondo de mí
y que vive conmigo.

Soy aquella de mirada encandilada
que corteja el friso de silencios que me tocan
y los dibujo sobre un puerto a la deriva.

Escribo sobre el nácar de Venus las tablas de la ley,
los destinos posibles, las variantes del tiempo,
una tarde imperial o algún verso de primavera.
Rosas abiertas que florecen en tus ojos,
en los míos.

Mira:
Me quedo cautiva en el misterio de la piel
que te escucha, ya, sin nostalgia.





Era un aire suave….

Era un aire suave…

Llegaba delicado en su caduca piel
como la bella marea
modelada por las manos del cielo
jadeante, insomne, pintoresco.

Se adivinan los rastros
del pulso que late
mientras baila mi alma
sobre la boca que pronuncia:
Más allá de los mares
Dios es el mar
con su bravura y lustrosa palabra.

Soy la flor del viento,
del aire suave
y su escorzo.
La envoltura del mar
y sus ojos pardos
llenos de luz.




Estás atada al ruiseñor de las lunas

Mujer,
el mundo se abre ante tus ojos
ondea solemne el prohibido amanecer
y cada nota resonante y fabulosa
anuncia un final seguro:
La noche siempre se convierte en día.
Yace pensativo el ruiseñor
anclado en la pluma que queda en el papel.
Escribe la tinta el abrazo que arde
y el mar cumple todas sus promesas.

Miro al fondo de mí misma.

Incalculable el nacimiento:
Hallo los ojos del mundo
abiertos, vivos, olímpicos
con sus manos vencedoras
besando un rayo de luna.

No tengo composición de lugar.
Evoco un leve equilibrio
cuando al unísono,
algo en mí, lejano, repite:
Mujer, levántate y anda.



En la otra madrugada

Olvidarse y ser otra
Carmen Conde

Llega la mañana en tus labios.

Estremecidos claveles rojos
mudando la imagen de la primavera,
los espacios vacíos
y la desordenada verdad
con toda su penumbra.

En la otra madrugada
amando el tiempo
insinuándose en tu cuerpo
los trazos de un jardín prohibido,
dibujo el filo de la madrugada
cerca de mí
y la noche es una espalda desnuda
que adora el sol.

Soy en los límites de tus contornos
una palabra de mi boca,
una huella sin dolor
que sabe olvidar,
olvidarse y ser otra.




¿A qué vivimos?


Vivimos a morir
Miguel Oscar Menassa


Danos tu mirada, vida, te digo palpitando
con las manos desesperadas y tanta sed de vivir.
Tengo entre las venas caricias, pólvora y huellas,
los zapatos desgastados de caminar el crepúsculo
como si fuera la patria de todos los sueños
para empezar a vivir.

Resplandece la esperanza.
Hay tiempo de todo en este juego de morir.
¿Dime, cuánta vida te debo, y cuánta muerte?
¿Qué preguntas hallan respuestas?

Tiene la Parca su armonía
entre los vivos y los muertos.
Son mis labios todos los besos
que le ganan la partida, lentamente,
en cada sesgo distraído de la tarde,
en el amor de la palabra que brinda en mi piel,
sin esperar nada, ni siquiera, a la muerte.



Tiene un verso en los ojos

Amanece
como el abrazo implacable de los amantes
que late en las palabras.
Fuego inexorable enarbolando
preguntas en su laberinto.

Tiene un verso en los ojos.

Estremecida en la alegría de vivir
sabe que ellos le hablan a la noche
con un rostro que nunca volverá.

Su murmullo extraviado
escribe en la distancia
un canto de amor
que crece y se desvanece.

Destello fugaz.

Es el tiempo de color azul,
fluye y florece lento, arraigado.

Los ojos vuelven a mirar
ese verso escrito buscando su historia.






Azor siempre o saeta


Nos fuimos a nuestro mar
encalado en estas manos mías de hoy.

Con las flechas del viento
inaugurando el cielo y la tierra
caminamos hacia el norte
en un vuelo escrito por el alma.

Águila esbelta
de contorno desdibujado
ante el ángulo de nuestro ojos,
escapas por tantas preguntas
entretejidas, caprichosamente,
sin respuesta.

De ayer para hoy un verbo despierto
que se dice en el momento preciso
de partir.
Resuena el eco
cuando comienza la evasión de la luz.

Azor siempre o saeta.

Me agarro a la cintura del mundo.
Poblada de viajes y sueños
no me dejo turbar por el vacío,
late el abismo del tiempo fugitivo.

Regresaste sin lágrimas al despertar.

Doy otro paso más, otro vuelo por la vida.
Huella en mi piel de inacabables alas.




Como la sangre que circula

El punto que camina al compás de la letra
es el punto admirable del pulso
que nace, renace y empieza a vivir.

Tiene la vida esa cadencia heroica
satinada y admirable
de la boca que medita
y de la mano que habla arrebatada,
tigres en celo imitando del universo
las estrellas infinitas y su goce.

Cuelga de la vena circular,
con pasión entretejida,
la despiadada conciencia sin refugio,
el mundo conquistado.

La sangre, que circula sin plegarias,
regresa a plena luz y se hunde
entregando toda la vida
como si la tierra y el delirio
fuera, de lo humano,
una piel sin tiempo.


El amor único
  
“Entonces el amor único quiso
en cuerpo amanecido sonreírte,
esbelto y rubio como espiga al viento (…)
El hombre quiere
caer donde el amor fue suyo un día”
Luis Cernuda

Preludio del regreso de un sueño
observa la silueta desnuda de una mujer
apoyada en la modesta sombra de un balcón.

Su piel tendida en el vacío
hizo del carmín la sonrisa dormida
del amor embebido en la altura del mar.

Decidió el hombre huir
y la mujer ser una gota de viento,
huéspedes amados en la claridad
de sus cuerpos deshabitados.

Ninguno de los dos pudo retener el amanecer.




Estoy atravesada por tu mirada

Atravesada por tu mirada
abandono las últimas sombras,
escribo de su perfil
los álamos y las violetas,
líquenes y magnolias
nacidos en el páramo de tus pupilas.
Patria de tus ojos,
tierra de tus labios,
bahía abierta y colmada
donde brota el cielo y su tatuaje de luna.

Tengo las manos libres de cualquier prisa,
fugadas, desprendidas, desvanecidas.
escriben, olvidan y rescatan,
se arrojan desplegadas;
respiran, viven y fluyen
en el espacio y el latido,
al borde del papel,
como el punto que vive sin pausa,
más allá del amor.




La aurora llega y nadie la recibe en su boca

Desprendida de su piel
la aurora llega
como preludio del día
hundido,
en las hojas del tiempo.
Tiene sed de labios nuevos,
de enigmas y misterios intactos
en el pentagrama de la noche.

Estaba la luna menguante.

Miraba.
Miraba con los párpados de su viento
la desnudez del camino
y las bocas entreabiertas.

-Nadie la esperaba-
Apacible y eterna
clavó su espada, dos veces,
en los cuerpos de sangre herida.
Derramó la lluvia de todo lo vivido.

Llegó con paso tranquilo.
Nadie la esperaba.



La poesía no le teme a la muerte


Es hora de hablar con la muerte
sentarse frente a ella
y abrir los ojos sin detenerse,
dejarse llevar, vestirse de fuerza,
emprender un vuelo de altura infinita,
sin horizonte.

Abrí los ojos.
Hice del abecedario una sonata
de primavera, sin miedo.
dibujé su punto y aparte.
La poesía no le teme a la muerte…
su sangre se transforma en el próximo verso,
al llegar el alba y tocar, de la mirada,
su nuevo despertar.

Soy de tu sangre
la que resplandece en el amor.

Abrí los ojos al mundo.
La poesía no le teme a la muerte.








LIBROS RECIBIDOS:
LA BREVEDAD DEL SILENCIO de MÓNICA LÓPEZ BORDÓN
Edición bilingüe: Español-Italiano
Traducción al italiano: Luigi Muccitelli
Cuadro de la portada y dibujos en el interior de
Miguel Óscar Menassa
Editorial Grupo Cero. Madrid 2011


Acabo de leer el poemario de mi amiga Mónica López Bordón,
de una gran sensibilidad e intuición poética, en definitiva
una mágnifica tarde de domingo, poemario que recomiendo
leer:




Mírame, mañana, desprovista de mi nombre,
seré en tus brazos seguro azar, y un amor.
Te observo desde el umbral,
arden tus labios y los ojos de mujer.


Ven a buscarme…






Guardami, domani, sprovvista del mio nome,
saró nelle tue braccia sicuro azzardo, e un amore.
Ti observo dalla soglia,
ardono le tue labbra e gli occhi di donna.


Vieni a cercarmi…















1 comentario:

Mónica López Bordón dijo...

Querido Fernando:

Como siempre, gracias...

Besos
Mónica